Desde hace tiempo, tengo la convicción de que la independencia llegará a Catalunya más pronto o más tarde porque todos los diagnósticos que leo en la prensa de Madrid o entre los tertulianos unionistas son completamente equivocados.
En muchas ocasiones se señala que la comunidad autónoma donde mejores resultados obtuvo el apoyo a la constitución fue, precisamente, en Catalunya. En realidad, Canarias, Andalucía y Murcia por este orden, obtuvieron más síes y Canarias, de nuevo, es la que menos negativas dio. Pero aunque en rigor no sea cierto, es verdad que Catalunya es de las que más dijo sí (la 4ª y un 90,46%) y menos dijo no (2ª con 4,62%).
Lo que se preguntan los columnistas es; ¿cómo puede ser que los catalanes, que apoyaron de forma masiva la constitución, ahora no se sientan representados? Hay que tener en cuenta que en aquella época se veía a Catalunya como la más activa contra el franquismo, con más industria y más moderna. En resumen, éramos gente guay.
El último día de este 2013 ya superado, Enrique Gil Calvo se preguntaba esta cuestión que planteo en estos términos en El País: «¿Cómo es posible que el pueblo más culto, moderno e ilustrado de la península Ibérica haya caído en semejante regresión irracional?».
El artículo no se quedaba ahí. El propio título del artículo escondía la lectura que él hace de la situación: El misterioso caso catalán. Él mismo explica el por qué de este título: «surge como precedente lo que una historiadora catalana (Rosa Sala Rose) llamó ‘el misterioso caso alemán’: ¿cómo se entiende que el pueblo más avanzado de Europa inventase el nacionalismo völkisch?». Que nadie se asuste, que no nos está llamando nazis a los catalanistas, que eso El País no lo hace. Él mismo aclara a continuación que «al decir esto, no pretendo recurrir a la llamada ‘banalización del nazismo’, pues de ninguna forma cabe pensar que el catalanismo pudiera caer nunca en la criminalidad nazi». Pero unas líneas más abajo insiste: «deseo subrayar la flagrante contradicción que existe entre una sociedad vanguardista que en lo material y lo cultural siempre ha estado a la cabeza de España, como es la catalana, y una ideología política tan regresiva e involucionista como es el nacionalismo völkisch».
En definitiva; no nos acusa de nazis pero nos aplica terminología asociada al nazismo. Muy fino… Por supuesto, a continuación nos llama egoístas volviendo a vincularnos a los alemanes, por supuesto dejando para los españoles el igualitarismo solidario («Y esto explica tanto la insolidaridad de la Alemania de Merkel […] como la negativa de los catalanes a compartir la caja común española del igualitario café para todos.»). Y que, en todo caso, no podíamos esperar que «Rajoy y Rubalcaba se comportasen como mansos cristianos, caritativamente dispuestos a poner la otra mejilla para que se la sigan abofeteando».
Yo entiendo el desconcierto; ¿qué demonios ha pasado en 40 años para que los catalanes quisieran tanto una cosa y hoy la desprecien de forma generalizada? Todos los análisis de la prensa de Madrid apuntan a que nos hemos convertido en borregos que se dejan llevar por el liderazgo de Mas y Junqueras.
Si tuviera Gil Calvo delante le diría que, quizás debería buscar las respuestas en otro sitio. En honor a la verdad, él mismo apunta una de las causas: la sentencia del TC contra el Estatut. Pero le dedica la última línea después de descalificarnos a lo largo de todo el artículo.
Quizás debería plantearse qué lectura se hizo en Catalunya del texto constitucional: aperturista y de recuperación de instituciones. Y, a continuación, el uso que se le da hoy: negación a cualquier demanda. Y no hablo de la independencia. De hecho, ésta no hubiera llegado jamás si antes no se hubieran cerrado muchas puertas. Y en todos los casos, usando el texto que aprobamos con ilusión. ¿Espera que aún lo sintamos como propio?
También le explicaría que llamarnos insolidarios cuando el 40% de nuestros impuestos nunca vuelve es algo que en Catalunya no sienta bien. Él llega a la conclusión de que el problema el sistema de herencias catalán (según dice idéntico al alemán). Pues no sé hasta qué punto eso afecta. La pregunta es: ¿no afectaba hace 40 años? ¿De verdad la distribución fiscal no tiene ningún peso en todo esto?
Y, sin duda, lo que más separa, lo que más nos aparta emocionalmente son las constantes apelaciones al nazismo, a nuestra insolidaridad, a tratarnos como unos borregos manipulables, a considerarnos filoterroristas (como han hecho ministros), a la impunidad con la que, sobre todo, la derecha nos insulta y a la pasividad, en el mejor de los casos, de la izquierda. Quizás la respuesta está en el tono de su propio artículo. Léalo detenidamente y entenderá por qué.
Lo que sucede es que probablemente me consideraría uno más de la masa. Un adoctrinado al que Mas y Junqueras le han lavado el cerebro y ha caído en lo étnico. Aunque eso no explica cómo yo, que la mitad de mis genes tienen la misma «etnia» que la suya, hayan concedido a la otra mitad todo el poder. Adoctrinadas también. Seguro.