La semana pasada gracias a un twitt de Gonzalo Martín, me enteré de que Estigmas, la nueva película de Adán Aliaga se estrenaba primero por internet y era gratuíta para los primeros 1000 espectadores.
Lentamente, pero con seguridad, el cine está empezando a utilizar internet como una nueva vía de distribución, algo que se enrola con una tendencia muy clara de los espectadores y de las nuevas estrategias de las salas de cine (donde están diversificando su oferta con partidos de fútbol, óperas en directo interpretadas a miles de quilómetros…).
Ya hablamos en su día cuando se estrenó Tiro en la cabeza de Jaime Rosales. Parece evidente que las productoras acabarán por distribuir sus ficciones (acaben siendo lo que acaben siendo estas) por internet.
Y vuelve la pregunta recurrente. ¿Y las salas? Bueno, como digo, ya están empezando a diversificarse y, sin haber entrado mucho en el tema, parece obvio que sobran muchas. Así que imagino que se reducirá la oferta para ajustarse a la demanda.
A parte del exhibidor hay otro rol que podría cambiar; las distribuidoras. Si las películas ya no tienen que distribuirse de forma física, ¿para qué las quieren las majors? Ojo, porque estas distribuidoras juegan otro papel tan importante o más que la propia distribución en si.
Cuando las majors están dispuestas a producir un nuevo film, buscan una distribuidora que paga por anticipado a cambio de los derechos de distribución. Así, tienen ante todo una función financiera; yo te presto dinero a cambio de unos réditos en el futuro. ¿En qué lugar dejará a este player la distribución online? Lo que es seguro es que su dinero hace falta y desconozco hasta qué punto pueden estar paralizando ese vuelco hacia internet.
En todo caso, el que quiera ver Estigmas por internet puede hacerlo por 2,95 €. Respecto a la película, explica la historia de Bruno, un tipo lamentable que al que un día le aparecen unos estigmas que le cambian la vida. Basada en un comic, creo que es un buen intento de hacer algo que va un poco más allá aunque , a ratos, carece de ritmo y peca de pretenciosa.
Siento decir que Manuel Martínez no me gusta nada como lo hace. De hecho, este rollito que tiene de artista total no acaba de convencerme. Me da la sensación que cuando alguien que no es actor hace un papel que no es ridículo, ya se le señala como sorpresa y gran trabajo. Yo esencialmente creo que eso es una perversión de la profesión del actor. No es que me parezca mal que no-actores hagan papeles, sino todo lo contrario. Pero lo que no se vale es exigir menos el trabajo de alguien sólo porque, en realidad, es un lanzador de bolas de hierro. Si no vale, no pasa nada. En lo suyo es un fuera de serie.
A pesar de todo ello, no deja de ser una ópera prima. La propuesta me interesa y limando un poquito de allí y de aquí, Adán puede acabar haciendo grandes películas.