«El poder del mito» de Joseph Campbell

Hace pocos días acabé de leer “El poder del mito”, que reproduce unas conversaciones entre Joseph Campbell, prestigioso experto en mitología comparada, y el periodista Bill Moyers. El libro desarrolla la tesis de Campbell, conocida por su primer ensayo El héroe de las mil caras, de enorme influencia en la narratología moderna.

El ensayo mantiene dos ejes centrales. En primer lugar, redunda en la conocida idea de que todos los mitos, en realidad, explican la misma realidad adaptada a las necesidades de cada sociedad. Cuando estudias narratología es habitual considerar que todas las historias son ulisíacas. Un héroe parte de su hogar con el objetivo de mejorar la sociedad. Este viaje físico no es más que una metáfora de un viaje interior que transforma al protagonista y su entorno. Estas tesis son las que, luego, utilizará Christopher Vogler en El viaje del escritor, un libro imprescindible si quieres construir relatos.

El segundo concepto es consecuencia del primero y de carácter más religioso o trascendente. Campbell se pregunta si la constatación de que todos los mitos responden al mismo relato y, por tanto, a las mismas necesidades humanas subyacentes, no hace anecdótico el relato mito en sí. ¿Qué sentido tiene ocuparse de la literalidad del relato cuando lo fundamental es cómo este ayuda a las personas y las sociedades a alcanzar un bien superior?

En términos más prácticos para nuestra realidad, Campbell sostiene que el mito de Jesucristo, desde sus enseñanzas hasta su muerte y resurrección, se expresan en otras regiones del planeta con mitos similares. Todas ellas ofrecen la misma respuesta. Según él, herramientas para trascender. Unos lo hacen a través de la meditación y otros a través de la oración, pero el objetivo es el mismo. Si esto es así, ¿hay que considerar de forma literal, por ejemplo, la ascensión a los cielos? ¿O no es más que la forma concreta en la que el mito cristiano construye la metáfora del viaje interior?

Por tanto, para Campbell la espiritualidad es fundamental, pero la idea de Dios no tiene sentido fuera del ser humano. No discute la realidad del mito. Más bien al contrario. Le preocupa el qué y no el cómo. No importa Jesucristo, sino como, a través de la oración, podemos explorar nuestro trascendente.

Como ateo, la considero una reflexión muy interesante. Comparto la idea que el ser humano necesita ver más allá. La única enmienda que le hago es que, el hecho de que sea una necesidad antropológica no es necesariamente consecuencia de la existencia de una espiritualidad real.