Explica Enric Juliana que todo el movimiento secesionista catalán está moviendo cosas en Madrid. Obviamente hablamos de esa Madrid institucional, no de la gente de la calle que las sufre igual que nosotros. Madrid oficial e, incluso, oficiosa en algunos casos. Esa Madrid que no tiene despachos pero sí influencias.
En ese maremagno imagino que entre la preocupación y la incomprensión ante lo que está sucediendo, aparece el manifiesto de los 300. Es un manifiesto en la línea de lo que muchos años se ha reclamado en Catalunya de una forma mayoritaria: un reconocimiento nacional vehiculado a través de un modelo federal.
Creo que, en todo caso, son necesarias algunas valoraciones :
1º/ Personalmente agradezco la voluntad que intuyo en el documento. Se hace un reconocimiento al hecho nacional catalán, cosa que hace mucho aspiramos a (volver a) oir. Creo que muchos de ellos (no todos) intentan buscar una vía de solución a la constante tensión territorial.
2º/ Con independencia de lo primero, este mensaje llega tarde. Muy tarde. ¿Dónde estaban estos intelectuales cuando Aznar semana sí semana también nos insultaba? ¿Dónde estaban cuando aprobamos el nuevo estatut y se recogían firmas en contra de la decisión del pueblo catalán? ¿Dónde cuando al estatut le «pasaron el cepillo» y el TC nos humilló con una sentencia que tiró por tierra lo que el pueblo había votado? Porque los federalistas les reclamamos mucho. Pero ellos callaron. No debía ser importante.
3º/ Cuando el manifiesto dice que «los independentistas convierten su particular idea de España en el chivo expiatorio sobre el que cargar todos los malestares» o que «la afirmación de que España perpetró agresiones contra Cataluña es una desgraciada manipulación del pasado» están negando aquello que ha llevado a un potente crecimiento del sentimiento soberanista. Y asegura que no han entendido el movimiento.
4º/ Por si no fuera poco, insinúa que los catalanes somos unos abducidos. Dicen que el manifiesto es «para responder al creciente secesionismo estimulado por Convergència i Unió». Vamos, que todo esto es coyuntural porque es la mejor manera para que los partidos no «asuman sus graves responsabilidades en la equivocada gestión de la presente crisis económica y en los abusos en que incurrieron y dejen de exculparse bajo el supuesto expolio perpetrado por España». Sin la crisis y sin los abusos, esto no pasaría. En otras palabras: los catalanes somos imbéciles. Ellos no saben que uno de los gritos de la manifestación del 11 de Septiembre fue «Si crides independència, per què votes Convergència?» (Si gritas independencia, ¿Por qué votas Convergència?»).
5º/ Pero lo más grave es que tachan a los independentistas de antidemocráticos. Por cierto, lo mismo que dice esta derecha que nos toca soportar: «los independentistas para llevar adelante su denominada transición nacional se proponen violentar la ley democrática». La «ley democrática»…
6º/ Finalmente, como ellos son profúndamente demócratas, ya nos dicen que «si ese sentimiento de forma mayoritaria se manifestara contrario de modo irreductible y permanente al mantenimiento de las instituciones que entre todos nos dimos, la convicción democrática nos obligaría al resto de los españoles a tomarlo en consideración para encontrar una solución apropiada y respetuosa». Hombre, pues muchas gracias por «sentiros obligados» a «tomar en consideración» la independencia como una opción sí y sólo si hay una mayoritaria manifestación «irreductible» y «permamente» en el tiempo. Aunque sea para acabar con «las instituciones que entre todos nos dimos» (que son fuente de maná democrático, claro). Muchas gracias, de verdad.
El manifiesto viene a demostrar que es verdad que se mueven cosas. Que las cosas van en la dirección correcta, hacia un reconocimiento del agravio. Pero el texto sigue transmitiendo la idea de que la «legalidad» y, por tanto, la «democracia» está de su parte. Y, al menos a mi, me agrede. Y que si aquellos que estábamos esperando piensan esto, costará mucho encontrar una solución.