(NOTA: Si has aterrizado aquí buscando en un buscador, que sepas que este post es parte de una colección de artículos para aprender a escribir, que puedes encontrar aquí)
El héroe es aquel personaje capaz de sacrificarse por los demás en función de un objetivo mayor. Habría poco más que decir sobre este arque- tipo si no fuera que suele ser el protagonista. ¿Le dedicamos algo más de tiempo?
Función psicológica
Vayamos un poco más allá. Desde un punto de vista psicológico, el héroe representa aquello que Freud llamó ego. O sea, lo que define al individuo. Quizás no estás muy de acuerdo con esta forma de entenderlo. ¿Alguien dispuesto a sacrificarse es egocéntrico? No, no estoy hablando de eso.
Piensa en la típica historia mítica del héroe. Solemos identificar a este personaje con uno que abandona el hogar, la tribu, la familia, en pos de una lucha de futuro incierto. Frodo, de El señor de los anillos, es un buen ejemplo.
Todas las historias tienen algo de ese “viaje”. Lo demostraremos más adelante. Todas pueden acabar entendiéndose como un viaje parecido al de Frodo. Algunos de estos viajes son viajes en el sentido que hay un desplazamiento físico. Otras veces, este viaje será un viaje interior de transformación. Se trata de un abandono del hogar para construir un yo más fuerte, o diferente. Estos últimos son los más interesantes.
Desde un punto de vista psicológico, esa separación de las raíces es casi
como un parto, como cortar el cordón umbilical, como la separación de nuestra madre. Es decir, es el momento en el que dejamos de ser una parte de ella para ser nosotros, un individuo. Y es aquí donde nace el yo, o el ego.
Las personas tenemos miedo al cambio. Una parte de nosotros es siempre contra revolucionaria. Las incertezas nos llevan a preferir un presente malo a un futuro desconocido. Por ese motivo, los héroes son tan interesantes para explicar historias. Porque se enfrentan a lo que nos gustaría enfrentarnos, pero no lo hacemos por miedo o comodidad.
Función narrativa
El héroe es el protagonista de la historia. Lo que buscamos como guionistas es que los espectadores se identifiquen con el héroe. Es decir, que pongan su ego en el interior de lo que le sucede a nuestro héroe. Esto es clave. Sin ello, no habrá identificación ni emoción al final.
Hemos dicho que nuestro protagonista no puede ser perfecto; ha de tener, al menos, un punto débil. Allí donde Aquiles tenía su talón, nosotros podemos poner los hijos, la familia, el ego (¡hey! Esta vez entendido como egocentrismo, ¿eh?), las relaciones de pareja… Lo que hace grande a Superman no es su capacidad de volar sino su fobia a la kriptonita porque esa debilidad hace temibles a sus enemigos.
Falta algo. A lo largo de la historia debe evolucionar. Puedes aprovechar una de esas debilidades para convertirla en algo positivo. Ese cambio de valores es lo que lleva al personaje a trascender como antes comentábamos. Esos nuevos valores le llevarán a preferir el sacrificio al botín.
El héroe entre héroes es Jesucristo. Según los Evangelios, Jesús llega para salvar a los hombres. Pero hay un momento en el que duda. Poco antes de tener que entregar su vida, Jesús le pide a su Padre que “aparte de él el cáliz”, que simboliza la muerte. Es decir, la muerte. Pero viendo las bondades que traerá su muerte, acaba diciendo: “pero hágase tu voluntad”. Y muere para redimir a su pueblo. Más allá de las creencias de cada uno, es indudable que, como historia, la de Jesús es de las más potentes jamás contadas.
Hay muchos tipos de héroes; resueltos, reticentes, sociales, solitarios, catalizadores… Piensa cómo es el tuyo. Busca referencias similares. Ex- plora qué hace grande a esos referentes.
Uno de los más importantes son los antihéroes. Son aquellos que, en realidad, no tienen características propias de un héroe, pero ejercen como tales. Tanto puede ser porque son malas personas o porque son antiglamurosos.
¿Qué edad tienes? Si, como yo, creciste en los 80’s, estoy seguro que recordarás al mejor antihéroe de la historia de la televisión; El gran héroe americano. Era una especie de Superman; con un referente “paternal” y una chica guapa a la que conquistar. Igual que Superman, vamos. Igual, si no fuera porque Superhéroe era un patoso total. Se pegaba cada castaña intentando volar… Ese es un antihéroe antiglamuroso. Funciona en clave de comedia.
Otro ejemplo es Harry de la serie Harry el sucio. Es un tipo por encima de la ley, con pocos escrúpulos. Poco tiene que ver con una persona pura y buena, lo que define a un héroe. A pesar de que nos es simpático, es un claro antihéroe.
Pondré como último ejemplo paradigmático El Padrino. Qué duda cabe que, para nada, se trata de un personaje bueno. Ni siquiera trata de hacer el bien, como Harry. Por cierto, se trata de uno de los antihéroes mejor construidos. Fíjate que Michael, el personaje de Pacino, empieza estando muy en contra del sistema “montado” por su padre. Sólo se pone a “favor” cuando asesinan a su hermano. Con ese sentimiento de venganza sí que simpatizamos.
Ya lo comenté algunas páginas atrás, pero lo repito por la importancia ca- pital que tiene desde este punto de vista. Si pretendes crear un personaje tan “malo” como el Michael de El padrino, deberás generar un entorno mucho peor que él. En el caso de este ejemplo, ese “peor” es tan sutil y está tan bien hecho, que es una gran obra maestra.
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