El año del martes y 13

2013

Pues ya está. El 2012 tenía que ser el fin del mundo. No sólo de la Tierra, también de la economía. Y, de una manera u otra, ya lo estamos dejando atrás. Nos prometieron que las cosas nos irían muy mal. Y tenían razón.

Ha sido un año en el que hemos añadido a 1 millón de personas más a la inactividad. Algunos puede que sea definitiva. Los hemos empobrecido de golpe a ellos y al resto de nosotros un poco más de lo que ya lo estábamos. Y también nos hemos enterado que hay gente que se ha suicidado viendo que era incapaz de pagar sus facturas.

Aunque no se ha ejecutado aún, es el año que hemos aceptado sin remedio que pagaremos las facturas de unos bancos que pagaban unos salarios a sus directivos que no se ganaron. También es el año en el que hemos pasado de no querer ser rescatados a casi suplicarlo. ¡Ah! Y en el que, por desgracia, se ha demostrado que tampoco la derecha sabe gestionar tanto como pregona, para mal de todos.

Y empieza un 2013 de malas perspectivas. El año del 13 y en la peor recesión de nuestra historia, empieza en martes. Como un chiste de humor negro que no quiere dejarnos levantar cabeza. Estamos frente al que dicen, de nuevo, que será un año terrible. Y si a eso le sumamos la desesperanza que llevamos acumulada, no nos va a ser fácil.

Si el desasosiego es casi inevitable, me niego a poner el primer pie en el 2013 con malos mantras. Me niego a aceptar el destino que me prometen. Y a repetirmelo cada mañana. A negarme el derecho a pensar que esto se acabará algún día, más pronto que tarde, y que saldremos reforzados.

Miro a mi alrededor. Y, os soy sincero. No veo a gente con problemas. Veo a gente a la que ayudar. No veo empresas cerrándose. Veo empresas que sobreviven y que con la muerte de su competencia salen reforzadas. No veo a gente consumiendo Gandia Shore. Veo gente con ganas de arrancar proyectos nuevos. No veo que el paro se dispara. Veo que nuestras exportaciones crecen muchísimo bailando al ritmo de mejoras en la productividad enormes.

No soy un optimista patológico. No me engaño. Sé que la gente lo está pasando mal y que los que intentamos vender cosas tenemos muchas más dificultades que hace 5 o 6 años. Montar una empresa es trabajo para funambulistas. No es que no haya red. Es que no sabes si, dos pasos más allá, habrá cuerda.

Pero nos toca cambiar el foco. Pensar que nuestra cotidianidad no puede mejorar es la peor de nuestras condenas. Es casi como pensar que el año será malo porque nace en martes y es 13. Y cambiar nuestra propia realidad es el primer paso para mejorar nuestras condiciones y, también, las de los demás. Si los que tenemos opción de mejorar no lo hacemos, los que lo tienen más difícil estarán condenados del todo.

Hagamos que el 2013 no sea el final de nada sino el principio de muchas cosas. Aceptemos de una vez qué hemos hecho mal, como individuos y como sociedad. Aceptemos que probablemente tendremos que pagar la factura de unos ladrones. Pero, a partir de ahí, miremos adelante. Metamos en la cárcel a esos ladrones. Y, sobre todo, luchemos con optimismo. El 2013 tiene que ser el año en el que los motores giren de sentido. De nosotros depende (en gran medida).