Como tengo fama de que me gusta el cine, no son pocas las veces que gente me ha pedido que le recomendara un título. La respuesta tiende a ser arriesgada, sobre todo porque mis gustos no tienden a ir de la mano de los de la mayoría. Y es que la crítica, entendida en sentido general y con la que suelo alinearme, no siempre coincide con las masas a la hora de valorar una película.
Kubrick consiguió algo que no suele suceder. La crítica lo adoraba y el público, cuanto menos, lo respetaba y acudía en masa a ver sus películas. Pero eso es algo que sólo sorprende a priori, porque una vez vistas sus películas, uno comprende a la perfección por qué se produce ese efecto.
Stanley era uno de esos genios difíciles de comprender en lo personal, pero fascinantes en lo creativo. Es realmente difícil definir su cine, porque a cada película que hacía, creaba un lenguaje en absoluto diferente. Las únicas constantes serían el control absoluto sobre la fotografía, y su precisión matemática.
No es extraño, ya que como era un mal estudiante, su padre lo encaminó a lo que destacaba, el ajedrez. Años después, realizaría reportajes fotográficos para la revista Look, que le daría su gran base en fotografía, Posteriormente, con un par de cortos documentales a sus espaldas, realizó 13 de las mejores películas de toda la historia del cine.
Las extravagancias conocidas, donde confluyen la realidad y la propia creación de personaje, son incontables. Por ejemplo, Barry Lyndon se rodó todos los interiores con la luz de las velas para recrear mejor el ambiente de la época. Y conste que en algunos planos hay centenares de ellas. También, después de acabar su primer largo, Fear and Desire, renegó del film intentando recuperar todas las copias para que nadie más pudiera verla. Algo parecido pasó con La naranja mecánica, que el mismo prohibió en Inglaterra cuando empezaron a proliferar los grupos violentos a imagen y semejanza de los drugos del film. O de las supuestas ganas que tenía de rodar el señor de los anillos protagonizada por… los ¡Beatles!
Pero si hay un aspecto de su personalidad que ha marcado su relación con sus equipos es la extrema exigencia y, literalmente, utilización para conseguir el mejor resultado posible. Por ejemplo, estableció una gran relación con Malcolm McDowell, protagonista de La naranja mecánica, para no volver a llamarlo nunca más una vez acabado el rodaje. O el rumor de que minó el matrimonio entre Tom Cruise y Nicole Kidman hasta acabar por romperlo para dar verismo a eyes wide shut. También convenció al autor de Lolita para que hiciera el guión cuando apenas aprovechó nada de lo que escribió, o cuando contrató a Russell Metty como director de fotografía para Espartaco y acabó por hacer sus funciones. Después, ironías del destino, Metty ganó el Oscar a la mejor fotografía. Y uno de los casos más curiosos y desconocidos es que contrató a Alex North para que le hiciera la banda sonora de 2001, pero una vez hecha, la desechó por algunos de los clásicos más conocidos de la música osquestral. Por cierto, esta rareza, si la buscáis, podéis encontrarla editada en cd.
Se hace díficl destacar alguna película por encima de las demás. A cada nueva película que he visto de Kubrick, he descubierto una nueva joya a la que calificar como obra maestra. Por mi sensibilidad personal, las dos que más me gustan son 2001: una odisea en el espacio y la naranja mecánica seguidas muy de cerca por la chaqueta metálica. Pero, como digo, es una cuestión de gustos, porque dejar atrás películas como lolita, senderos de gloria, espartaco, teléfono rojo; volamos hacia moscú o barry lyndon es muy doloroso.
Su prematura muerte nos robó, además de la adaptación del señor de los anillos ya comentada, un biopic de Napoleón que, vista su carrera, hubiera sido inolvidable. ¡Ah! Lo que no cuenta en esa lista es su versión de Inteligencia artificial que, finalmente y con buen criterio, dejó en manos de Spielberg. Digo con buen criterio porque el final no se sostenía y estaba muy alejado de los valores narrativos y estéticos del histriónico director.
En definitiva, se trata de uno de los personajes más singulares de toda la historia del cine y que más han aportado al tratamiento del tiempo, a la vanguardia, innovación en la forma de contar las cosas y que han roto más tabues. Por eso, me atrevo a recomendar cualquiera de sus películas sin miedo a errar.