«¿Por qué fracasan los países?» De Daron Acemoğlu y James A. Robinson

¿Por qué algunos países son tan ricos y otros tan pobres? ¿Qué diferencia a los que crecen, y disponen de una clase media fuerte y acomodada, de aquellos donde la mayor parte de la población apenas subsiste? El ensayo clasifica los países en dos grandes grupos: los inclusivos y los extractivos:

  • Las naciones inclusivas son aquellas que tienen unas instituciones que descentralizan la riqueza y el poder. Los poderes políticos permiten que la gente use sus recursos de forma libre, lo que empuja a la aparición de emprendedores y, con ellos, la innovación.
  • Por el contrario, las naciones extractivas son aquellas en las que el poder, ya sea político y/o económico, tiende a concentrarse. Sus élites luchan contra la destrucción creativa porque pone en riesgo su statu quo. Como consecuencia, matan la innovación y, con ella, el crecimiento económico.

Los autores consideran que liberalismo económico y político sólo pueden ir unidos. Tanto da si el poder emana de la política y una excesiva capacidad de extraer riqueza del sistema productivo, o de un poder económico con capacidad de protegerse a través de influir sobre el poder político. Ambos son caras de una misma moneda y tienen el mismo final: pobreza.

El libro se apoya en multitud de ejemplos históricos, como La Gloriosa a finales del s.XVII, la revolución inglesa que favoreció la aparición del parlamentarismo, o los squartters en Australia. Estos son sólo dos de los muchos que ponen para mostrar cómo la aparición de instituciones inclusivas revierten crecimiento y redistribución de riqueza.

El libro es una delicia. De lo más interesante que he leído en tiempo y se lo tengo que agradecer al gran Juan Sobejano, que me lo recomendó hace unos meses (lo acabé hace también algún tiempo). Es fácil comprarle la tesis central, sobre todo para un liberal como yo: lo más nocivo para una sociedad es que las instituciones sean tan poderosas que controlen las leyes y se apoderen de los recursos. Poderes menos centralizados generan círculos virtuosos y su contrario espirales de pobreza.

Sin embargo, cuando choca con la realidad, no resuelve bien el embate. Es fácil decir que en la mayoría de los países africanos y latinoamerica tienen gobiernos extractivos que hacen sufrir a sus ciudadanos. Pero el crecimiento de China, el paradigma de país de planificación central y poco dado a las libertades individuales, contradice sus argumentos. Simplemente lo zanjan con que su crecimiento topará con un techo cuando su mano de obra deje de ser barata.

El análisis sobre China es superficial porque hay un pecado escondido en su planteamiento. Tratan como sinónimos sociedad inclusiva y sociedad capitalista. Los autores pintan la línea entre los países con mercados libres y los países con mercados socialistas. Y ahí creo que cometen un error. Primero, porque impide entender el éxito de China y concluir que, necesariamente, es un éxito efímero. Pero, sobre todo, porque impide la autocrítica y sesga el análisis del éxito al presente: obtener éxito es ser exitoso ahora. Quién sabe si el éxito con fecha de caducidad será el nuestro…

Hubiera deseado que analizaran el escenario que muchos economistas dicen que vivimos: el mercado libre ha traído muchas bondades. Negar eso es negar una evidencia. La práctica totalidad de los países libres son capitalistas. Sin embargo, todos los indicadores GINI nos dicen que la riqueza se está concentrando en esos mismos países. Mucha gente que innovó en el pasado, ahora en el poder, tiene los mismos incentivos que esas clases extractivas que describe el libro. ¿Pueden acabar las sociedades libres ahogadas por culpa del “premio” que otorga a los que más aportaron en el pasado? Hoy mismo las GAFAM se pelean por seguir controlándonos. ¿Canibalizan el sistema de libertades convertidos en la nueva clase extractiva?

Los autores ni plantean esa cuestión. Para ellos, la razón que explica el éxito o fracaso no es multifactorial. Sólo responde a una discusión binaria: sociedades inclusas o extractivas. Si inclusivo y capitalista es lo mismo, no hay más que decir. El resto de cuestiones sencillamente son irrelevantes. Por ejemplo, ignoran en qué medida el bloqueo que algunos países ejercen sobre otros empobrece a los segundos, o cómo algunos de los recursos de los países pobres acaban drenando a los países ricos a través de relaciones dudosas entre poderosos occidentales y estructuras políticas corruptas. ¿Qué parte de ese extra de crecimiento de las sociedades «inclusivas», y que redundaba en construir sociedades aún más libres, tiene que ver con la “exportación” de la pobreza y extracción a través de formas modernas de esclavismo?

Los autores despachan deprisa que la geografía no es una variable que condicione la economía de los países. Ponen ejemplos como Sonora, una ciudad cruzada por la frontera entre EEUU y México. La parte de la ciudad en el norte es rica, la parte en el sur pobre. Así, concluyen, la geografía no es un elemento crítico para explicar el éxito o fracaso de un país. Sonora u otros ejemplos, demuestran que la geografía por si sola no explica la pobreza de los países, pero eso no quiere decir que sea irrelevante. Sorprende que no expliquen por qué los países tienden a agruparse según su riqueza. Si la geografía no incidiera de ninguna forma en las posibilidades de éxito de un país, deberíamos esperar una distribución de países ricos y pobres más repartida.

Las evidencias sustentan la tesis central: las sociedades inclusivas (¿podemos llamarlas abiertas de mente?) tienden a ser más receptivas a la innovación y, por tanto, al crecimiento económico. Sobre todo, es más agradable vivir en ellas. Sin embargo, es simplificador equiparar capitalismo y libertad y considerar que las interacciones entre estados y las condiciones iniciales no juegan ningún papel relevante.

En crisis (1): Los valores liberales

Bárcenas

Lo reconozco. Estoy en crisis. No hablo económicamente. En eso estamos todos y mi bolsillo no es una excepción. Trabajo mucho y cobro mucho menos de lo que estaría cobrando hace 5 años. Afortunadamente, estoy haciendo lo que me gusta, así que a pesar de dolores de cabeza, para mi, trabajar es un placer.

En lo que estoy en crisis es en lo que creo. Algo que no intuyo a mi alrededor. Siento que la gente tiene cada vez las más claras. Quizás más que nunca. Probablemente el entorno y las circunstancias obligan a tomar posturas más duras. Sin ello, probablemente la ILP de la dación en pago ni siquiera hubiera llegado al parlamento.

Pero yo… Yo no veo las cosas claras. Llevo unos cuantos años defiendo postulados propios del liberalismo. Siempre he dicho que el liberalismo entra en conflicto con el conservadurismo, a pesar de que se asocian los dos conceptos. No puedo aceptar que alguien defienda de verdad la libertad económica y, en cambio, no la moral.

El problema está en que cada día aparecen ejemplos de empresas que, gracias a su riqueza, nos han robado a todos o han condicionado las leyes a su favor. Y todo ello hace entrar en crisis mis valores. Se visten de liberales, aprovechan la lógica liberal y, a la hora de la verdad, actúan condicionando el mercado a su favor constantemente.

¿Qué argumentos puedo dar yo diciendo que no hay más remedio que recortar en presupuestos públicos cuando el estado le entrega miles de millones de euros a los bancos? ¿Cómo defiendo que las ayudas a las personas no pueden ser para las clases medias cuando las empresas practican el chantage de pedir ayudas a cambio de quedarse? ¿Cómo puedo explicar que, como liberal no estoy en contra de la regulación sino de la intervención y, mientras los políticos están en plena connivencia con grandes empresas? ¿Con qué cara le pido a un funcionario que asuma recortes cuando veo que el dinero público se va a manos privadas a cambio de nada?

A pesar de la solidaridad y empatía total con reclamaciones como la dación en pago, reconozco que me generan una enorme incomodidad. Ya explicaré por qué en unos días. También entiendo que ha de haber recortes en lo público como los está habiendo en lo privado. Pero la cuestión es que, entre los políticos, los grandes empresarios y sus lamentables connivencias estoy desarmado.

Las grandes riquezas de las empresas sólo están sirviendo para poner a sus pies a los gobiernos. Les da poder de negociación. Y, sin ningún tipo de rubor, nos piden a todos que nos empobrezcamos para que ellos no pierdan riqueza. Y se justifican diciendo que ellos generan empleo… No, amigos, el empleo lo genera la demanda, que somos nosotros.

Sigo sin creer que el liberalismo sea una entelequia, tal y como yo lo entiendo. Y que no consiste en crear un sistema que provoca acumulaciones de dinero en unos pocos que, a posteriori, pone en disposición de esas personas un control férreo sobre los gobiernos. El chivo expiatorio para que cuatro ladrones tomen el dinero de nuestros bolsillos, provisionen sus pérdidas y que luego nos digan que no queda ni un duro y que hay que trabajar más.

Desde luego, no he defendido nunca posturas liberales para que políticos poderosos, banqueros y empresarios corruptos se apropien el dinero de todos. Ni para que manipulen las leyes de forma que modifiquen nuestras decisiones de compra a su favor. Ni mucho menos para que sólo se aplique el mercado liberalizado allí donde les interesa: el laboral. Como decía Lluis Llach, no era això.

Esfuerzo, sudor, sangre y lágrimas

Leopoldo Abadía (que tiene twitter) se hizo famoso en su día por definir esta crisis como NINJA. Ahora ha escrito un nuevo libro y, en la promoción, ha ido a RAC1, y el principio me ha impactado tanto, que no he podido evitar descargarme el podcast y apropiarme de sus palabras que me parecen de lo más certeras.

Me ha parecido que debía dejar las frases lo más parecidas a como las dijo. Veréis que a veces se entrecorta, pero le da vida a las palabras y me gusta como queda (quizás por mi faceta como guionista). La entrevista la empieza diciendo que los políticos, después de servirse al pueblo hasta el máximo (y de hacer mucho incapié en ello) dice;

«Churchill habló de esfuerzo, sudor, sangre y lágrimas. A mi lo de exigir a la gente [por parte de los políticos] me parece que es muy bueno (…) Hemos quitado el esfuerzo. Exijo al país mucho esfuerzo. Segundo, como consecuencia, sudor. Como consecuencia… hombre… alguna sangre pequeñita. Y, como consecuencia, alguna lágrima que otra. Y el gobernante que no exija eso a un país, miente como un bellaco

Y acto seguido dice una de las cosas más atrevidas que nadie puede decir delante de un micro y con lo que estoy muy de acuerdo.

«Tenemos el peligro de pensar que el gobierno nos lo tiene que dar todo hecho. Esta idea tan bonita de «desde la cuna hasta la tumba». ¡Qué bonito! Entonces qué pasa, pues que el día que no me dan algo digo; «Ay, no me lo han dado». A mi esas manifestaciones que hay por la calle que dicen; «queremos trabajo ya». Eso quiere decir «queremos que YA, alguien se juegue su dinero para darme trabajo A MI, que no estoy dispuesto a hacer nada». Oye majo, así cualquiera.»

«Que el empresario no explote al trabajador y el trabajador no explote al empresario.»

«Tenemos que darnos cuenta de lo que es la empresa. Hoy he estado comiendo en un bar. (…) Atendido por un matrimonio que atienden de maravilla. Lleno el bar. Cuando me iba de allí les he dicho; «Ustedes son los dueños, ¿verdad?» «Sí.» «Ustedes son los capitalistas. Han puesto todo su capital.» «Todo.» Es un capitalista. A mi me interesa que esa empresa vaya muy bien. Porque con 1 millón de empresas como esta… Esta gente tenían un camarero o dos… Con un millón de empresas como esta, tenemos dos millones de camareros, o de lo que haga falta.»

«Es decir, que lo que no podemos pensar es que esto lo va a arreglar el gobierno. No, no… Esto lo va a arreglar la iniciativa privada. Como siempre. Y, por eso, todo lo que se haga para ayudar a las empresas… Pero, olvidándonos de… La gente cuando le hablas de empresas piensa en la Philips. Que sí, que son empresas, de acuerdo. El bar este, que lo tienen perfectamente bien y que tú no sabes cómo atienden… Pues qué pasa, que esta gente son capitalistas. Sí, sí. Dignos de que se les ayude todo lo que se pueda porque si no, no se crean puestos de trabajo.»

Esta última opinión la comparto si con ayudar se refiere a no poner trabas (tener que estarte un mes para abrir una empresa, impuestos muy elevados, montones de ventanillas a las que acudir para las mil tonterías diferentes, facilidades fiscales en los inicios o en empresas con elevado I+D+i…). Si eso es igual a subvenciones y similares, no. Aunque estoy seguro que se refería a lo primero.

Ha seguido repartiendo a los bancos y políticos con opiniones que comparto pero que prefiero no incluir porque me gusta más la idea constructiva y la parte en la que nosotros, como personas, podemos incidir. Ojalá fuéramos muchos los que opinaramos así.

Me parece justo (ya que me he apropiado de sus comentarios) pasar un enlace de compra de su nuevo libro; La hora de los sensatos. Pero no lo he encontrado. Si alguien lo tiene, por favor, que me lo pase. El link para comprar el libro es este. También os dejo el podcast de RAC1, por si queréis oirlo de primera mano.