Alberto Lacasa

Audiovisual, política y más allá

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guion y cine

CAMINO

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Cada cierto tiempo surge una película que arrastra polémica. Ya sea por lo que trata o por cómo lo trata. Los dos ejemplos más recientes que recuerdo son el compendio de cortometrajes Nunca mais, presentado pocos días antes de las elecciones con vocación de concienciar de las maldades del PP, y La pelota vasca, un documental sobre ETA y el diálogo, que acabó sesgado porque cierto sector, una vez rodado, quiso ser eliminado del metraje para luego criticarlo justamente de falta de ciertas opiniones.

En España nunca se nos ha dado bien esto de hacer la crítica a nuestro oponente. En general son intentos bastante burdos y poco elegantes, como cuando Urdazi trató de mostrar lateórica debilidad de la única huelga general que se le hizo al PP enseñando sólo planos cortos de la manifestación. Historia pura de la televisión cuando, una vez condenados por el juez, Urdazi dijo aquello de “Ce, Ce, O, O”. Nunca mais era un producto bastante simplista que dibujaba un PP con brocha gorda. En La pelota vasca la cosa fue aún más sangrante. Se trató de dar verosimilitud a la idea de que Julio Medem manipuló el asunto dejando sin voz a las víctimas. Pero se hacía en base a unas víctimas que, una vez entrevistados, se negaron a aparecer en el metraje. Eso sin tener en cuenta que en el film sí que aparecen víctimas y que, además, una de ellas, tan significada como la hija de Ernest Lluch, era productora.

El nuevo episodio de esta cíclica historia es Camino, de la que ya hablé cuando se alzó como la gran triunfadora de los Goya. Cuando esto sucede, todo el guión, todo el trabajo interpretativo, todo el discurso narrativo, se pierde entre los pliegues de una polémica que poco tiene que ver con el cine.caminofesser2

Me gustaría matizar algunas de las cosas que dije. Por supuesto, cualquiera tiene derecho a retratar como quiera lo que quiera. Al fin y al cabo, estas cosas suelen escocernos cuando nos tocan de cerca y nos alegramos cuando le explota en las manos a algún rival ideológico. En este caso, yo estoy emocionalmente bastante lejos del Opus Dei y discrepo profundamente de algunos de sus principios que creo que, en algunos casos, rayan en lo excluyente.

El problema, para mi, de toda esta historia es que, nos guste o no, es muy fácil acusar a la Obra. Es fácil, suele salir gratis cuando no te beneficia. Pero, ¿es responsable acusar de integrista a un colectivo, ya de por si marginado en lo ideológico, con argumentos falsos? He tenido la oportunidad de conocer a bastante gente vinculada a la prelatura y, a pesar de que sí tienen una visión muy teocéntrica, no son como salen en la película. Al menos no en su mayoría. El dibujo que se hace es algo parecido a como si a los ateos nos presentaran como quema iglesias.

Jaume Roure, el productor y dueño de Mediapro, ha vendido la película como un alegato a la verdad, algo que alguien debía decir, como si no hubiera gente que ya lo ha hecho. No creo que deba recordar el esperpento que salió hace más bien poco llamado el código da Vinci. Fesser, el director, ha sido aún más sutil. Verbalmente ha dicho que era un film neutro para que cada uno se forme una visión. Además, empieza con un rótulo que reza; inspirado en hechos reales. Buena expresión, pero no deja de ser una manipulación.camino1

Lo que menos me gusta es la utilización de la muerte de la niña del Opus Alexia, en la que se inspira la obra. Eso me parece hiriente y lamentable. No hacía falta. De todas formas, esta falta nace de, para mi, un error previo del Opus. Yo creo que ellos también han aprovechado esta muerte durante muchos años, vendiendo en su versión a una niña que tampoco me creo.

Dicho lo cual, ahora sí, me gustaría comentar la película, que me parece más que correcta. Juega con dos combinaciones fascinantes. Por un lado, el guión genera una dialéctica preciosa entre ficción y realidad, entre lo que la niña sueña y la que es su verdadera vida. Podría recordar a aquellos retazos de sueño en Mar adentro en esos vuelos imaginarios, pero bien hechos. En ellos surgen con fuerza sus miedos y sus dudas, sus ilusiones y sus esclavajes a una vida que ella no ha elegido.

El otro elemento brillante, dejadme decirlo así, es la provocativa dualidad entre el niño del que se enamora, que se llama Jesús, y el Mesías. Hay otro juego casi mejor que prefiero no desvelar pero que, cuando veáis, se os hará evidente a primer golpe de vista.

Los personajes son algo planos, sin demasiada profundidad. Es casi una fábula infantil, donde los seres malos apenas están torturados por sus debilidades y donde los buenos están sometidos a su tiranía. La gran Carme Elías tiene mucho de la madrastra de La Cenicienta. Igual que la mujer que controla a la buena de Manuela Vellés, que casi parece estar bajo la desdicha de un embrujo. Y, finalmente, calificaría de fascinante la interpretación de Jordi Dauder, donde ejecuta a la perfección el papel de un cura obsesionado con aprovechar la muerte de Camino para evangelizar.

En definitiva, si de lo que se trataba era de hacer una crítica profunda, roza lo infantiloide. Pero como fábula, de lo más entretenido que ha parido nuestro cine este último año.

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VICKY, CRISTINA, BARCELONA

Se ha hablado mucho del último estreno de Woody Allen y de la película que tanto estábamos esperando porque iba a rodarse en Barcelona. Y ya sé que ahora no es actualidad, pero precisamente por eso la mirada que puedo hacer sobre ella es algo más distante. Y, por tanto, algo más objetiva.

Recuerdo que cuando estuvo aquí Woody Allen rodando nos comportamos como unos auténticos cretinos. Cada día era portada por alguna tontería que nada tenía que ver con el cine. Ya dije en su día que me parecía que Barcelona no se había comportado como una ciudad cosmopolita, sino más bien al revés. Por ese motivo, Jaume Roures, productor del film y presidente de mediapro, ha dicho varias veces que no quería volver a rodar aquí con el director neoyorquino, a pesar de firmar con él 3 películas más. Le entiendo, pero es una lástima. Conste que el director no sólo no ha expresado su negativa, sino que no lo descarta.

Dicho esto, ayer vi su película. Sin la presión de la actualidad diciéndome cómo debía interpretar la historia, el guion, o las “postales” tomadas de Barcelona. Varias consideraciones;

1º/ La película no me parece, ni de largo, uno de las peores del director. Woody Allen, y la gente que me conoce sabe que lo admiro mucho, ha hecho historias mucho peores que esta. Para mi estaría en un punto medio (algo así como un 5) si lo comparamos con su filmografía. Si la comparación es con los estrenos habituales de nuestra cartelera, esta muy (pero que muy) por encima de la media. El peor Allen sobresale. Así de claro.

2º/ Sobre el retrato de Barcelona, he escuchado que esta ciudad no existe. O sea, resulta que si el director hace una postal maravillosa de Manhattan en la película con ese título, es una fotografía de Oscar. Eso sí, si hace lo mismo en nuestra ciudad, nos parece fatal. Hubiéramos preferido que hubiera enseñado las mierdas de los perros de la Zona Franca. Muy típico, para no perder la sana costumbre a autoflagelarnos. Pues me niego. Barcelona es bonita. Muy bonita. Con sus miserias, es verdad, pero bonita al fin y al cabo. Y diré más. Teniendo en cuenta que las protqagonistas son unas turistas, ¿qué otra ciudad le enseñaríais?  A un amigo que visitara la ciudad ¿Lo llevarías a los bajos fondos para que vea a la gente que más padece? No, lo llevarías a las ramblas y a la sagrada familia. Y si no lo hicieras, tu amigo te lo exigiría.

3º/ Sobre la cuestión nacional; He escuchado alguna voces que casi me hacen reir tanto de un lado como del otro.

Para unos, resulta que la cuestión catalana no sale lo suficiente. ¿¿¿Que no sale lo suficiente??? Una de las protagonistas resulta estar haciendo una tesis sobre identidad catalana. Y se refiere, constantemente a lo catalán como catalán cuando es propio, y a lo español como español cuando es general. No olvidéis que es la película más taquillera de Woody Allen en USA. Y habla de Catalunya muchísimo. Igual hubieran preferido que alguien saliera con la barretina. Pues lo siento, pero eso no hubiera sido identitario sino ridículo.

Pero esto no es todo. Vamos con los otros. A los otros les preocupa que casi todas las copias en Catalunya sean en catalán. Vaya por delante que un país culto y avanzado vería las películas en versión original. Pero dicho esto, es el colmo. Cuando la industria decide distribuir las películas en castellano nos dan discursos con una suficiencia moral insoportable; que si la libertad, que si es lo normal, que si contra la industria no se puede ir, bla, bla, bla… Esta vez, la industria (Roures) decide distribuir la película básicamente en catalán. Y entonces, esos mismos cretinos que iban de abiertos en lo cultural, ahora ponen el grito en el cielo. ¡Y dicen que son presiones de la Generalitat! Eso es que no conocen a Roures. Y que nadie me hable de las subvenciones, porque entonces hablaremos de las que ha recibido “Sangre de mayo” (15 veces superiores y con una historia ultraidentitaria). Además, es lo más lógico cuando tienes un público que habla dos idiomas y en la película también se utilizan dos. De hecho, me pregunto cómo habrán interpretado algunas escenas esos supuestos liberales del tres al cuarto.

4º/ ¡Por fin voy a hablar de la película! Para mi no deja de ser una historia neoyorquina contada en Barcelona. No me acabo de creer a Bardem como esa especie de pintor ultraelitista, aunque tome copas en el “cuatre cantons”, bar típico donde la progresía culta de Barcelona se entretenía a principios del siglo XX. Ese tipo de artista en España es muy progre, justo como el propio Bardem. Dicho con otras palabras. Lo veo como un pintor americano y no como un tipo que nació en Asturias entre montañas.

Las interpretaciones vuelven a ser el punto fuerte. Tanto Bardem como Scarlett están como siempre, a un nivel altísimo. He de decir que me sorprendió gratamente Rebecca Hall, la chica que hace de Vicky. Me encantó el trabajo que ha hecho. Incluso, los secundarios, como Patricia Clarkson, hacen una gran labor para enriquecer la narración.

Mención a parte merece Penélope Cruz, de la que todo el mundo ha destacado su trabajo. Inconmesurable de no ser por las escenas más conocidas de la película; las de amor entre las chicas. Allí patina cuando una mujer apasionada como es su caso, está como incómoda frente a la idea de besar a su compañera de reparto. Es el único pero, porque el resto es genial. Por cierto, es el único personaje que me creo en España. Y para los malpensados, no es por lo loca que está, sino porque su forma de decir las cosas (en castellano) me la creo. O sea, me la imagino por la calle, vamos.

En el fondo no es más que una historia basada en la típica estructura de la comedia de enredo. Entretenida y coherente en su narración. Cuando pago una entrada de cine, me conformo con que se cumplan estas dos premisas.

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REC

Youtube está revolucionando nuestra forma de ver las imágenes. No creo que nadie pueda discutir eso. Años atrás, hubiera sido imposible que diarios de tirada nacional hubieran puesto en sus portadas fotografías tan pixeladas. Y de eso tiene una gran “culpa” internet. Entrecomillo la palabra porque no sé hasta qué punto se trata de una banalización de la imagen, o un aumento de nuestra capacidad de abstracción visual.
“REC”, junto con la ya citada “Redacted”, es hija de esa trivialidad de la imagen, más fragmetada y menos académica. La historia no escapa a la típica trama de zoombies. Un cámara y una periodista, haciendo un seguimiento de un equipo de bomberos, se ven encerrados en un edificio donde unos humanos ensangrentados y rabiosos les atacan sin saber muy bien por qué.
La estructura es la clásica de un film de estas características, con los tempos que acostumbran a tener, con las dosis de humor y con las clásicas persecuciones entre humanos y zoombies con el añadido vampírico de la contaminación sutil en sus presas.
¿Qué es entonces lo que hace diferente este film? Precisamente es su rechazo a mostrarse como tal. Desde una supuesta telerrealidad, parodia a la televisión, la cual también se jacta de realista. Creo que Plaza y Balagueró se aprovechan de la credibilidad de este género televisivo para transmitir un mensaje que va más allá del reality.
Uno de los retos de un film como este es el ritmo. Las escenas, necesariamente, se han de mostrar en tiempo real, así que el tiempo cinematográfico no es alterable. Por tanto, el único recurso temporal del que disponen es la elipsis. Es, para mí, uno de los grandes aciertos. A lo largo del metraje, hay una clara evolución hacia el tiempo real. Empieza con una narración muy fragmentada y acaba en planos secuencia extensísimos.
Otro reto es el de producir todo el desarrollo en casi una sola localización. No es fácil y, en cambio, hay una gran solvencia a la hora de repartir la información del guión y en el ritmo interno del propio discurso.
Cuando Filmax apostó por crear la ya quebrada Fastastic Factory, fichó a directores muy reconocidos del mercado del terror internacional como Brian Yuzna (con films gore como “El dentista”), o Jack Sholder (“reanimator”). Fue, en cambio, el casi desconocido Jaume Balagueró con “Darkness” el único que fue capaz de dotar de estilo a las series B que esta producía. Sus posteriores películas han mantenido el nivel de manera notable. Así, se está convirtiendo en una de las pocas garantías de solvencia de nuestro cine.