(Acertadísima fotografía de portada de la edición digital del diario Ara)
Desde que el President Pujol confesó no haber regularizado una herencia de hace más de 30 años, los medios de comunicación y las redes sociales hierven. No creo que pueda aportar mucho más que la que ya se ha expresado este fin de semana respecto a la moralidad de un hecho de estas características y de cómo esto mancha la carrera de un los de los políticos más relevantes de nuestra historia. En cambio, sí creo poder poner el contexto el trato que se le está dando en los medios y, sobre todo, las consecuencias que esto puede tener en lo que eufemísticamente llamamos «proceso».
La gente que me conoce sabe que profeso una enorme admiración por la figura del expresidente de la Generalitat. Siempre he visto muchas más virtudes que defectos. En especial, su enorme capacidad para aglutinar alrededor de un proyecto de país a gente con sensibilidades políticas muy diferentes. Hablo de políticos y hablo de la población. Por esto no puede llevarme, como algunos están haciendo estos días, a suavizar lo que acaba de confesar. Con un punto de dolor, sólo puedo decir que Pujol me ha decepcionado. E, incluso, acepto que el grado de decepción puede aumentar si las explicaciones que ha dado no recogen toda la verdad sobre este dinero.
Dando por buenas las explicaciones de Pujol e, incluso entendiendo que puede ser humano que, unos meses después de asumir el cargo de President, prefiriera dar una patada a la pelota frente a regularizar dinero negro de su padre (con un probable coste político enorme), no es en absoluto aceptable que hayan pasado casi 35 años. Tampoco lo es ver, de forma evidente, que sólo lo ha dicho y regularizado cuando era la única salida.
Por eso ser pujolista no puede llevar a portadas de ridículo mayúsculo como la de El Punt Avui del sábado titulando «Con mucho dolor«, como añadiéndose a las disculpas. Ni encuestas patéticas que acaban contestando los fans del personaje y que, en realidad, lo caricaturizan.
En cambio, me gusta la portada de La Vanguardia: «Jordi Pujol admite más de 4 millones sin declarar en Andorra«. Me gustan los titulares neutros. Este me gustaría aún más si el diario siguiera esta línea en todo lo que trata. Me gustaría más si no tuviera la sensación de que el titular neutro sólo ha servido para, casi, defenderle en el contenido y si el titular del domingo («La familia Pujol ya ha pagado 2 millones al fisco«) no fuera como si tuviéramos que darles las gracias.
Este tipo de tratamiento nos hace daño. Porque si, por desgracia, la figura del expresidente no es como yo siempre he creído que era, pues no lo era y punto. Y ahora lo que toca es asegurarnos de que la historia es tal como se ha explicado, y que no se ha aprovechado del cargo que ostentó durante 23 años.
En cambio, comparto mucho la portada del diario Ara («Pujol confiesa«) y su contenido. El Periódico titula igual. Del contenido no puedo hablar porque no lo he leído.
Los catalanes tenemos tendencia a redimirnos con el: ¿Y Madrid qué hace? Lo tenemos fácil porque acostumbra a ser un drama. El más suave, El País abrió con un titular neutro («Pujol admite que tuvo dinero en paraísos fiscales durante 34 años«) y con un editorial que intenta salpicar, sin aportar pruebas, a la actual CDC («Difícil de tragar que sea un “tema personal”, el mismo día en que el partido da a conocer el nombre de quien sustituye a Oriol Pujol. El caso Pujol promete declinarse en plural.»)
A parte de este medio, el resto le dan un trato infame. El más divertido La Razón, acompañando el titular «Pujol confiesa que ocultó dinero en el extrangero durante 34 años» con una foto de… ¡Mas! El domingo, el ABC abría con: «La confesión de Pujol deslegitima el desafío soberanista catalán«. Sin comentarios. El Mundo abrió el domingo con un artículo del «moderado» Salvador Sostres («El pacto de la vergüenza«) que busca constantemente relacionar Mas con los hechos.
Pero ya sabemos cómo hacen las cosas los medios de Madrid. ¿Justifica esto el tratamiento catalán de los medios filopujolistas? En absoluto. Estamos en un momento delicado de nuestra historia. O somos muy escrupulosos en todo lo que hacemos, o nos destruiremos uno de los mejores ingredientes del «proceso»; la posibilidad de empezar de cero.
En el próximo artículo hablaré del interés que pondrán los medios de Madrid en todo esto. Dirán que no somos un país serio porque no perseguimos a nuestros corruptos. No les demos la razón o la gente abandonará el barco a medio camino.