Las papeletas y las porras

Ayer fue un día de emociones muy fuertes. La noche anterior casi no dormí. Los nervios no me dejaron. Sabía que habría un antes y un después del 1 de octubre. Aunque llevaba meses afirmando que la policía no actuaría con violencia, sí era muy consciente que nos enfrentábamos a un estado muy poderoso. Y que podía tener consecuencias graves. Colectivas y personales.

Me levanté a las 4, y me fui a mi colegio electoral. Llegué a las 5 de la mañana y ya debía haber unas 50 personas. En menos de media hora, superábamos de largo el centenar. El primer temor era la llegada de los mossos. Así estábamos. Con la confianza que no nos echarían si éramos muchos, pero con el temor que nos cazaran justo introduciendo las urnas y se acabara todo antes de empezar. Había expectación. Una calma tensa que presagiaba lo que pasaría.

A unos cuantos nos pidieron apoyar y defender un colegio electoral pequeño de una barriada donde no había ido casi nadie a protegerlo. Nos fuimos para allá con una furgoneta. Casi no había cobertura. Caminábamos unos metros para acercarnos a una plaza donde, según cómo, conseguíamos cazar un poco para enviar 4 whatsapps. Estaba lo bastante lejos como para sentirme “incomunicado”. Sobre las 9 empezaron a llegar las noticias. La policía estaba entrando a saco en un colegio electoral muy cerca al colegio donde me tocaba votar.

La sensación era muy estresante. La gente del colegio que abandoné creía que era cuestión de tiempo que se presentara la policía allí donde parte de mi familia esperaba para votar. Con unos cuantos, conseguí volver sobre las 10 y media. El torrente de imágenes ya había empezado. Ponía la piel de gallina ver a toda esa gente tan poco preparada como yo, plantando cara a la policía. Veías cómo los aporreaban, arrastraban por el suelo, los tiraban por las escaleras, rompían dedos, pegaban patadas a lo karate kid, formando como si cargaran contra un tumulto peligroso. Les daba igual la edad, el carácter pacífico de las concentraciones donde las únicas armas eran papeletas y urnas. Las cifras de heridos subían y subían. Y mientras, llegaban rumores constantes de que la policía se iba a presentar en los colegios donde estaban tus amigos, tu pareja, tu familia…

Pero entonces llegó el orgullo. Fue emocionante pasearme por el colegio de Sabadell, en el que la policía nacional había entrado a sangre sólo 1 hora antes. Habían vuelto a colocar urnas y unas colas enormes esperaban a depositar su voto. Sólo tenían eso. La dignidad de volver a levantarse mientras el entorno mantenía las cicatrices que había provocado la policía poco antes en forma de cristales rotos.

Pero no fueron los únicos. Sant Iscle de Vallalta es un pueblo chiquitín, con el que tengo una tremenda relación personal en el viven menos de 1300 personas. Las imágenes de la policía son impresionantes. Unos pocos habitantes defendían el colegio electoral mientras la policía nacional se aproximaba en formación. Y eso que, poco antes, habían tenido que defenderse de un ataque de la Guardia Civil.

Empezaron a llegar imágenes de mossos de escuadra defendiendo a la gente de las agresiones de las policías españolas, algunos llorando en una situación que los sobrepasaba, de los tractores ocupando calles para evitar el acceso de las lecheras, de los bomberos poniéndose en primera fila, de amigos que sabes que no comparten ni siquiera la idea del referéndum que bajaban a votar. Y lo compensaban todo. Absolutamente todo.

Así que pasabas rápido de las lágrimas de rabia a las de emoción. Lo que no desaparecía era la sensación de miedo, cuando toda la rumorología apuntaba a una reaparición de las cargas a última hora de la tarde para incautar las urnas, ahora ya sí llenas de votos.

Por la tarde recibí un mensaje que pedía ayuda en Cerdanyola, les faltaba gente. La cosa estaba tranquila en mi colegio y éramos muchos. Así que cogí el coche y me fui a Cerdanyola. Estuve allí casi toda la tarde. Muy tranquila. Tuve tiempo de charlar y de sentarme a mirar las noticias que llegaban de todas partes. La prensa internacional empezaba a denunciar lo que estaba pasando. Pero el tratamiento informativo que se le daba a la situación desde los medios que forman parte de la maquinaria del estado aumentaba la sensación de impotencia.

También empezaron a llegar imágenes de gente concentrada en ciudades españolas para denunciar lo que nos estaba pasando. Desde diversas ciudades gritaban “Cataluña, no estás sola”. Gente digna, que luchan por cambiar las cosas en unas condiciones diría que incluso peores que las nuestras, sobre todo mediáticas, y con los que muchos esperamos construir parte de nuestro futuro, pase lo que pase.

Los colegios empezaron a cerrarse entre aplausos y gente emocionada. Habían conseguido cerrarnos algunos colegios y llevarse algunas urnas con sus miserables órdenes. Pero habíamos llegado hasta el final, obligados a custodiar lo que ellos deberían proteger. Afortunadamente, los rumores de nuevas cargas no se cumplieron. Empezó el recuento y, de nuevo, viendo que mi colegio estaba protegido, decidí ir a recargar pilas para celebrar lo que sea que hayamos conseguido en la plaza Catalunya de Barcelona.

Un montón de gente, sobre todo jóvenes, vivía con emoción el final del día. Era una victoria, pero con un sabor muy amargo. Nos habíamos sabido organizar, y sus golpes no habían callado nuestra voz. Esperábamos el discurso institucional de Puigdemont. Los minutos pesaban cada vez más y, por fin, apareció flanqueado por todo el gobierno. El camino sigue, y abrió la puerta para que Europa medie la situación. Aunque difícil, es la única salida posible a todo esto. Impecable.

Sentí que, ahora sí, se había acabado el día. Me fui para casa con ganas de lamerme las heridas. De asumir todo lo que había pasado. Para dejarme ir. Sabía que me llevaría días aceptar todo lo que había pasado. Convencido que el 1 de octubre ha sido el día que todo lo cambia. Dolido por todo lo que hemos tenido que pasar, pero sabiendo que su violencia no ha sido suficiente para vencernos. Orgulloso de saber que, pase lo que pase, cuando piense en estos días, sabré que yo era de los que, en la mano, llevaban una papeleta. Y ellos… Ellos llevaban porras.

El tacómetro sube de revoluciones

Celebració Sant Jaume

Contra pronóstico, tenemos acuerdo en Catalunya. Artur Mas cede su sitio a cambio de dos cosas: que el presidente sea de su confianza y que la CUP garantice estabilidad al gobierno en todo lo relacionado con el proceso. Y ahora sí. Las barreras en el camino del soberanismo casi desaparecen. ¿Garantiza eso la independencia? No, pero obligará a mover ficha a las instituciones españolas.

Repasemos un poco los hechos. Antes de las vacaciones ERC y CDC llegan a un acuerdo para formar Junts Pel Sí. ERC cede diluir su identidad a cambio de que Mas, aunque candidato, no lidere la lista, y de un programa de marcado carácter social. Tanto JxS como la CUP se comprometen a que, si tienen mayoría absoluta en el Parlament, iniciarán el proceso de desconexión. Si no superan el 50% de los votos, habrá que pasar por las urnas tarde o temprano.

Estos tres meses han generado un enorme desgaste emocional entre los soberanistas. La inoperancia de los políticos a los que se les ha delegado un proyecto duele entre los que les han votado. La semana pasada, la CUP rechazó a Mas. En el post anterior dije que la felicidad del unionismo demostraba que la CUP se había equivocado. En especial, se felicitaban los sectores de izquierda que esperaban comerse a la propia CUP con la leche del desayuno…

A Artur Mas se le ha humillado. Pero vista la situación, sólo tenía una opción racional: abandonar a cambio de forzar a la CUP hasta el límite. Presidente de la confianza de Mas y, sobre todo, justificar su derecho a volver después de todo esto. Jugada muy inteligente. Sólo sobraba el devolver la humillación tratando de humillar a la CUP a través del discurso. Muy desagradable.

Las reacciones de los líderes y defensores del unionismo en sus diversas formas demuestran un hecho: aún con los ojos chisposos por el cava que se han tragado esta semana, el acuerdo los deja en una situación muy complicada. Las acusaciones de fraude es de las cosas más psicodélicas que he leído en tiempo.

Lo que firman JxS y la CUP no es un acuerdo de investidura sino de legislatura. Los acuerdos de legislatura requieren un acuerdo de gobierno y estabilidad parlamentaria. Durante estos tres meses se ha discutido muchísimo de política, aunque alguno parece no haberse enterado. Lo último que se ha negociado es un plan de choque social con partida presupuestaria. Con partida presupuestaria. Insisto porque en nuestro país los fuegos artificiales legislativos son habituales.

También utilizan otro argumento; a Puigdemont no lo ha votado nadie. No. Ni a Mas. Ni a Rajoy, ni Zapatero, ni Aznar… En España estamos en un sistema parlamentarista. Esto significa que no votamos a un presidente sino un parlamento que escoge a un presidente.

Dicen también que el acuerdo es porque el soberanismo sabía que estas elecciones irían peor. Probablemente. Con ello interpretan que el soberanismo ha perdido apoyo social. Discrepo. Lo que ha perdido apoyo son sus representantes, que durante 3 meses han dado la sensación que fallaban a su electorado.

Algunos hablan de fraude de ley. No soy jurista. Si no me equivoco, esto implica utilizar una ley para infringir otra. Es decir, nos avisan de lo obvio; el soberanismo está dispuesto a saltarse la ley. En eso tienen razón. Llevamos avisándolo años porque creemos que la ley es absolutamente injusta. Legitimidad vs. legalidad. De lo que ha ido esto desde el principio…

Lo que es de traca es que algunos de los que nos acusan llevan años defendiendo a los okupas, a los insumisos de la mili, a los que han practicado la eutanasia activa, la retroactividad de la dación en pago, y a los que se saltan la ley en pos de lo que consideran un bien superior. En esto, se cogen de la mano con los que defienden a los médicos que se saltan la ley porque alguna intervención va en contra de su moral. Está claro que la moralidad de saltarse la ley también va por barrios.

Ahora el soberanismo puede apretar el pedal del gas. Ya analizaré en otros posts el escenario que veo. Sí avanzo que veo pocos obstáculos en el camino del soberanismo. Se ha pactado un camino para llegar y políticas sociales a aplicar de mientras. Habrá estabilidad parlamentaria.

Se abrirá un proceso constitucional en forma de debate público. Santiago Vidal lo ha explicado para quien ha querido escucharle. Estoy seguro que sumará apoyo social, sobre todo del espacio de Podemos. ¿Qué hará Podemos? ¿Votar en contra del plan de choque? ¿Esa es su alternativa?

Las instituciones españolas sólo tendrán dos opciones: hacer una propuesta que contrapese la catalana o actuar con beligerancia. La primera necesariamente ha de pasar por las urnas. La beligerancia puede salirles bien, pero lo dudo. Lo más probable que se les gire en contra.

La realidad es que este acuerdo garantiza la victoria del soberanismo. O independencia u oferta española con cara y ojos. Esto se acelera. Abrochense los cinturones.

La comodidad de la residualidad

Assemblea CUP

No es nuevo que al catalanismo le cueste encontrar puntos de acuerdo. A cada nuevo paso, añadimos nuevas dificultades. El 9N, el acuerdo de Junts Pel Sí y ahora la investidura de Mas.

Los que no somos de la CUP, hemos de reconocer que tienen toda la legitimidad para llevarnos a nuevas elecciones si no pasa lo que han defendido. Tienen un papel muy complicado. En campaña prometieron dos cosas que se han mostrado incompatibles: no investir a Mas y no parar el proceso. Hagan lo que hagan, fallarán a algunos de sus votantes.

El soberanismo tiene dos posibilidades: o encontrar una síntesis y ganar o implosionar y poner en stand by por una temporada muy larga el camino hacia la soberanía. Así de sencillo. A estas alturas, me parecen increíbles las posiciones consistentes en defender la expulsión del proceso de la CUP. También de los que defienden el fin de Mas, que es la forma de simbolizar que se expulsa a CDC y a las personas con posición de centro derecha.

Hoy esta decisión está en manos de la CUP. Les guste o no. Diga la Gabriel lo que diga. Y hay otro hecho: Junts Pel Sí ha hecho un documento con una propuesta de acuerdo. Este incluye un plan de choque social. Y la red básica universal. Y una fórmula de control total sobre la figura del presidente (con vicepresidencias que vacían de competencias la presidencia y con una moción de confianza en medio año). Todo esto suscrito por una fuerza de centro derecha. Mientas, ¿qué movimiento ha hecho la CUP?

La CUP se ha de definir. Y debería analizar los escenarios posibles. Imaginemos que vota no a Mas y vamos a nuevas elecciones. Desde el punto de vista de partido, perderán una parte de los votos que buscaban garantizar que el proceso tenía en cuenta políticas de izquierdas y, a la vez, seguía avanzando. Acabarán en Junts Pel Sí (o ERC, si se presentan por separado). Está por ver si esta vez la Colau se mojará en el proceso electoral, lo que probablemente haría daño electoral a la CUP.

Desde el punto de vista de país, el desencanto palpable de la gente haría los resultados de las hipotéticas elecciones imprevisibles. Pero sobre todo haría que los votos que se fugaran de la CUP a Podemos no trabajaran por el proceso, lo que dejaría el soberanismo sin capacidad de articularse políticamente.

Pongamos que Mas acepta el reto de la CUP y deja de optar al cargo de presidente. CDC hoy sólo tiene un activo; el presidente. De esto todo el mundo es consciente. Y algunos creen que matando al líder carismático, matas la ideologia. Es un error terrible. Efectivamente, hoy Mas es la única garantía que el proceso se hará teniendo en cuenta su sensibilidad política. Igual que hacer el proceso sin la CUP seria un error porque dejaría de interesar a una parte importante de Catalunya, apartar a Mas haría lo mismo con el centro derecha catalanista. ¿Por qué Unió va loca por nuevas elecciones? ¿Y Podemos-Iniciativa? ¿Hace falta que lo digan más claro?

Por lo que a mi respecta, si un gobierno con todos implicados me pide algo, lo haré. Si hace falta, asumiré riesgos. Ahora, si ganan los que defienden que Mas se vaya, que no cuenten conmigo. La razón es sencilla; si a un presidente que ha sido imputado por poner las urnas, que ha defendido el proceso, que le han buscado las cosquillas durante 3 años, que lo han presionado las élites españolas y también las catalanas (no olvidemos qué quieren el establishment catalán), el pueblo lo deja colgado, ¿qué me harían a mi? Que se la jueguen otros…

¿Y si la CUP encuentra la forma de dar el consentimiento a Mas? Pagarán un precio, como en el caso del no. Pero Catalunya tendría un gobierno que llevará a cabo algunas políticas que han defendido durante años (decreto de pobreza energética, inicio del proceso, e inicio de importantes políticas sociales). Posiblemente se desencadene el proceso de golpe. Veremos qué reacción tiene Madrid frente al acuerdo. Y frente a una agresión de Madrid, ¿qué hará el sector próximo al soberanismo de Podemos y sus líderes?

Mirant de huir de personalismos, la CUP ha caído en el peor de todos: el personalismo en negativo. Sin mirar ninguna de las propuestas que ha hecho para ser investido. Olvidando lo que hicieron ellos mismos la pasada legislatura.

Ahora han de resolver su propio dilema vital. La política consiste en esto: gestionar la frustración cuando tomas conciencia que, incluso con poder, las cosas no siempre son como te gustaría que fueran. O eso o vivir en la comodidad de ser residual.

No-razones para votar Sí el 27S: La corrupción

Uno de los argumentos en contra de la independencia es recurrente. Los españoles consideran un mal endémico la corrupción. Uno de los grandes problemas del estado. No les falta razón.
El caso Pujol les ha venido que ni pintado. La prueba definitiva que los catalanes somos igual que los españoles. Con esto ya se convencen

Uno de los argumentos en contra de la independencia es recurrente. Los españoles consideran un mal endémico la corrupción. Uno de los grandes problemas del estado. No les falta razón.

El caso Pujol les ha venido que ni pintado. La prueba definitiva que los catalanes somos igual que los españoles. Con esto ya se convencen que la independencia no será útil. No cambiará nuestros políticos. Como si la independencia lo único que cambiaria fuera las personas que gobiernan…

En Catalunya no sólo hemos tenido uncaso de corrupción. Tenemos hasta casos probados, como el Caso Pallerols. Por cierto, siempre lo habíamos llamado Cas Treball e implicaba a una parte importante de la plana mayor de Unió. Todos indultados por el gobierno español. Casos abiertos tenemos algunos más que afectan Santa Coloma, Lloret

En fin, que sí. Que tienen razón. En Catalunya también hay corrupción.
Pero ellos no se paran aquí. Insinuan que en Catalunya hay mucha, muchísima corrupción. Les falta poco para decir que es la región más corrupta del mundo. Qué digo del mundo, del Universo.

Pues sí. Hay demasiada. Pero los datos son los datos. No dejan espacio a la subjetividad. Los índices de corrupción en Catalunya están por debajo de la media española según Transparencia Internacional. También se han hecho otros estudios que lo refuerzan.

¿Me consuelan esos datos? Para nada. Más cuando veo que tener menos corrupción que la media estatal no significa nada. Es aquello de que en el país de los ciegos, el tuerto es el rey.

No, yo querría que no hubiera corrupción. Pero la hay. Como la hay en el Reino Unido, donde un Lord ha tenido que dimitir este verano por un escándalo por drogas. Como la hay en Francia. Como la hay en Italia. Y como la hay en España, con casos como los ERE, como la Gurtel, como la Punica, como el Campeón

La independencia no acabará con la corrupción en Catalunya porque ser independiente no es la cura a la corrupción. Pero las instituciones de España me han demostrado que no saben o no quieren luchar contra los corruptos.

Lo que distingue dos países es lo que hacen con el corrupto cuando lo cazan. Me gustaría construir un país donde, al que cojan con la mano en la caja, acabe en la cárcel. La independencia no es ninguna garantía de que vayamos hacerlo pero sí abre una oportunidad que España parece no darnos.

Mientras tanto, seguimos en el país donde Pujol pudo hacer lo que le vino en gana mientras no se metió con los poderes del estado. Seguimos en un país donde se utiliza la corrupción política con finalidades partidistas. Incluso los medios catalanes se suman a la fiesta. Hace unos días, el día de la presentación de Junts Pel Sí, se realizó una operación policial en contra de CDC. El objetivo; desplazar de las portadas la presentación.

Lo consiguieron. Incluso los dos medios escritos más importantes aprovecharon para atacar a la lista.

 

El Periódico relacionó las dos noticias. Por un lado el asalto a las sedes de Convergència. Por otro, la frase destacada de Artur Mas. Que quede clara la vinculación…

En La Vanguardia desplazaron la noticia de la presentación con decenas de miles de personas a un titular menor.

El caso Pujol demuestra que la independencia no es ningún antídoto para la corrupción, como seguir en España tampoco lo es, como lo demuestra Bárcenas. Votaré sí, pero eso no acabará con todos los males de Catalunya. Aunque tendré los instrumentos para mejorar.

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Falacias sobre la independencia: Por etnicismo

Los medios desde Madrid tratan de vender la imagen de que este es un proyecto étnico. Como si los Puig, los Benseny o los Fuster, quisieran acabar con los García, los López o los González. Hay que conocer muy poco Catalunya para creer algo así.

Recuerdo cuando Carod-Rovira era el líder de ERC como los medios insistían en que el político quería esconder que su padre era aragonés y, encima, guardia civil. La realidad es que, antes de la campaña de desprestigio, ya sabíamos que era así porque lo había explicado muchas veces… ¡él!

Ejemplos como el de Carod hay a patadas. Ha habido una obsesión en buscar orígenes no catalanes en gente que ha defendido la independencia como si eso fuera una contradicción. Lo que sucede es que los independentistas hemos hecho bandera de no ser pura sangre catalanes.

Raül Romeva, el candidato de Junts pel Sí, nació en Madrid. Antonio Baños, el candidato de la CUP no tiene un apellido catalán. El ya ex número uno de la CUP en el parlamento es David Fernández y ya ha explicado varias veces que su madre no es catalana.

El lugar donde se probó la inmersión lingüística fue en Santa Coloma, animado por unos padres llegados del resto de España. Los líderes de Súmate hacen bandera de sentirse españoles y, a la vez, luchar por la independencia.

El hecho de que muchos que somos nietos o hijos de gente nacida fuera de Catalunya es, en realidad, un motivo de orgullo. Alguna cosa habremos hecho bien en esta tierra si tantos recién llegados se abren a empujar un proyecto de este tipo.

Lo curioso es que son entidades españolistas las que han hecho campaña por los apellidos. También son ellos los únicos que hacen un uso constante de la palabra insultante “charnego”. No hablo de twitter, donde todos sabemos que hay de todo en todas las casas y donde todos hemos perdido más de una vez los nervios. Hablo de tribunas importantes.

También es curioso que les preocupe tanto que algunas entidades de inmigrantes muestren su apoyo al proceso. Por lo que a mi respecta, cada vez que el 9N vi entrar a un inmigrante en el colegio electoral, lo viví como un triunfo.

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Falacias sobre la independencia: Eliminar el español

En algunos foros se dice que los independentistas queremos acabar con el español en Catalunya. De forma tácita, afirman que, en caso de independencia, el castellano no sobreviviría a la presión del futuro gobierno de la república catalana.

Sólo hace falta un poco de sentido común para entender que una lengua con 10 millones de hablantes no puede desplazar, ni que lo quiera, una lengua que hablan más de 400 millones. La lengua castellana es una lengua de prestigio con un poder inmenso, con una capacidad de edición de libros, publicación de revistas y periódicos, de producción de contenidos audiovisuales de todo orden contra el que sería estúpido luchar.

Además, ¿de verdad lo queremos? Mi primer apellido es aragonés. Tengo familia en Valencia y Andalucía. Tengo amigos en Madrid, en Castellón, en Galicia, en Euskadi. He estado en todas las comunidades autónomas y me faltan sólo unas pocas capitales de provincia.

Crecí leyendo libros en castellano. De todo el mundo y literatura española también. Con buena parte de la familia hablo castellano. Me he enamorado y me he emocionado leyendo y viendo películas dobladas u originales en castellano.

En el colegio me hicieron sentir como propios a Becker, Machado, Unamuno, Velázquez, Picasso, Goya… Crecí viendo La bola de cristal, he cantado miles de veces a Los Rodríguez, Celtas Cortos, Héroes del Silencio…

¿De verdad alguien cree que voy a renunciar a todo eso? ¿De verdad alguien puede creer que, si algún día tengo hijos, no voy a darles la oportunidad de aprender el castellano? Es donde están mis orígenes y una lengua que forma parte de mi presente.

El español tendrá un espacio importante en el nuevo país. No tengo ninguna duda.

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Falacias sobre el independentismo: Las políticas de Mas

Algunos medios y partidos políticos insisten en que votar a Junts Pel Sí es votar a favor de las políticas de Mas. Es decir, una forma de aprobar las políticas de austeridad. Han llegado al extremo de creerse sus propias falacias, y afirman que votar a la CUP también lo es. ¡Sublime!

A lo que juegan estos partidos y prensa es a insinuar que votar a la lista de Junts Pel Sí es igual a estar de acuerdo con las políticas de Mas. Eso es falso.

Una de las virtudes de Junts Pel Sí es que ha conseguido unir muchas sensibilidades distintas. Desde luego, está la sensibilidad de los Convergents. No podemos olvidar el esfuerzo que han hecho para que podamos votar. Al final, Mas ha puesto la cara y hoy tiene una querella encima. No es el único. Sin CDC, no estaríamos donde estamos.

Discrepo de la opinión generalizada que Convergència ha recortado por gusto. En todo caso, entiendo que es discutible. Y esta es la gracia. Que votar a Junts Pel Sí no significa ser votante de CDC. Raül Romeva, el cabeza de lista, es un ecosocialista contrario a los recortes. La segunda en la lista es Carme Forcadell. Fue la presidenta de la ANC. Estuvo afiliada en ERC. La tercera persona de la lista es la Muriel Casals. Tampoco milita. Cuando lo hizo, fue en el PSUC, que acabó dentro de ICV. Es decir, ninguno de los que están por delante de Mas son votantes naturales de Convergència.

Los cabeza de lista de las diferentes provincias tampoco son históricos de CDC. En Tarragona el primero es Germà Bel, que militó en el PSC. Y en Girona el cabeza de lista es Lluis Llach, próximo a la CUP. En Lleida la lidera Josep Maria Forné, que ha sido presidente de la Federació Catalana dels Bancs d’Aliments.

Por detrás de Mas y Junqueras, la lista sigue con una amalgama de personas de las más distintas tendencias políticas. Pensar que Llach o el Pare Manel trabajan para que después Mas pueda usar la tijera es una estupidez. Nadie lo ha explicado mejor que Eduard Voltas que, en un sensacional artículo, ridiculiza esta tesis.

Lo que demuestra sus intenciones es que hagan extensiva la crítica a la CUP. En su afán por tratar de manchar todo lo que suene a independencia, demuestran que no les preocupa que Mas pueda gobernar sino que la suma de diputados a favor de la independencia llegue a la mayoría absoluta.

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Falacias sobre el independentismo: Un mundo feliz

La principal falacia de los medios españoles es que los catalanes nos creemos que Catalunya será una arcadia feliz. Un lugar donde los problemas no existirán. Donde todos seremos ricos y buenas personas. Donde las sonrisas se servirán a diario a cualquiera que pida una.

Lo que sucede es que eso sólo lo dicen ellos porque saben que tienen fuerza para imponer su discurso. Porque saben que, si ellos dicen que los políticos catalanes venden una utopía, muchos lo creeran.

Estoy seguro que Catalunya no será un lugar de cuento de hadas. Vamos a tener los problemas que tiene cualquier estado. Seguirá la lucha para que la gente más desfavorecida tenga más oportunidades. El paro juvenil no desaparecerá por arte de magia. Ni el fracaso escolar. Y el día uno de la independencia, las plantas de hospital que hemos cerrado seguirán con las luces apagadas.

Costará fijar las prioridades. A los partidos les costará ponerse de acuerdo sobre qué debe hacerse. Nos equivocaremos en algunas decisiones colectivas. En otros casos las acertaremos pero no serán ninguna solución mágica para nada.

No quiero la independencia porque crea que va a acabar con todos mis problemas. La defiendo porque creo que me acerca al poder. Porque quiero tomar mis decisiones como pueblo. Me cansa que atacar a Catalunya o afirmar que no nos harán concesiones, estimule el voto a favor de quien lo hace.

Hasta ahora siento que las decisiones se toman muy lejos de aquí y con criterios territoriales muy alejados de los míos. No quiero tener que discutir por cosas obvias como el corredor del mediterráneo o las inversiones en la red de Rodalies.

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Motivos para el Sí el 27S: España no cumple

En el relato que construyen los medios españoles, los catalanes nos hemos vuelto locos. Como les gusta utilizar, nos hemos olvidado del seny y nos domina la rauxa. Si pueden decirse así en medio de frases en castellano para folclorizar el catalán, mejor que mejor.

Mas nos la lavado el cerebro. O comido, como prefieras. No damos cuenta cuenta de que este hombre, lo único que quiere es su parcela de poder. Y, sobre todo, poder hacer recortes, recortes y más recortes. Y robar, claro. No olvidemos eso.

La realidad es muy diferente. La realidad es que las instituciones españolas nos han engañado en cada negociación. Podemos hacer un repaso en cada estadio.

En los años 70, los catalanes pecamos de ingenuos. Llegamos entre todos a un acuerdo que hoy llamamos constitución. Los catalanes reclamamos que se reconociera nuestra singularidad en la constitución. Aceptamos una insinuación en el texto constituyente muy vago que hablaba de las “regionalidades y nacionalidades” que componen el estado, sin especificar cuáles.

El acuerdo constitucional nos pareció bien como un acuerdo de mínimos. Pero era de máximos. Contábamos que eso abriría la puerta a que, un día, el reconocimiento nacional fuera pleno. Cuando desarrollamos el texto del estatuto del 2009, nos dejaron claro que nacionalidad y nación son cosas distintas (sic). Al no especificarse en el texto constitucional qué comunidades eran regiones y cuáles naciones, quedó en papel mojado.

También renunciamos a concierto, lo que hoy llamamos pacto fiscal. El concierto sería inecesario si el uso de los recursos que hace el estado fuera leal con Catalunya. Nos equivocábamos. La desinversión en Catalunya ha sido constante desde que llegó la democracia. Alrededor de un 8% del PIB.

Se dice que fue Convergència o Pujol quienes renunciaron. Como explica el historiador Jaume Sobrequés, eso es falso. Él, que asistió como parte del PSC, admite que fue ese partido y no el nacionalista el que se opuso.

A cada nueva negociación de la financiación de la Generalitat con el estado, se mejoraban los ingresos de la Generalitat para luego recortar en la misma cuantía el gasto que hacía la administración central. Incluso llegó a transferirse una parte muy importante del IRPF para, pocos meses después, bajar el impuesto. Eso limitaba de nuevo la recaudación de la Generalitat.
En el 2003, con Maragall se quiso redactar un nuevo Estatut bajo el amparo que Zapatero apoyaría el texto. El objetivo inicial era conseguir el reconocimiento nacional de Catalunya. El día siguiente de aprobarse el texto en Catalunya con el voto favorable del PSC, el propio PSC presentaba una montaña de enmiendas para modificarla.

En 2006, Mas llegó a un acuerdo con Zapatero. Se comprometió con un texto recortado. Alfonso Guerra afirmó que el Congreso le había pasado el cepillo. Los catalanes lo votamos y entonces, el PP lo recurrió al TC. Cuatro años después, el tribunal recortó de nuevo el texto.

Las instituciones españolas se comprometen para después no cumplir. Cualquier nuevo pacto que ofrezcan a los catalanes debería llevar unas garantías que fueran mucho más allá de su palabra. E, incluso, de las leyes. Porque hasta éstas ignoran si van en contra de sus intereses.

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Motivos para votar Sí el 27S: Por dignidad

Este país ha hecho cosas increíbles en muy poco tiempo. Después de la aprobación del estatut, era previsible que el Tribunal Constitucional ignorara lo que el pueblo catalán había dedicidio en referéndum. También lo que había dicho el pueblo español a través del Parlamento.

Aún así, el pueblo catalán espero con paciencia la respuesta del alto tribunal. Cuando este dictó sentencia, el pueblo salió a la calle pero mantuvo la serenidad. La manifestación del 10J fue, sencillamente, espectacular.

Las manifestaciones posteriores del 11 de septiembre en 2012, 2013 y 2014 han sido increibles. Las mobilizaciones más grandes que se han dado nunca en Europa. A pesar de eso, ni un solo incidente. Ni uno solo.

Mientras el pueblo catalán ha asumido con paciencia el devenir de los hechos, los medios y los políticos españoles nos han llamado de todo. Las referencias al nazismo, al totalitarismo y a la violencia han sido constantes. A diario.

Después empezaron a llegar los ataques desde el establishment catalán contrario a la independencia. En El Periódico es habitual que opinadores como Joaquim Coll nos digan auténticas barbaridades. En La Vanguardia le hacen el juego constante a Unió y las editoriales se han endurecido en contra.

Pero una cosa es no haber respondido con insultos y otra muy distinta es que no tengamos algo de orgullo. Los ataques a nuestra dignidad han sido constantes. No es nada agradable que te digan a diario que defiendes una causa antidemocrática.

Por eso, los ataques a nuestra dignidad son también una causa más para votar que sí este 27 de septiembre.

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