Tras la manifestación del 11 de septiembre de 2012, en el minuto 17:14, el camp nou grita «independència». El Barça siempre ha sido un vehículo de expresión catalanista, como otros clubs han representado la identidad española. Lo que es nuevo son los gritos. El minuto se escogió porque en 1714 Catalunya perdió sus derechos históricos.
Ahora, un vídeo de la BBC está nominado a los premios Webby. Estos nacen hace 17 años y tratan de premiar contenidos que han tenido mucho éxito en la red. Podéis votar aquí.
No hace mucho colgué la crítica del nuevo film de Clint Eastwood, que retrata cómo Nelson Mandela, tras ganar las elecciones en un país absolutamente dividido, utiliza el rugby como elemento integrador.
La película está muy bien ejecutada. Como digo en la crítica, me parece que es la «típica» de deportes en el sentido que Eastwood hace un cine muy clásico. Pero, a la vez, es «diferente», dualidad contradictoria que suele darse en sus historias.
La película me hizo pensar en un debate que algunas veces he tenido con gente. Yo no conocía este aspecto del gobierno del mítico estadista africano, y es obvio que es una clara utilización del deporte con fines políticos. En cambio, la gente tiende a decir que deberían mantenerse siempre separadas.
Muchos sabéis (y si no os lo digo) que soy un enfermo de Barça y fue por allá finales de los 60’s el president Narcís de Carreras se atrevió a calificar al Barça de «más que un club». Unos 5 años más tarde Agustí Montal lo popularizó utilizándolo como eslogan electoral de unas elecciones que, por cierto, ganó.
Esa frase tenía connotaciones políticas. Trataba de expresar que cuando el culé cantaba un gol, no era sólo eso lo que estaba celebrando, sino que era una forma de expresar el descontento con el régimen establecido y la idenficación con cierta forma de entender Catalunya.
Muchos culers seguimos considerando vigente esa identificación entre la catalanidad y el club. Pero a muchos les molesta porque consideran que no es legítimo por lo que comentaba de la separación de estos dos conceptos.
En cambio, Mandela no tuvo ningún reparo en hacer un uso político de una selección de rugby, que había sido símbolo de la opresión del apartheid. ¿También era ilegítimo que hiciera ese uso? Para mi, añade un elemento muy interesante al debate. No he tenido la oportunidad de compartirlo con nadie, así que no sé qué me contestaría alguien que criticara este aspecto del barcelonismo del que he hablado.
En mi opinión, Mandela hizo muy bien. La realidad es que la unidad entre deporte y política ha sido, es y seguirá siendo total. No en vano, la mayoría de los eventos deportivos más importantes se hacen bajo enseñas estrictamente políticas; las olimpiadas, el mundial de fútbol o la copa Davis… La gente es fiel a Nadal, Alonso, Héctor Barberá… La identificación sólo llega por un aspecto puramente político; prodecemos de la misma entelequia política.
Que la selección española gane la eurocopa no es un hecho políticamente neutro. Que los jugadores de baloncesto ganen un europeo y canten; «yo soy español» tampoco. Que los adjetivos que se utilizan para definir la selección (o las virtudes de un equipo) sean del tipo; casta, raza… tiene una carga ideológica evidente para quien quiera verla. Es así y lo que no veo por qué debería ser malo.
Mucho más sutil es la identificación entre otros clubes y sus territorios o la propia nación española. De todas maneras, debería ser significativo que en el Bernabeu y otros estadios hayan banderas españolas. También en ello hay una connotación política, esta no reconocida.
La pregunta del millón es; ¿por qué en un caso se habla de uso político de un club y en el otro se ve como algo «normal»? Jordi Pujol me recordó en sus memorias un concepto que había olvidado; el nacionalismo banal, que es la forma de nacionalismo tan socialmente aceptada que no se percibe como tal.
Así, la aceptación como algo normal que cuando uno sigue el mundial se identifica con la selección de su país y no otra, o las simpatías por Alonso en vez de por otro piloto de la parrilla de otro país son dos expresiones naturales de esa forma banal de identificación. Y no sólo no es malo sino que despierta cierto sentido de identidad empático y positivo.
Os prometo que este post no nace con el objeto de que nadie se sienta molesto porque no estoy criticando nada. Al contrario, a mi me parece bien. Pero he de reconocer que me llama la atención poderosamente (y me molesta) la geometría variable de nuestra percepción de lo asumible de unos principios en función de la proximidad o lejanía de los nuestros.
Hoy hace justo un mes que el Barça ganó la Copa de Europa. Pocas horas después del partido nos enteramos de que el de Sant Pedor había puesto un vídeo a sus jugadores.
Ya con la tranquilidad de haber superado las emociones de aquel partido, me gustaría analizar el vídeo como pieza motivadora.
No cabe duda que, desde el punto de vista de un jugador ya de por si cargado emocionalmente por lo que se le viene encima, el video debió tocarles, y mucho, la fibra. Según se dice, Gabi Milito, que no ha podido jugar en toda la temporada, acabó llorando.
Desde el punto de vista de tocar las emociones, el vídeo es impecable. Está bien montado, es visualmente muy atractivo, la música acompaña a las mil maravillas y las imágenes están cargadas de mucho simbolismo.
El montaje empieza casi superponiendo el estadio olímpico, donde una masa enloquecida espera a sus estrellas en un concierto con el Coliseo. Así, por tanto, la doble analogía donde, por un lado los jugadores son gladiadores y por otro la afición una comunión que les espera con los brazos abiertos, está servida.
En seguida aparece la frase «mi nombre es Gladiador», y empieza con el tema emocional de Gladiator, combinando imágenes de los jugadores a cámara lenta remarcando lo épico de la escena. Los porteros son acompañados por el famoso plano de la mano acariciando las espigas en el film. Las paradas que salen son muy relevantes, como las de Valdés a Drogbá o el penalty que paró Pinto que les llevó a la final de la Copa de Rey (el famoso Pinto de inflexión según los de RAC1).
Destacan las imágenes donde sale Gabi Milito. Creo que es significativo que en dos de los tres planos, besen al jugador sus compañeros. Fijáos que está montado de la siguiente manera; primero le besa Valdés, corta a un plano de entreno y luego le besa Keita en el mismo partido. No me interesan tanto los jugadores como el hecho de que ha aprovechado dos imágenes de mucho cariño. El plano de en medio parece más de recurso para evitar que parezca que ha eliminado parte de la secuencia de la que ha sacado los besos que para otra cosa.
También me llama la atención la parte (sobre el 1:45) donde sale Hleb. La verdad es que ha hecho una temporada floja y no debe ser fácil conseguir imágenes de jugadas finalizadas. Para darle continuidad a las jugadas, ha juntado los planos de dos partidos. Primero regatea a un jugador del Recre y, acto seguido, a uno del Almería. Casi ni reparamos en ello. Entre los dos planos, para que «pasen» bien, hay como un flash en blanco muy rápido.
Y llega el momento del Madrid. En el minuto 2:21, en un montaje magistral con el baile de Dani Albes, empieza la odisea del 2 a 6. Asimila el Bernabeu con el Coliseo, allí donde se echaba a los pobres cristianos frente a los fieros leones. Además, lo hace en ese segundo en el que la canción se vuelve más grave. El montaje mezcla el enfrentamiento entre el gladiador, que representa la honestidad, y el emperador, que representa la corrupción, el poder, la prepotencia… y, por cierto, viste del blanco.
En ninguno de los planos ataca el emperador, sino que siempre está tomando la iniciativa Russell Crowe, cosa que en la película no pasa. Y no salen todos los goles, solo 3 (los 2 más simbólicos, el de Puyol besando el brazalete, Pique mostrando los colores y uno del renacido Henry). Los otros dos goles son del Camp Nou. Por cierto, cuando Henry marcó el gol, iban 1 a 0, pero en las imágenes pone 1-1. Es decir, ha preferido tomar la imagen de la repetición que poner un resultado adverso en la pantalla.
Y, cuando los jugadores se funden en el enésimo abrazo y Gladiator tumba literalmente al Emperador, vuelve la música emocional sobre el minuto 3:30. Llega el momento de los rezos, al «no sabemos a qué vamos a enfrentarnos…» y a la preparación de la final de Copa. Cuando la música se vuelve más épica, imágenes de diversos partidos pero, sobre todo, los de la final de Copa.
La música sube el tono hasta que llega el momento más épico de toda la temporada, el gol de Iniesta en semifinales de Copa de Europa frente al Chelsea. Pero no lo hace con la imagen que estamos acostumbrados a ver el gol. Yo creo que lo hace porque, así, el gol, se convierte en una nueva experiencia. En realidad no lo esperas porque no reconoces la jugada. Y la comunión con el publico, con esas imágenes grabadas desde un móvil.
Y con el abrazo, llega el «sueño que era Roma». Los altavoces estallan con Nessun Dorma y las imágenes toman gravedad con los jugadores concentrados para saltar al campo y la cara de ilusión de Iniesta. Y, con todo ello, la analogía de nuevo entre gladiadores y los jugadores.
Los gladiadores saltan al campo y les impresiona lo que ven. Y, a continuación, imágenes del Camp Nou con petardos y, superpuesta, la Copa de Europa. Y la gente aplaude, pero como en un concierto, ligándolo a las primeras imágenes que vimos, como si todo hubiera sido el gran tema de un gran grupo de música.
Aunque la ejecución es brillante, creo que no consigue lo que busca. El final es demasiado sobrecogedor, impresiona, carga de gravedad al asunto. Cuando lo que hay que conseguir es justo lo que hace Al Pacino en Un domingo cualquiera. Que los jugadores chillen y tengan ganas de comerse el campo. Así, creo que el ritmo no está bien buscado del todo. Un pequeño error que, entre otras muchas cosas (e imagino que más importantes) afectara a esa salida tan floja al campo de los culers.
Me pregunto qué pasará si el año que viene el Barça llega a la gran final al Bernabeu. ¿Optarán por Sabina y el Pongamos que hablo de Madrid? ¿Y si llega también el Real Madrid? Quizás sería más adecuado la canción de Shakira Ahi te dejo Madrid. Sería muy adecuada, después del 2-6 esa parte donde dice «ahí me voy otra vez, ahí te dejo Madrid».
Más allá de las bromas (inevitables por otra parte por lo culé que soy), he contabilizado 18 abrazos entre los jugadores, auténtico hilo conductor del vídeo. Y todos los jugadores que han marcado esta temporada han salido marcando, al menos, un gol. Sólo han quedado fuera los porteros, el lesionado Milito, y Hleb, Abidal, Pedro y Víctor.
Una pequeña pieza que creo que siempre asociaremos a Pep, a la final de Roma, y a la gran temporada blaugrana. Ya está. Ya no hago más sangre. 😉
No tengo intención de salirme a menudo de lo que concierne a las webtv’s en el blog, pero me apetece hablar de un conflicto que se ha generado en Barcelona y que dice mucho de nuestra clase política.
No sé si sabéis que, cuando el Barça juega un partido de futbol, la diagonal, una de las calles más importantes de la ciudad, se llena de coches en las avenidas peatonales que tiene en los laterales. Estoy seguro que, para muchos vecinos, los partidos del club con más socios del Estado es un problema. Sobre todo para aquellos que tienen movilidad reducida. Es obvio que hay que encontrar una solución, pero también lo es que es tremendamente complejo.
Bueno, no es del todo así. El ayuntamiento ya la ha encontrado. Ha puesto unos pilones que impiden la entrada de los coches y listos. Esa es la imaginativa vía que han encontrado. Me imagino la conversación entre Narváez (concejal de movilidad) y Hereu.
– Què fotem amb el tema del Barça? (¿qué hacemos con el tema del Barça?)
– Quin problema? (¿Qué problema?)
– Res, que la gent aparca a les voreres. (Nada, que la gente aparca en las aceras)
– Ah, això! Doncs que no ho facin. Possem uns pilons i punt… (¡Ah, eso! Pues que no lo hagan. Ponemos unos pilones, y punto…)
¿Qué pasa con toda esa gente que viven muy lejos y NO tienen transporte público hasta su casa cuando acaba el partido? Fácil, que aparquen en la otra punta de ciudad y cojan el metro.
Ese es el tipo de soluciones que nos ofrecen, no Jordi Hereu y su equipo, sino todos nuestros políticos en general. En vez de hacer atractivo el uso de medios de transporte públicos, dificultan el uso del privado… Es de una incompetencia que espanta. Y eso nos pasa con todo; la crisis, las infraestructuras, educación, cultura…
No digo que sea fácil. De hecho es muy difícil. Pero también lo es dirigir una gran empresa. O arrancarla, como hacemos muchos de nosotros. Pero nosotros no podemos ir a nuestros socios con ideas lamentables y decirles que aportar soluciones no es fácil.
No me considero alguien que critique por sistema a los políticos. Pero ponen muy difícil su defensa. Y así nos va…