En crisis (4): El populismo

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Lo más grave de la crisis no es que yo entre en crisis con mis ideas. Ni que me sienta huérfano porque no encuentro ideas que me hagan creer en ellas. Ni siquiera que defendamos cosas (yo incluído) sin tener muy en cuenta las consecuencias reales que pueden tener. Lo más grave de todo es que la crisis está aplanando los discursos, lo que nos aboca al populismo.

El populismo no entiende de derechas y de izquierdas. De unas identidades y de otras. Se mueve perfectamente sean cuales sean las ideas que represente. Su característica es una coherencia extrema que tiene en cuenta la realidad pero sólo en parte y que, además, supone que cualquier discurso que no vaya en la línea de lo que defiende es una cortina de humo.

¿Qué dicen el populismo de derechas, eminentemente identitario? Que los «nacionalistas», asumiendo que ellos no lo son, utilizan la independencia para tapar sus vergüenzas. ¿Qué dice la izquierda? Que lo utilizan para tapar la crisis. ¿Y qué dicen los nacionalistas cuando se destapan un caso detrás de otro, a cual más vergonzoso? Que es un ataque al país.

Cuando emergió de la oscuridad el movimiento independentista en Catalunya, ¿recordáis lo que decían los de izquierdas con muy buena intención (lo digo sin acritud)? Que libertad de elección sí, pero que nos estaban tomando el pelo. Que el tema de verdad es la crisis. La crisis y sólo la crisis. Pero, ¿dónde están ahora esas voces cuando sólo hablamos de corrupción? Porque de crisis hablamos mucho menos ahora.

No critico a la izquierda por esto. ¿Y qué es lo que hemos de hacer? ¿Ignorar toda la basura que está saliendo? ¿Cómo vamos a ignorar que en unos papeles sale que el presidente ha cobrado en negro? ¿O que Catalunya parece un cómic de Anacleto, agente secreto? La TIA de Mortadelo y Filemón tiene mucha más dignidad.

Por supuesto que tenemos que hablar de la corrupción. Pero no veo a demasiada gente preocupada porque sea una cortina de humo. A nadie le importa la utilidad que alguien pueda sacar de todo esto. Nadie habla de intencionalidad. A ninguno nos interesa un pimiento saber qué empresas, igual de corruptas que los políticos, han financiado a los políticos.

En medio de una crisis y con la corrupción infestada entre toda nuestra clase política, sumada a un discurso anti crisis y anti corrupción de lo más superficial, le estamos abonando el terreno a los populismos regeneracionistas. De hecho, ya los tenemos en nuestros parlamentos. Y sus estimaciones no hacen más que crecer.

No seré yo quien defienda a un PP que se ha alimentado con el tocho, ni a una CiU metida hasta el cuello en el Palau, ni a un PSOE enriqueciéndose con los EREs. Pero pensar que otros partidos, me dan igual las siglas, son más honestos porque no se han corrompido me parece de una candidez descomunal.

Si no entendemos que esto de la corrupción no tiene que ver ni con las siglas ni con las ideas, estamos abocados a abrazarnos a partidos populistas. No me refiero al resto de partidos. Los hay con un largo historial de hacer política con mayúsculas, como IU o ERC. Pero esto no pasa por escoger a un partido con las «manos limpias».

Se arregla con una justicia rápida, como la de USA, que en unos meses metió a Madoff en la cárcel. Sin bochornas amnistías. Y con un cambio de discurso de las fuerzas políticas. Si los partidos «grandes» siguen con la política de esconderse cuando les toca la china y arremeter cuando se trata del otro partido, no hacen más que alimentar los discursos simplificadores.

Miro a nuestro alrededor y veo que los países que han caído en el populismo de derechas o de izquierdas, no han salido de él o no lo han hecho fácilmente. También veo que esos «garantes» de la regeneración democrática han sido mucho peores que los malos anteriores. Y nos miro a nosotros y… me preocupo mucho.

Nuestra sociedad está como Adán, tentada por la manzana de Eva. Nos seduce la idea de salir de este pozo por la vía rápida y tomando la revancha a los que nos han tratado como cretinos. Pero detrás del mordisco, a Adán le cayó encima el pecado original. Como él, podemos acabar pagándolo muchos años.