Estos días el presidente de Extremadura y su equipo se están acordando mucho de Catalunya. No es algo nuevo porque Rodríguez Ibarra también hacía constantes alusiones. Sus discursos se adaptan a las nuevas circunstancias y al relato. Extremadura, modélica, ha conseguido generar superhabit en su comunidad. ¿Por qué, si ellos han hecho los deberes, han de aceptar que las que no los han hecho reciban el premio de ver reducidos sus objetivos de déficit?
¿Saben qué les digo? Que le doy la razón. Es tramposo que aquellos que no cumplen con las exigencias se vean premiados con facilidades. Ello genera incentivos perversos: si al no cumplir con lo pactado consigo premios, para qué cumplir. Así, Catalunya no merece ningún premio por no haber llegado allí donde Extremadura sí ha llegado.
Ya que Monago quiere comparar la realidad catalana con la suya, podría ver que Extremadura tiene un paro superior al 35%, lo que le sitúa casi 11 puntos por encima del catalán. Es más, Extremadura este mes de marzo (de 2013, el último del que tenemos datos en el momento de escribir este post) es de las pocas que han crecido en parados. Extremadura tiene un superhabit fiscal equivalente al 18% del PIB anual. Es decir, que cada 5 años el resto de españoles hemos entregado el equivalente a «un año de PIB» a los extremeños. Por si esa perspectiva no es suficientemente significativa, sirva decir que equivale a añadir más de un 50% del gasto e inversión pública a lo que ya pagan los extremeños. Por cada euro que pagan los extremeños, el resto de españoles les damos en concepto de solidaridad más de 50 céntimos. En el año 2005, el único del que el estado español ha dado datos, los extremeños pagaron algo más de 4.000 millones de euros y recibieron casi 7.000 millones. Casi el 75% de lo que los propios extremeños han pagado.
Ya que le apetece compararnos, resulta que los catalanes hemos sufrido un déficit fiscal del 8,5% de media, lo que implica que cada 12 años perdemos 1 completamente. Y eso se corresponde al 40% de nuestros impuestos. Es decir, por cada euro que pagamos, sólo nos vuelven 60 céntimos. En realidad, es algo menos.
No sé qué se preguntan los extremeños. Sí sé lo que me preguntaría yo: ¿qué han hecho nuestros políticos con el dinero de la solidaridad? ¿Generar riqueza? ¿Crear una industria? ¿Posicionarse en el mundo? ¡No! A pesar de gastar por habitante más que Catalunya en política exterior. La única riqueza que han generado es… plazas de empleo público. En definitiva, lo que todos sabríamos hacer. ¡Y con el dinero de otros!
En Extremadura hay 1 funcionario por cada 11 habitantes mientras que en Catalunya 1 por cada 25. La maginitud del drama es que, 1 de cada 4 empleados en Extreamdura es público. No sólo eso. Según un estudio del BBVA, el 40% del total de lo que se paga en forma de salarios en Extremadura son sueldos públicos. Si el 25% de los empleos son públicos y estos generan el 40% de los salarios, algo raro está pasando. El sector privado es incapaz de igualar lo que paga el sector público. Valiente política de crecimiento. Y ahora, señor Monago, ¿dónde están los incentivos perversos? ¿En la flexibilización del déficit a una comunidad que aporta al sistema muchísimo? ¿O en el subsidio sistemático de una región en la que sus presentantes demuestran una incompetencia total a la hora de generar riqueza? Tomando sus palabras: comamos, pues, todos del mismo menú.
Hay quien me dirá, con razón, que las balanzas fiscales no tienen nada que ver con los presupuestos de las autonomías. Pero es innegable que el hecho que el estado se encargue de sobreinvertir en una región libera al gobierno autonómico de ciertas tareas, lo que le permite gastar el dinero en otras cosas. Y es justo eso lo que ha sucedido. Los extremeños han recibido servicios que otras comunidades, teóricamente más ricas, no han podido poner al alcance de sus ciudadanos.
Así que, señor Monago, podríamos hacer la comparación de otra forma. Quizás más justa. Si los catalanes tenemos un déficit en la Generalitat del 2% y, a la vez, un déficit fiscal del 8,5%, en realidad estamos generando un 6,5% de superhabit. En cambio, ustedes tienen un minúsculo 0,7% de superhabit en su gobierno autonómico pero un 18% de superhabit fiscal, por lo que, en realidad, están ustedes generando un descomunal déficit. Un déficit que, de ser ustedes un estado, les hubiera llevado a la quiebra sin ninguna duda. Para dimensionar esa cifra, piensen que el rescate bancario español, que significaría la quiebra inmediata del estado, equivaldría a pagar 1 vez el 10% del PIB. Aquí hablamos del 18% cada año.
Yo asumo y reconozco que las condiciones objetivas con las que juega la partida Extremadura son peores que las catalanas. Por eso es bueno y justo que haya un flujo de dinero desde los grandes polos económicos a las zonas con más dificultades. Pero de ahí a vender que son la leche, hay un trecho. ¿Qué deben pensar los extremeños cuando sale su presidente ha decir que su gestión es modélica y miran su realidad? Realmente, o los políticos son unos sinvergüenzas en el sentido más profundo de la palabra (que nada les da vergüenza) o es verdad que necesitamos discursos bien simplificados.
Me sorprende un poco esta fijación de Extremadura con Catalunya. Es verdad que los catalanes y nuestros representantes hemos hecho algunos comentarios lamentables que se califican por si solos. Debemos hacer autocrítica. Pero también es verdad que ese sanbenito le ha tocado sobre todo a Andalucía. Cuando escucho alguna memez, el ejemplo que se pone es el andaluz, no el extremeño. No acabo de comprender estas reacciones.
Lo más grave es que, incluso cuando nos equivocamos, esas respuestas son terriblemente desproporcionadas. Cuando alguien ha llamado vago a los andaluces, la respuesta ha sido de una virulencia que escapa a llamar a alguien poco trabajador. Adjetivos totalitaristas se nos aplican con una facilidad que asusta. De hecho, lo que más me preocupa es que genere votos decir que los catalanes somos nazis. Desde luego, poca o nada simpatía encontrarán entre los catalanes. Tengan su origen donde lo tengan.