El consenso de la mala política

El sustrato del malestar

No hace muchos años, era fácil ponerse de acuerdo en aspectos esenciales incluso con personas que tenían opiniones distintas a las nuestras. Sin embargo, a lo largo de la última década, esto ha dejado de ser así, con una excepción. Compartimos que los políticos son incompetentes y corruptos, que solo aspiran a medrar por una escalera que paga el pueblo. Es indiscutible que hay miríadas de ejemplos con los que sustentar cualquiera de estos calificativos. Por eso, la crítica generalizada y sin sujeto en singular es la verdadera centralidad de nuestro tiempo. Sea cual sea la cuestión a debate, o es culpa de todas las fuerzas sin distinción, o existen pruebas suficientes para asegurar que todas hubieran actuado igual (de mal).

El descrédito de la política no es un hecho aislado. Las instituciones sufren un severo distanciamiento social, pero la de los partidos es quizás la más relevante para el día a día de la ciudadanía. No usan mascarillas, pero los votantes se tapan la nariz de forma preventiva sin importar a quién dan su apoyo. La opinión es tan transversal y unánime que nadie la discute. Incluso hasta el punto de que, si dos personas confrontan ideas, no es extraño que los observadores piensen que lo hacen, no porque genuinamente creen en lo que defienden, sino porque los políticos los han inducido a discutir de forma artificial.

No hay duda de que los partidos se han ganado a pulso la mala prensa. Hay montañas de decisiones pésimas, la gestión comunicativa es terrible y han tolerado conductas inapropiadas habitualmente. Y lo más grave ha sido primero alimentar y luego ignorar el mayor consenso social que venía del s. XX y que vertebraba las aspiraciones de las sociedades occidentales: el progreso social. La garantía de mejora a lo largo de los años que, además, revertía en que los hijos vivirían mejor que sus padres. Este fracaso es el substrato del malestar social que ahora alimenta a las fuerzas iliberales. La globalización ha enriquecido a muchos de nosotros gracias a la reducción del precio de miles de productos, pero también ha generado millones de perdedores en sus cientos de procesos de desindustrialización. Enormes bolsas de población que ahora quieren desalojar a los que les mintieron.

Por eso, los ciudadanos, cuando hablan sobre política, en seguida consensuan el punto de vista respecto a los líderes que manejan el país, sea el que sea. Los políticos roban y son inútiles. Punto.

La política del aquí y el ahora

El único problema es que una explicación tan simple no puede incorporar toda la realidad. Es fácil percibir el chirrido de los engranajes argumentativos por mucho que, efectivamente, los gobernantes lo han hecho mal y nos han llevado a donde estamos.

Una descripción tan plana, tan igualitaria con todos los partidos, aparte de ingenua, es terriblemente peligrosa. No es casual que, cuando más adeptos tiene este discurso, más crecen las fuerzas iliberales. Pero ¿por qué?

Creo que la imagen que mejor lo explica en nuestro tiempo es el triunfo de las nuevas tecnologías. Su gran virtud es la capacidad de optimizar procesos, característica utilizada también en política. El caso más conocido es el de las fake news, que se esparcen y reverberan en minutos y de las que hablaremos más adelante. Hay otros más sutiles, pero no menos penosos y autodestructivos. En especial, la propia razón por la que el ser humano moderno considera la optimización como un proceso esencialmente positivo. Nos encanta el aquí y el ahora.

Corren miles de publicaciones de psicología haciendo apología de la importancia de vivir el ahora, de ignorar el pasado porque ya está atrás, y no preocuparse por un futuro incierto. Por supuesto, un futuro que siempre llega y que es más incierto conforme más lo ignoramos.

¿Cómo se traduce esta necesidad en términos políticos? En que la parte de nuestros problemas que interfiere con lo público ha de solucionarse de inmediato. Significa «tengo este problema y me lo tiene usted que resolver hoy mismo». Aunque sea emocionalmente comprensible, las necesidades complejas llevan tiempo y no se resuelven como cuando el capricho es un helado.

Recordemos la voracidad de los votantes previa a la crisis del 2008, cuando todos los pueblos necesitaban un pabellón deportivo, una sala de actos y piscina municipal. O que todas las provincias construyeran su propio aeropuerto. Aquí, ahora, y cerca. Porque desplazarse al pueblo de al lado cuando queremos hacer una actividad de teatro es inasumible.

Y en el cénit de la trivialización ideológica, la mayoría de la gente se reclama apartidista, como si eso los inmunizara a la manipulación. Hordas de libre pensadores que todos piensan y razonan igual. Nunca como hoy ostentamos la desinformación consciente como muestra de independencia. Leer siempre había sido símbolo de autonomía, excepto si tiene que ver con actualidad, parece. Mucho mejor vivir al margen porque así no te manipulan, dicen… Una tormenta perfecta que nos deja a merced del titular y de telediarios que dedican más de la mitad del tiempo de antena a hablar de sucesos.

La falta de información lleva a la simplificación del discurso y nos hace hipersensibles a la contradicción. Si un gobierno toma la mayoría de las decisiones con una sensibilidad parecida a la nuestra, al mínimo distanciamiento, se señala como una grave crisis y hace inasumible votarlos sin autojustificarse.

La lista es interminable y nuestra actualidad está repleta de ejemplos de respuestas sencillas a problemas complejos. No queremos que los precios suban, pero queremos que se fabrique cerca de casa para generar empleo. Es obligatorio decrecer para salvar el planeta, pero ni hablar de reducir la capacidad de compra, cuando decrecer implica necesariamente disponer de menos bienes para la misma gente. Naturalmente, queremos pacificar nuestras calles, pero desplazarnos en coche ha de seguir siendo rápido y cómodo. Nos molesta que la inmigración crezca de forma exponencial y vemos la causa en lo corruptos que son los gobiernos de los países que expulsan a su juventud. Ahora bien, cuando tenemos una crisis económica, exigimos a nuestros poderes que recuperen el crecimiento lo más rápido posible, lo que suele hacerse con políticas monetarias que, indirectamente, arruinan a los países en vías de desarrollo, lo que aumenta la presión migratoria. Queremos energía verde, pero no al lado de casa, ni en antiguos cultivos, ni modificar paisajes encantadores… Nos molesta que otros lleguen a nuestra ciudad con los mismos billetes baratos con los que nosotros viajamos a otras ciudades. Turist go home y regulación de alquileres, pero Airbnb echa fuego cuando valoramos opciones de alojamiento. Salarios mínimos dignos, pero Glovo y Uber no dejan de crecer en la última milla a través de puro esclavismo moderno.

El problema es que la política debería ser, más que la del yo ahora, la del mañana de todos. En otros términos, la buena política está a las antípodas de lo que reclamamos como ciudadanos. Y, en esa batalla entre nuestro yo presente y el nosotros futuro, suele ganar el primero.

Gobiernos y oposición discuten por la tarde en el parlamento lo que han concluido que les beneficiará según la encuesta de la mañana, lo que, a su vez, impide que los partidos resuelvan problemas reales porque la mayoría de ellos requieren pensar más allá de los cuatro años de legislatura. Y el círculo de descrédito no para de dar vueltas y vueltas, lo que hace la bola más grande. Además, las encuestas dependen de la coyuntura y son más volátiles que los principios ideológicos, lo que difumina las diferencias entre los partidos de nuevo y alimenta el imaginario de que tanto da a quién votes. Y todo ello es un campo labrado donde los ultras crecen con alegría.

El nuevo (y falso) consenso social

La comprensible equiparación de las fuerzas políticas frente a cualquier hecho que evaluemos comporta un coste oculto. Cuando renunciamos a señalar los errores (y aciertos) específicos de cada partido, pildorizamos la política. La aplanamos. Todo el mundo llega porque todo el mundo sirve para decir que los políticos son la misma basura. Para eso, no hacen falta conocimientos, ni estar al día. Ahí, sí, todos somos iguales. Es la mediocridad por la parte baja del espectro. Nos convierte en tan inservibles como los políticos a los que criticamos.

Pero lo más grave es que resulta imposible una discusión sobre si cierta decisión es más o menos próxima al ideario del partido en cuestión. Por ejemplo, nos impide discutir si la peatonalización de Consell de Cent en Barcelona se ajusta o no a la ciudad prometida por la Colau porque firmó la llegada de la Copa América. ¿Significa eso que Colau no tiene valores? ¿Es imposible que tomara una buena y una mala decisión? ¿Podemos compartir una y no la otra? ¿O compartir las dos y justificarlo bien? ¿O ninguna de las dos? Es más, podemos votarla sin sentir vergüenza, aunque no todas sus decisiones nos hayan gustado. Hablo de Colau porque ni la hubiera votado, ni la votaría. Pero merece una mirada compleja, como el resto de los partidos. Los democráticos, quiero decir. Incluso aunque ella contribuyera con su discurso a la política del aquí y ahora cuando ganó las primeras elecciones aprovechándose de una mentira que publicó El Mundo e insistiendo que los precios de los alquileres subían porque no había voluntad política municipal de resolverlo. Y, como ella, todos los partidos, que entienden el desgaste del rival como consustancial a la estrategia comunicativa que lleva a ganar comicios. Ellos mismos se ponen una trampa mortal.

Esta hipersimplificación del debate, la trivialización que supone asumir la maldad de todos los liderazgos políticos, genera un enorme consenso social. Bajo esta cosmovisión, el verdadero mal, pues, no es la decisión que ha tomado tal o cual partido, sino la suspicacia con la que los políticos toman las decisiones. Porque la crítica asume que el mal radica, precisamente, en su propia naturaleza partidista, en que se ha diseñado para confrontarla al rival. La bondad no existe, solo hay intereses, y esos intereses se presentan no como lucha ideológica (derecha vs izquierda, centralismo vs descentralización…) sino políticos vs. sociedad civil. Una sociedad civil que somos todos: trabajadores y empresarios, policías y manifestantes, funcionarios, trabajadores por cuenta ajena y autónomos, mujeres y hombres, menores, adultos y jubilados… Son sus intereses vs los nuestros. Una política que no piensa en lo que la sociedad necesita sino en lo que le permite seguir ostentando el poder.

Pero la gran trampa es que el consenso es puramente denotativo. Todos nos encontramos en «los políticos son unos inútiles». Sin embargo, lo connotado, lo que se esconde detrás de esa frase, lo que de verdad queremos decir, es absolutamente antitético. El anarcocapitalista y el comunista, la feminista y el de «los hombres están desprotegidos delante de la justicia», el independentista y el «esto del catalán es como con Franco, pero al revés», dicen lo mismo sobre los políticos, pero por razones contrapuestas. Porque son «inútiles» por incapacidad de llevarnos a una sociedad «mejor», que sí tiene significados distintos para cada uno de nosotros.

Esto es aún más grave ahora, que los espacios ideológicos compartidos se han extinguido. Lo que antes llamábamos centralidad, hoy es exigua. La polarización impide los acuerdos, excepto ese pobre y pequeño reducto; el del «ya les vale a los políticos».

El abono de los ultras

No es casual que los movimientos ultra crezcan con tanta fuerza en la época que más consenso genera la idea de que la política es un estercolero. Tampoco debería sorprendernos que algunas de las fuerzas «regeneracionistas» nominalicen su causa únicamente enfocada en esta nueva centralidad para pescar en todos los caladeros, como Se Acabó La Fiesta.

Hay que reconocerles que se mueven con inteligencia aprovechando las redes del «aquí y ahora». En la tragedia de la Huerta Sur de Valencia tenemos un ejemplo claro. Además de mandar a gente bajo su bandera para que se manchen los pantalones de barro (de forma más o menos teatralizada), difunden videos en los que un tipo, al que la mayoría no conocemos, expresa con sensatez que «todos los partidos lo han hecho mal aquí». Todo el mundo lo comparte porque hay consenso. Un consenso que impide cuestionarse quién era responsable de qué, que igualan los errores de las partes, sean cuales sean, y con independencia de la gravedad de lo que hizo cada una de ellas. Y el clip corre como la pólvora sin que nadie se haya molestado en averiguar quién es el chico del vídeo ni qué había publicado antes. Somos mejores pidiendo responsabilidades que ejerciéndolas.

Y mientras la publicación viaja más y más, el autor o autores van ganando seguidores. Y lo que un día era la igualación de todas las fuerzas políticas filtradas a través de la misma mirada «apartidista», se acaba traduciendo en cientos y en miles de visualizaciones de nuevas publicaciones posteriores donde, ¡oh, sorpresa! aparecen mensajes en contra de libertades, que eran consensos no tanto tiempo atrás. Difundiendo una «razonable» enmienda a toda la plana política, acabamos esparciendo un relato que, poco a poco, desplaza nuestra sociedad hasta tesis iliberales. Y, con ello, la normalizamos. Y nos acostumbramos.

Es la demostración de la teoría política de la ventana de Overton, que asegura que se puede pasar de lo impensable y radical a lo sensato y popular si se avanza de forma gradual. Ahí tenemos las cunas de la república democrática, la del parlamentarismo, y la de las libertades del individuo dando el poder, o muy cerca de hacerlo, a líderes con pulsiones autocráticas.

¿Cuánto tardaremos en justificar que la gente ha votado a un señor que va a un mitin con una motosierra porque «necesitaban probar algo nuevo»? ¿Cuándo será normal que gane alguien que quiera construir muros pagados por las personas a las que intenta impedir el paso? ¿Cuándo aceptaremos que alguien cite al «innombrable Franco» para darle las gracias por lo que sea que hiciera durante su infausta dictadura? ¿Cuándo votaremos a señores que hacen carteles electorales montados a caballo como iban los señoritos que maltrataban a sus trabajadores? ¿Cuándo lo anormal será tan normal que lo aceptemos como una posibilidad de futuro? ¿O es este ya nuestro presente?

La necesidad del debate persiste

Quien lea en estas líneas una apología a los partidos políticos no ha comprendido la esencia del texto. De hecho, los políticos han alimentado con sus estrategias de acción y comunicativas este universo. Han prometido lo que no estaba en su mano ofrecer y, con su actitud, cada vez más frívola, solo aceleran una dinámica que los llevará a su destrucción, ya sea por la vía de la sustitución por otras siglas, o por la colonización en sus propias bases.

Una sociedad madura ha de ser capaz de debatir sobre los valores que quiere compartir sin tildar de ser de tal o cual partido a quien defiende posturas similares a una fuerza política. Ha de estar preparada para análisis complejos, capaz de debatir aspectos concretos del desarrollo de unos hechos o la elaboración de nuevas leyes. También para votar o militar en partidos que no defenderán exactamente lo que piensa. Un cierto grado de contradicción es, incluso, saludable. Sin debate, las ideas se esquematizan y empobrecen. Tomar partido no es tener el cerebro lavado. Al contrario, vivir en la ignorancia nos debilita y nos pone al servicio de gente peligrosa. Ahí están los populistas al acecho para demostrarlo y retroceder decenas de años de progreso. Quizás en la defensa de esos mínimos comunes podamos reconstruir nuevos consensos. Hagámoslo antes de que sea tarde.

Madreperla

«Un semáforo rojo, un estruendo y todo se apaga».

Así comienza mi novela «Madreperla», un thriller político, que es uno de mis subgéneros favoritos y que, aunque estos últimos años hemos podido disfrutar de algunas ficciones maravillosas, se ha explorado menos de lo que se merece.

Ya la primera frase introduce al lector en la trama a través de un accidente de causas desconocidas. Laura, la protagonista, se verá interpelada porque la víctima, Manu, es periodista y la expareja más importante de su juventud. No tendrá más remedio que abandonar su vida tranquila para aclarar las causas que llevaron a Manu a su final fatal. Además de una compleja red de intereses, no podrá evitar preguntarse por los sueños abandonados, las razones por las que se apartó y si estos son compatibles con su vida actual.

Otros dos personajes protagonizan las principales subtramas; Julio es un ambicioso e ilustrado político que aspira a todo para reparar el fracaso de su padre que, postrado en una cama como un vegetal durante años, había luchado por lo mismo. Finalmente, Sergio creó una startup en el sector biomédico que acaba en fracaso, pero recibe una misteriosa oportunidad que lo salvaría de la quiebra y, de pasada, de perder a su hijo.

Me he tomado con calma su escritura, dejándola solo para cuando de verdad me apetecía y, tras muchas relecturas y ajustes, estoy orgulloso del resultado final. Incluso las decisiones pequeñas han sido emocionantes. Me encantaría compartir una relevante para que se entienda a qué me refiero. Cuando me decidía por un subtítulo, opté por “lo que el poder esconde” porque, ciertamente, es de lo que va la historia. Sin embargo, durante tiempo, estuve decidido a formular una pregunta que los tres personajes se hacen en diferentes momentos de sus tramas. ¿Cuál es el precio de la honestidad? No es que sea una cuestión muy explícita, pero es fundamental en el desarrollo de las pericias de cada uno de ellos, y me seduce ese nivel de sutilidad.

Las intrigas, los claroscuros y las persecuciones al límite son los ingredientes fundamentales con los que he trabajado. No he dejado de lado las relaciones amorosas ni, por supuesto, las familiares y las toneladas de contradicciones con las que vivimos el día a día. Pero, sobre todo, espero que a los lectores los acompañe durante muchas páginas una pregunta: ¿Qué demonios es Madreperla?

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«El poder del mito» de Joseph Campbell

Hace pocos días acabé de leer “El poder del mito”, que reproduce unas conversaciones entre Joseph Campbell, prestigioso experto en mitología comparada, y el periodista Bill Moyers. El libro desarrolla la tesis de Campbell, conocida por su primer ensayo El héroe de las mil caras, de enorme influencia en la narratología moderna.

El ensayo mantiene dos ejes centrales. En primer lugar, redunda en la conocida idea de que todos los mitos, en realidad, explican la misma realidad adaptada a las necesidades de cada sociedad. Cuando estudias narratología es habitual considerar que todas las historias son ulisíacas. Un héroe parte de su hogar con el objetivo de mejorar la sociedad. Este viaje físico no es más que una metáfora de un viaje interior que transforma al protagonista y su entorno. Estas tesis son las que, luego, utilizará Christopher Vogler en El viaje del escritor, un libro imprescindible si quieres construir relatos.

El segundo concepto es consecuencia del primero y de carácter más religioso o trascendente. Campbell se pregunta si la constatación de que todos los mitos responden al mismo relato y, por tanto, a las mismas necesidades humanas subyacentes, no hace anecdótico el relato mito en sí. ¿Qué sentido tiene ocuparse de la literalidad del relato cuando lo fundamental es cómo este ayuda a las personas y las sociedades a alcanzar un bien superior?

En términos más prácticos para nuestra realidad, Campbell sostiene que el mito de Jesucristo, desde sus enseñanzas hasta su muerte y resurrección, se expresan en otras regiones del planeta con mitos similares. Todas ellas ofrecen la misma respuesta. Según él, herramientas para trascender. Unos lo hacen a través de la meditación y otros a través de la oración, pero el objetivo es el mismo. Si esto es así, ¿hay que considerar de forma literal, por ejemplo, la ascensión a los cielos? ¿O no es más que la forma concreta en la que el mito cristiano construye la metáfora del viaje interior?

Por tanto, para Campbell la espiritualidad es fundamental, pero la idea de Dios no tiene sentido fuera del ser humano. No discute la realidad del mito. Más bien al contrario. Le preocupa el qué y no el cómo. No importa Jesucristo, sino como, a través de la oración, podemos explorar nuestro trascendente.

Como ateo, la considero una reflexión muy interesante. Comparto la idea que el ser humano necesita ver más allá. La única enmienda que le hago es que, el hecho de que sea una necesidad antropológica no es necesariamente consecuencia de la existencia de una espiritualidad real.

«Los dos Papas» de Fernando Meirelles

La película situa al Papa Francisco y al emérito Benedicto XVI en una conversación fictia previa a la renuncia al cargo del segundo. Bergoglio quiere renunciar, cansado de una Iglesia que no cuida de los más débiles y Benedicto trata de convencerlo que, si lo hace, dañará la imagen de la institución.

La película mezcla la teatralidad de «La duda» con unos debates sobre el papel que debería jugar la Iglesia y el Vicario de Cristo como máximo exponente, que recuerdan a los que Guillermo de Baskerville tiene con Jorge de Burgos en «El nombre de la Rosa». Y, como sucediera en el clásico de Eco, los dos modelos de Iglesia chocan a través de dos figuras carismáticas y, en este caso, reconocibles por todos.

La historia está razonablemente bien trenada y los diálogos fluyen, a pesar de que asumen el riesgo de estar contados en tiempo real, lo que tiene un mérito considerable. El texto, además, lo remachan las interpretaciones que, a ratos, brillan.

Donde la película se encalla para mi gusto es en la construcción de los personajes. Benedicto es casi tan temible como Jorge de Burgos y Francisco más santurrón que Guillermo. Después de la flojísima «Francisco, el Padre Jorge», el documental de Wenders «Francisco, un hombre de palabra» y esta de Meirelles, al Papa Francisco le habrán hecho todas las hagiografías antes de morir.

Meirelles no es santo de mi devoción. «Ciudad de Dios» me interesó más, pero quizás es mejor que los otros films suyos que he visto (me decepcionaron «A ciegas» y «El jardinero fiel»). Debo, eso sí, tacharle que califique su film de «inspirado en hechos reales» porque sabe que muchos interpretarán la reunión como real. Me pregunto a qué tipo de Iglesia achararía una conducta así.

Europa recarga las pilas al independentismo

Junqueras y Maragall

Desde que se fijó fecha y pregunta para el referendum de autodeterminación en Catalunya, todo el debate sobre la soberanía ha girado en torno a lo que debía pasar en las elecciones europeas. Hoy, con los resultados en la mano, ya podemos hacer algunas valoraciones rápidas.

En primer lugar, se visualiza la enorme implantación de las tesis de Junqueras. ERC está consolidando el rol que tuvo en tiempos de la república; un partido casa de mucha gente. ERC ha multiplicado sus votantes más que por 3; de 181.213 a 594.149. Pero hay un dato aún más relevante. En las elecciones europeas la participación es siempre menor. En cambio ERC ha recibido más votos que en las catalanas, donde hubo más de 1 millón de votos más. En las catalanas obtuvo 498.124, lo que refleja un enorme crecimiento y fidelización.

Demuestra también que Maragall y la NeCat tomaron una opción estratégica acertadísima. Las siglas del partido han aparecido en todas partes asociadas a la victoria. Conduce a una lectura interesante: los votantes del PSC que entendían el país de una cierta forma, tienen una nueva casa.

CiU ha aguantado el chaparrón. A pesar del desgaste de gobernar, a pesar de Duran i Lleida y a pesar de no haber ganado las elecciones, ha ganado en voto absoluto (de 441.810 a 548.718). El gran riesgo del partido es que a Mas se le conteste desde dentro. No haber ganado lo aumenta, pero parece haber aguantado el tipo.

Los grandes derrotados; PSC y PPC. Que en este contexto de más de medio millón de votos más, el PSC pierda casi la mitad de los sufragios (de 708.888 a 358.539) y el PPC el 30% (de 354.876 a 246.220) los desacredita absolutamente como referentes para entender la realidad catalana. La paradoja es que son los partidos que tienen opción de gobernar en España. Esto acentúa la distancia entre las dos realidades.

Dudo que Navarro y Camacho aguanten mucho más al frente. Pero el problema no son sólo ellos sino la lectura que hace el partido. Intuyo que los sustituirán por perfiles aún más duros. Y será un error.

De los datos no podemos extraer ninguna conclusión definitiva respecto a lo que los catalanes quieren porque la participación es baja. Sí que se evidencia el estado de movilización de unos y de otros. ERC+CiU+IC suman el 65% de los votos (1.401.421 frente a 762.632 del resto). De hecho, la suma de PSC+PP+C’s (762.632) apenas suma algo más que solo el PSC en las elecciones de 2009 (708.888).

El objetivo de los soberanistas era que en Europa se hiciera la lectura que los catalanes están interesados en Europa y en ser escuchados. Es cierto que Catalunya ha aumentado su participación una barbaridad, más de 10 puntos (de 36,9 a 47,6). Pero con dos «manchas». Ni se ha superado el 50%, que era el reto, ni se ha sobrepasado a España de mucho (no llega a 2 puntos). ¿Creo que llamarán la atención? Creo que sí.

Eso sí, la lectura que se hará entre los poderes madrileños es que Mas ha perdido y, por tanto, el proceso. Desde hace unos meses tengo la impresión que estos poderes ya entienden de qué va esto. Ya entienden que es el pueblo quien empuja. Por eso atacan más a entidades que representan a la sociedad y no tanto a los partidos.

Pero de cara al pueblo español, de cara a las publicaciones, seguirán «vendiendo» que Mas nos ha abducido. Y que, por eso, el proceso ha entrado en un impasse. De nuevo será mentira. Que en ciudades como Terrassa, Sabadell, Tarragona, Lleida, Girona y… Barcelona haya ganado ERC-NeCat tiene un calado enorme, por muy elecciones europeas que sean. Incluso en Cerdanyola, mi ciudad, que es eminentemente castellano parlante y de familias emigradas del resto de España. Por muy baja participación que sea. Sergi Castañé ha colgado este mapa del área metropolitana (históricamente socialista y menos permeable al nacionalismo). Lo dice todo.

Area metropolitana

La sociedad catalana ha dado un nuevo paso hacia ser consultada. Cuando los pueblos claman, los poderes pueden retrasar los sucesos pero nunca pararlos definitivamente. El precio de la dilatación para el poder es ir perdiendo el control. Cada día que pasa sin oferta española y sin una solución que evite la consulta, es una pequeña victoria del soberanismo. Veremos si la breve calma hasta las próximas elecciones (en 1 año hay elecciones locales) permite a Rajoy alguna oferta.

Santi Nolla y la muerte de Tito Vilanova

Santi Nolla

Cuando leo prensa sé a qué juego. Entiendo que los diarios responden a líneas editoriales y que tras esas editoriales, muchas veces, hay intereses.

No voy a negar que, desde niño, me gusta Guardiola. Me gusta el futbolista, la persona, su sensibilidad. Me gusta la posición en la que jugaba y cómo el juego de un 4 condiciona una filosofía a la hora de mover la pelota. Subió al primer equipo cuando yo tenía 10 años. Siempre he dicho que, probablemente, sin Cruyff ni Guardiola, el fútbol me hubiera sido indiferente.

Eso no me convierte en cruyfista en el sentido que nunca me he sentido identificado con las trifulcas que ha habido siempre en Can Barça. Ni he dejado de ver los defectos de Johan, ni fui antinuñista, ni fui un Laportista convencido. Sandro siempre me pareció que tenía un doble fondo, pero tampoco utilicé nunca el famoso hashtag #SandroDimissio. Porque no lo sentía.

Cuando supe por los medios del enfrentamiento entre Tito y Guardiola me supo mal. Pero, al final, así es la vida. Hay miles de ejemplos de buenos amigos entre los que un día sucede algo que genera una espiral de desconfianza y todo se rompe. Era un asunto entre ellos. De cómo me enteré de todo, me supo peor. La voluntad de manchar la figura de Guardiola era evidente.

La línea editorial de El Mundo Deportivo y, más sutilmente, la de La Vanguardia, se mantuvo firme en un suave pero constante ataque a Guardiola. Me molestaba porque son diarios que he leído toda la vida. Pero lo acepté porque, como decía antes, sé a qué juego. Solté el lirio hace años.

Lo que no podía esperar es que Santi Nolla, 2 días después de la muerte de Tito Vilanova aprovechara para volver a arremeter contra Guardiola. Me parece lamentable, vomitivo, impresentable. Yo, a Santi Nolla le había escuchado mucho. Me parecía un tipo sensato. Quizás es porque entonces aún iba con el lirio. Pero lo que acaba de hacer no tiene perdón. No el mío.

Es poco defendible tratar de enfrentar a una parte de la masa social contra otra. Se trate de fútbol o de lo que sea. Ahora, después de una muerte sobrepasa todos los límites que soy capaz de tolerar. Yo siempre he sido muy guardiolista y probablemente lo seguiré siendo. Pero eso nunca me ha llevado a sentir aversión por Tito. Al contrario, Tito siempre ha tenido todas mis simpatías.

Santi, tu pluma no nos señala el camino. Desde hoy he decidido que no volveré a informarme sobre deportes a través de El Mundo Deportivo mientras tú seas director. Ni la web, ni el papel. Ojalá sean muchos los que hagan lo mismo que yo. Yo he aceptado el juego hasta ahora. Espero que tú seas capaz de hacer lo mismo.

El déficit fiscal de Montoro

Montoro

Este fin de semana pasado, el PP desembarcó en Barcelona. Hacía pocos días que el Rajoy había anunciado que tenía un plan para frenar el soberanismo. El espectáculo de dos días que nos ofrecieron los políticos de su partido dibujan un horizonte claro: buscan el cuerpo a cuerpo.

Entre otras cosas, Montoro ha anunciado que, finalmente, no presentará las balanzas fiscales de las comunidades autónomas. No olvidemos que el gobierno español se comprometió en sede parlamentaria a presentar esos números. No lo hizo en el mismo momento porque, según el presidente Zapatero, los números eran casi idénticos a los ya publicados de 2005. Eso implica 16 mil millones de déficit fiscal durante, al menos, 3 años más. Es decir, justamente lo que publica de forma periódica la Generalitat.

Montoro hubiera podido decir que eso lo dijo el gobierno de Zapatero y que no es su compromiso. Pero la realidad es que él también anunció que las publicaría a finales de 2013. Luego dijo que se retrasaría. Finalmente que estaban casi acabadas. Y ahora dice que no y que la causa es que sería utilizado de forma irresponsable por parte de los independentistas.

A cambio publicarán unas Cuentas Públicas Regionalizadas sin explicar en qué consisten. Como hoy explican en La Vanguardia Lopez- Casasnovas (consejero del Banco de España) y Joan Rosselló países como Australia, EEUU, México, Bélgica o Canadá han utilizado el método de las balanzas para analizar sus flujos económicos. Eso al ministro no le sirve. Tiene que inventarse un método.

Como ha publicado Germà Bel, esto no hará que los catalanistas se olviden del asunto y lo consideren una prueba de que están equivocados. No sólo eso. Genera, entre otras cosas, que el poco proclive a aventuras empresariado catalán salga exigiendo su publicación.

Más bien hacemos la lectura contraria; que la publicación de las balanzas sería un escándalo. Ni siquiera en la mejor de sus versiones para las posiciones del ministro es aceptable. Y hoy nos lo confirma Ángel de la Fuente, que es a quien el ministro ha encargado la elaboración de la nueva metodología.

Este giro sólo puede sustentarse sobre la prepotencia y la jerarquía. Como un padre cuando le dice a su hijo antes de cenar «no te voy a dar un caramelo».

Por supuesto, el mal uso que haríamos los catalanes se debe a que no tiene sentido hablar de las balanzas porque «los impuestos los pagan los ciudadanos, no los territorios». Supongo que es irrelevante que las carreteras se hagan sobre el territorio.

Hoy Ciutadans pedía que se publicaran las balanzas. Y también las balanzas comerciales. Como el flujo comercial es positivo para Catalunya creen que eso nos convencerá de que nos sale a cuenta ser «solidarios» porque luego ese dinero sirve para que nos compren. Es un argumento que el PP ha utilizado a menudo.

Pediré al Zara que me regale 1000€ y me comprometeré a gastarlo en su tienda. A ver qué piensa Amancio Ortega del asunto. Seguro que está muy interesado. Y que no se nos escape un detalle. Si las balanzas no se deberían tener en cuenta porque «los impuestos los pagan los ciudadanos y no los territorios», ¿no deberíamos olvidar las balanzas comerciales? Al fin y al cabo, los territorios tampoco venden.

Las instituciones españolas deberían pensar muy bien el camino que están tomando. Cada vez queda menos tiempo para que hagan un gesto y cada vez el descrédito mayor, por lo que el gesto también deberá ganar en tamaño. No duden que, después de este fin de semana, el secesionismo ha ganado en masa. Señor Montoro, siga usted alimentándolo.

Operación Catalunya 2.0

Rajoy en Barcelona

En 1959 el director de La Vanguardia, Luis Galinsoga, salió de una iglesia gritando que «todos los catalanes son mierda». Aquello provocó una reacción que acabó con la destitución de Galinsoga. Llegó Manuel Anzar Gubigaray, abuelo del expresidente. Fabián Estapé siempre decía que el nieto era la prueba viviente de que la inteligencia no se hereda.

Después de la irritación catalana, Franco trató de hacer un acercamiento, que se conoció como la Operación Catalunya. Lo hizo apareciendo en los lugares comunes del catalanismo, pero prohibiendo sus símbolos. También eso acabó en drama para el franquismo. En su visita al Palau de la Música eliminó del repertorio El cant de la senyera. El público acabó cantándola a capela. Aquella operación, que pretendía suavizar la imagen de Franco en Catalunya, acabó perjudicándola.

No quisiera hacer un paralelismo directo entre Franco y el PP. Como catalanista, me veo a menudo sometido a comparaciones odiosas; totalitarista, sedicioso y hasta filoterrorista. Yo no culparé en absoluto al PP de los crímenes del franquismo. Pero lo que ha pasado este fin de semana demuestra la misma sensibilidad respecto a Catalunya: ninguna.

Digo esto después del desembarco del PP en Barcelona. Antes de que llegaran me preguntaba si harían algún movimiento inteligente. Hoy el independentismo gana por goleada y, en parte, es porque las estrategias del españolismo son fáciles de predecir. El PP podría haber aprovechado para aflojar en algunos aspectos, lo que nos hubiera descolocado a muchos.

Es la muestra de lo que sucede cuando uno diseña una estrategia desde fuera del lugar al que quiere acercarse. Franco pensó que sólo con una visita visualizaría un acercamiento, cuando sus prohibiciones no hicieron más que visualizar la represión. Estos dos días, el PP nos ha equiparado con ETA y nos ha dicho que hacemos las cosas a «hachazos», entre muchas otras cosas.

Sólo un estratega a muchos más 600 kilómetros emocionales de Catalunya puede pensar que eso nos seducirá. También sorprende que alguien pensara que Montoro debía decir que cambiarían la metodología de cálculo de las balanzas. ¿Creyeron que los catalanes lo interpretaríamos como una prueba de que el déficit fiscal es falso? No, lo que hace es alimentar la idea de que es verdad.

Seguramente, como dice Enric Juliana, el cálculo del PP tiene más que ver con las futuras elecciones europeas. Y mucho más con lo que sucede fuera de Catalunya que con lo que sucede en Catalunya. Y el cálculo puede ser correcto en el regate corto, en lo táctico. Pero es un grave error si el objetivo es mantener la unidad del estado.

Quizás la comparación del PP con Franco pueda parecerle a alguno desmesurada. Puede que sí. Pero quien me ha servido la comparación ha sido el propio PP. Viernes y sábado discurso profundamente anticatalanista en Barcelona. Domingo, 75 aniversario de la entrada de las tropas de Franco en Barcelona.

La gente que se dedica a la comunicación entienden perfectamente lo que es la semiótica. Comprenden que las portadas de hoy domingo en Catalunya compartirán la noticia de su visita con la efeméride. Así, sólo quedan dos posibles explicaciones: o bien nadie le dio importancia (lo que muestra un grave desconocimiento de la realidad catalana) o bien les es indiferente (del tipo: «si nos viene bien esta fecha, no la vamos a cambiar», que transmite una visión del mundo, cuanto menos, distante).

Lo que la prensa española llama deriva nacionalista o actos de sedición no va a solucionarse con un mitin insultante. No en la dirección que ellos querrían. Y es que, el gobierno español, la oposición, los medios y las instituciones del estado se empeñan, a través de operaciones mal pensadas, en dar la razón a los soberanistas.

Los cálculos del PSC

Pere Navarro

Hoy el PSC perpetrará (o habrá perpetrado, en función de la hora a la que leas esto) uno de los mayores actos de cinismo político que he vivido en toda mi vida. Aunque son muchos los que han repasado declaraciones de Pere Navarro estos últimos meses, no puedo evitar recopilar algunos textos.

Podría empezar por el programa electoral:

«Nos comprometemos a promover las reformas necesarias para que los ciudadanos y las ciudadanas de Catalunya puedan ejercer su derecho a decidir a través de un referendum o consulta acordado en el marco de la legalidad.»

Y podría seguir por unas míticas declaraciones de inicio de legislatura:

«Nuestro partido pondrá palos en las ruedas. Ni uno solo. El PSC se abstendrá en todas y cada una de las votaciones que afecten a este tema [el derecho a decidir] durante toda la legislatura y permitiremos así que usted [Artur Mas] y su socio [ERC] lleven adelante su pacto. No nos opondremos. Nos abstendremos. Ahora le toca a usted [Mas] y al señor Junqueras hacerlo posible: legal y acordado

Yo me hago la misma pregunta que mucha gente: ¿Pedir que sea legal no incluye la posibilidad de hacer una petición de transferencia de las competencias a través del 150.2? ¿Y hay un sitio más adecuado para lograr un acuerdo que el parlamento español? ¿Dónde sería mejor que se produjera ese acuerdo? ¿Es esa la forma que tiene el PSC de «promover» reformas para que los catalanes puedan ser consultados?

Es verdad que el PSC no es el primer partido en incumplir el programa electoral. De hecho, es la costumbre. Ahora, en este caso, la excusa es sangrante: Como el proceso está condenado al fracaso, votarán en contra. ¿Y esa máxima la aplicarán siempre a partir de ahora?

Me imagino que, al  menos los diputados del PSC no votarán en contra de la nueva ley del aborto. Votarán a favor porque votar en contra, cuando la ley es seguro que será aprobada, es absurdo. Supongo que no harán más propuestas parlamentarias en Catalunya porque tienen todas las votaciones clave perdidas.

Para evitar la fractura de forma pública, echarán a los diputados que no voten en contra. El problema es que servirá de poco. El propio PSC ha visualizado la fractura definitivamente con esta decisión. Yo respeto y comprendo que en el partido ha habido unos congresos en los que han ganado unos y no otros. También me parece razonable que, si alguno no se siente cómodo dentro del partido, debe marcharse. Ahora bien, cuando hoy voten en contra de solicitar la transferencia estarán incumpliendo su programa electoral. ¿Ese debe ser motivo para que se vayan los que cumplen o los otros?

¿Cómo pueden estar haciendo un cálculo tan incorrecto desde Nicaragua? La única explicación posible es que se conforman con recuperar las tres comarcas que son feudos fuertes: Barcelonés, Vallès Occidental y Baix Llobregat. Pero es incorrecto porque Pere Navarro no es creíble como el más español de los españoles. Y más si le haces competir con la demagogia españolista de Albert Rivera. Todo ello sin decir que es imposible gobernar Catalunya sólo desde 3 de las 41 comarcas, por mucha población que tengan.

A estas alturas, y como me decía hoy un amigo, cuesta creer que el PSC quiera presentar a las elecciones a un candidato tan desgastado. Tampoco en eso aciertan con la calculadora. Es posible que tardemos menos de 1 año en volver a votar. ¿Buscarán un perfil más netamente PSOE? ¿A qué esperan?

El tercer cálculo en el que se equivocan es en el valor de la marca PSOE. ¿No miran lo que dicen las encuestas? El PSOE es una marca lamentable en España. La marca Ciudadanos, en Catalunya, es mucho más potente. Por mucha historia que arrastren PSC y PSOE. Y si no, veremos qué pasa en las próximas elecciones.

El cuarto cálculo erróneo es entender todo esto como un complot anti-PSC. Se equivocan. Yo (y los que criticamos sus estrategias) no odiamos al PSC. Justo al revés. Es la estima que le siento la que hace que me duela que estén renunciando a sus valores fundacionales (entre los que se encuentra el catalanismo y la defensa del derecho a decidir). Además, deberían aprender una cosa del movimiento independentista: mientras fue victimista, nadie se sumaba al carro.

Algunos se quejan de lo mucho que se habla del PSC para criticarlo. ¿Tanto hay que hablar de un partido que tiene 20 diputados? He leído varios twitts de gente del partido en esta línea. Preferirían que les trataran como un partido irrelevante. ¡Deberían dar gracias porque es verdad que su peso electoral no merece tanto interés mediático!

A veces parece que algunos estarían mejor si el sector catalanista se marchara. Los viven como si fueran cálculos renales y que, lo mejor, sería expulsarlos (de forma directa o indirecta). En mi opinión, lo que les hará subir la fiebre y sangrar serán las malas estrategias. El PSC parece querer optar a la irrelevancia crónica. Todo un mal cálculo. Estratégico, por supuesto.

La constitución y los catalanes

Constitución

Desde hace tiempo, tengo la convicción de que la independencia llegará a Catalunya más pronto o más tarde porque todos los diagnósticos que leo en la prensa de Madrid o entre los tertulianos unionistas son completamente equivocados.

En muchas ocasiones se señala que la comunidad autónoma donde mejores resultados obtuvo el apoyo a la constitución fue, precisamente, en Catalunya. En realidad, Canarias, Andalucía y Murcia por este orden, obtuvieron más síes y Canarias, de nuevo, es la que menos negativas dio. Pero aunque en rigor no sea cierto, es verdad que Catalunya es de las que más dijo sí (la 4ª y un 90,46%) y menos dijo no (2ª con 4,62%).

Lo que se preguntan los columnistas es; ¿cómo puede ser que los catalanes, que apoyaron de forma masiva la constitución, ahora no se sientan representados? Hay que tener en cuenta que en aquella época se veía a Catalunya como la más activa contra el franquismo, con más industria y más moderna. En resumen, éramos gente guay.

El último día de este 2013 ya superado, Enrique Gil Calvo se preguntaba esta cuestión que planteo en estos términos en El País: «¿Cómo es posible que el pueblo más culto, moderno e ilustrado de la península Ibérica haya caído en semejante regresión irracional?».

El artículo no se quedaba ahí. El propio título del artículo escondía la lectura que él hace de la situación: El misterioso caso catalán. Él mismo explica el por qué de este título: «surge como precedente lo que una historiadora catalana (Rosa Sala Rose) llamó ‘el misterioso caso alemán’: ¿cómo se entiende que el pueblo más avanzado de Europa inventase el nacionalismo völkisch?». Que nadie se asuste, que no nos está llamando nazis a los catalanistas, que eso El País no lo hace. Él mismo aclara a continuación que «al decir esto, no pretendo recurrir a la llamada ‘banalización del nazismo’, pues de ninguna forma cabe pensar que el catalanismo pudiera caer nunca en la criminalidad nazi». Pero unas líneas más abajo insiste: «deseo subrayar la flagrante contradicción que existe entre una sociedad vanguardista que en lo material y lo cultural siempre ha estado a la cabeza de España, como es la catalana, y una ideología política tan regresiva e involucionista como es el nacionalismo völkisch».

En definitiva; no nos acusa de nazis pero nos aplica terminología asociada al nazismo. Muy fino… Por supuesto, a continuación nos llama egoístas volviendo a vincularnos a los alemanes, por supuesto dejando para los españoles el igualitarismo solidario («Y esto explica tanto la insolidaridad de la Alemania de Merkel […] como la negativa de los catalanes a compartir la caja común española del igualitario café para todos.»). Y que, en todo caso, no podíamos esperar que «Rajoy y Rubalcaba se comportasen como mansos cristianos, caritativamente dispuestos a poner la otra mejilla para que se la sigan abofeteando».

Yo entiendo el desconcierto; ¿qué demonios ha pasado en 40 años para que los catalanes quisieran tanto una cosa y hoy la desprecien de forma generalizada? Todos los análisis de la prensa de Madrid apuntan a que nos hemos convertido en borregos que se dejan llevar por el liderazgo de Mas y Junqueras.

Si tuviera Gil Calvo delante le diría que, quizás debería buscar las respuestas en otro sitio. En honor a la verdad, él mismo apunta una de las causas: la sentencia del TC contra el Estatut. Pero le dedica la última línea después de descalificarnos a lo largo de todo el artículo.

Quizás debería plantearse qué lectura se hizo en Catalunya del texto constitucional: aperturista y de recuperación de instituciones. Y, a continuación, el uso que se le da hoy: negación a cualquier demanda. Y no hablo de la independencia. De hecho, ésta no hubiera llegado jamás si antes no se hubieran cerrado muchas puertas. Y en todos los casos, usando el texto que aprobamos con ilusión. ¿Espera que aún lo sintamos como propio?

También le explicaría que llamarnos insolidarios cuando el 40% de nuestros impuestos nunca vuelve es algo que en Catalunya no sienta bien. Él llega a la conclusión de que el problema el sistema de herencias catalán (según dice idéntico al alemán). Pues no sé hasta qué punto eso afecta. La pregunta es: ¿no afectaba hace 40 años? ¿De verdad la distribución fiscal no tiene ningún peso en todo esto?

Y, sin duda, lo que más separa, lo que más nos aparta emocionalmente son las constantes apelaciones al nazismo, a nuestra insolidaridad, a tratarnos como unos borregos manipulables, a considerarnos filoterroristas (como han hecho ministros), a la impunidad con la que, sobre todo, la derecha nos insulta y a la pasividad, en el mejor de los casos, de la izquierda. Quizás la respuesta está en el tono de su propio artículo. Léalo detenidamente y entenderá por qué.

Lo que sucede es que probablemente me consideraría uno más de la masa. Un adoctrinado al que Mas y Junqueras le han lavado el cerebro y ha caído en lo étnico. Aunque eso no explica cómo yo, que la mitad de mis genes tienen la misma «etnia» que la suya, hayan concedido a la otra mitad todo el poder. Adoctrinadas también. Seguro.