Por lo general, miro de evitar hacer posts relacionados con temas políticos y, cuando lo hago, prefiero no mojarme mucho. Espero ser capaz de expresar lo que quiero decir sin herir sensibilidades.
He tenido que oir muchas veces que fútbol y política no deberían unirse nunca. Y suelen criticar al Barça por mezclar naranjas con melones. Pero, paradójicamente, la competición futbolística más importante del mundo tiene su fundamento en la identificación nacional. Y es divertido ver cómo gente que se llena la boca de «no hay que mezclar deporte con política», en cambio, defienden a Alonso, a Nadal, a Pedrosa o Lorenzo y a la selección con vehemencia.
Parto de la base que a mi me parece fantástico. Quede claro que no lo critico como ya lo expliqué con más detalle en otro post. Pero me sorprende el poder cegador que tiene lo que los sociólogos llaman nacionalismo banal.
Si acaso queda alguna duda que esto que expongo, os propongo que os miréis dos portadas de diario que se han publicado hoy después de la victoria española frente a los alemanes:
La razón no ha podido evitar hacer una portada que dijera «España vence unida». No creo que nadie pueda dudar ni un segundo de su fuerte contenido político-deportivo. Y como, sutilmente, pretende dejar a cierta gente fuera y aleccionar a aquellos que no quieren estar «unidos» tal y como ellos lo entienden.
Las construcciones nacionales, como los idiomas, se hacen en torno a una cierta concepción que la sociedad tiene de si misma. De aquello que valora y de aquello que desprecia, de las virtudes que exalta y de los defectos que trata de esconder. Palabras o expresiones como la roja, podemos, raza, furia, a por ellos, o toreros se relacionan a menudo con los buenos resultados del equipo nacional. Y conectar la «unidad» con la selección genera ciertas construcciones de identidad.
Unido a todo ello un ruído de fondo que surge cuando la furia entró en entredicho; ¿exceso de catalanes en la selección? Yo estoy seguro de que no es una opinión generalizada. Pero algunos de los medios a los que les entraron las dudas van más allá de los que ya proscribimos por radicales; intereconomías, libertades digitales y similares subproductos pseudofascistoides.
Los mismos periodistas que cuando España perdió contra suiza decían que había demasiados catalanes y que se han pasado la liga diciendo que el Barça ha ganado la liga gracias al villarato, se alegran ahora de su estético juego. No dudo que ellos mismos volverán a atacarnos en septiembre…
También forma parte del relato (o del no-relato) el hablar de los (poquísimos) disturbios que hubo ayer en Barcelona y, en cambio, sí hacerlo cuando el Barça (ligado sutilmente al nacionalismo) gana un título. El hecho de publicar algo y el espacio que se le presta modifica profundamente la huella que deja en nosotros esa información.
Más interesante y sutil es la portada de hoy del AS ha hecho una portada que dice «Visca España», donde se evidencia que hubo un debate (y cómo se ha resuelto). Por cierto, estoy gratísimamente sorprendido. Lo digo con sinceridad.
Parte de ese discurso también se genera a traves de las radios y también representan parte de cómo nos expresamos colectivamente cuando identificamos ciertos símbolos nacionales, en especial aquellas de marcado carácter nacionalista español.
Por ejemplo, la COPE hoy decía: «Un tío como, pongamos por caso, Montilla. Se nos antoja una reliquia de otra época. O tal vez sólo un señor pelmazo con problemas de estreñimiento. Pero, ¡hombre de Dios! Celebre usted las victorias de España dándose un abrazo con la parienta o con la vecina, o con la muchacha.»
Pero no sólo un medio de constrastado desprestigio como la COPE ha aprovechado la ocasión para atacar lo que ellos interpretan como nacionalismo. En Punto Radio, Luis del Olmo decía: «Un alcalde de un pueblo vasco, que esta mañana o ayer por la noche decía: ‘a ver si nos da una alegría Alemania’. ¿Qué cara…? ¡Bah!» «¿Quién ha dicho eso?» «Pues nada, un tío…» «En el camino yo también me he encontrado gente que no tienen el nombre del padre en el carné». Sólo pensad por un momento qué pasaría si un nacionalista llamara hijo de puta a algún «no nacionalista».
Y, lo que más me interesa porque es mucho más sutil. Digo sutil porque no insulta sino que ensalza elementos que forman parte del imaginario colectivo. En la Cadena SER decían: «Va a presionar arriba. ¡Qué pelotas tiene este Busquets! Yo te juro que el otro día le vi de espaldas, y te juro que el caballo de Espartero no las tiene como este». Y en otro momento, enfadados por un supuesto penalty decían: «¡Alonso la pone! Llega Ramos… ¡Penalty! ¡Penalty mamón!»
He cogido ejemplos muy extremos para que se entienda lo que trato de explicar. La identidad nacional de (todos) los países se construye en torno a ciertas formas de expresarse mediante signos iconográficos y verbales. Y parte del proceso de identificación supone asumir como propio ese discurso.
En lo personal, me cuesta mucho no ponerme de los nervios cuando escucho a J. o Camacho en Tele 5, por no hablar del comentario (supuestamente inocente) de Luis del Olmo explicando, como quien no quiere la cosa, que un nacionalista le ha dicho que prefiere que España pierda encendiendo, con cierta lógica, los ánimos de los españoles.
Así, mientras los titulares de los medios de comunicación cada vez que abren la boca me distancian emocionalmente del equipo (y de paso del pais), el equipo me genera muchísimas simpatías. España, desde la Eurocopa, es la única selección que me ha hecho disfrutar. Y me refiero a única de TODAS las selecciones actuales y pasadas. Me identifico con su forma de jugar y con muchos de sus jugadores. Pero va más allá…
Cuando la selección la lideraba tipos que me dan tanta rabia como Raul o Hierro, también sentía una cierta identificación. Y ese es mi drama personal: Cada gol de España me produce unas alegrías enormes y el miedo (después casi siempre confirmado) que será utilizado como elemento de agresión contra nosotros. Así que nunca sé realmente lo que quiero.
Dicho esto, no sólo estoy seguro que España ganará el mundial sino que me alegraré cuando eso suceda. Eso sí, me meteré pronto en la cama para que no me lo estropeen. ¡Mucha suerte!