Ayer recibí de una amiga el enlace al famoso vídeo en el que la televisión de Bolivia se come uno de los mayores bulos de la historia de la televisión.
Para los que no estéis situados, nada más se supo la noticia que un avión de Air France se había estrellado en el Atlántico sin saber exáctamente el lugar y habiendo perdido el contacto por radio, muchos de los fans de Lostque conozco (yo incluído) nos acordamos de la serie.
La cuestión es que alguno de ellos sin escrúpulos, le coló dos frames del interior del avión estrellándose como reales. Como es lógico, hubo que inventarse una historia para explicar cómo recuperaron la cámara y roza lo surrealista. Según cuentan, la cámara apareció destrozada en una montaña, pero la memoria estaba intacta. Mediante el número de serie de esta, pudieron comprobar que, efectivamente, pertenecía a un pasajero.
Esto abre el eterno debate de hasta dónde contrastar las fuentes periodísticas. Pongámonos en la piel del periodista que recibe esas «fotos». Es imposible contrastar toda la historia pero tenemos en las manos un posible bombazo. A todo ello hay que sumarle el miedo al ¿y si lo publica antes la competencia?
En este caso, lo que está claro es que no seguían la serie ninguno de los periodistas porque se reconoce a Evangeline Lilly, la tan querida como odiada Kate Austen de Lost.
Os dejo con un extracto de uno de los episodios donde se estrella el avión para que contratéis la información ;). Ojo si alguien tiene interés en verla, «descubre» demasiadas cosas para mi gusto.
Desde sus inicios, los medios de comunicación han ejercido, no sólo de mediadores de la información, sino también como el embudo que decidía qué podíamos saber y qué no. No hemos sido pocos los que hemos hablado de la responsabilidad que tenían los medios respecto a lo que mostraban por pantalla. Y, de hecho, continua sin ser gratis que grandes cadenas como tele 5 dediquen el grueso de sus informativos a noticias de sucesos.
El último ejemplo lo podemos encontrar en las manifestaciones que esta semana se están produciendo en Barcelona. Los medios han vuelto a utilizar toda su fuerza para condicionar, mediante la imagen, nuestra opinión de lo que está sucediendo en la ciudad condal entre los mossos, la universidad y los estudiantes. Y no hay ninguna duda que consiguen, y mucho, el objetivo buscado. Desde las portadas de ayer de El Periódico, donde no se ve a la policía agredir a nadie, hasta la de El Mundo con los estudiantes atacando literalmente con senyeres, pasando por la portada del Avui, donde la policía agrede con fuerza.
Pero esa función de control de la opinión pública, que continua siendo muy relevante, está perdiendo fuerza. Por supuesto, siempre habrá unos «embudos» en comunicación, unas patas sobre las que se asentará gran parte de la opinión pública. Pero eso no es un problema, ya que todas las sensibilidades ideológicas están representadas tanto en los medios escritos como en los audiovisuales.
La clave es que ese sistema «nodal» se está multiplicando no en lo ideológico sino en las fuentes de información. Y eso modifica nuestra percepción de los hechos. Cada vez es más complicado controlar la opinión pública porque gente anónima es capaz de ofrecernos el material de forma directa. Y, en algunos casos la viralidad o transmisión boca oreja a velocidad de vértigo, prende como la mecha de una dinamita. Y, en ese caso, tanto da lo que digan los medios. Todo cae por propio peso, en una dirección o en la contraria.
Creo que el caso en el que eso se hizo evidente por primera vez para el común de los mortales a escala mundial fue con el ahorcamiento de Saddam Hussein. Todo el que quiso pudo ver la versión extendida en youtube. Y es justo lo que está pasando con las manifestaciones de las que hablábamos. Por ejemplo, hay un colectivo que se dedica a grabar todas las protestas que se producen en Barcelona, dando su particular punto de vista sobre el asunto.
Está claro que estos videos también tienen carga política como las portadas antes mencionadas. No en vano, uno de los mejores planos desde ese punto de vista es el del lápiz en el suelo mientras la policía está detiendo a los manifestantes. Pero la diferencia está en que el acceso que hubiéramos tenido a estas imágenes hubiera dependido de que alguien en algún medio convencional hubiera aceptado las imágenes. Y ahora, en cambio, tenemos un nuevo elemento de juicio. Con ello se acaba la función censora de los medios tradicionales. Si algo le interesa a la gente, da igual lo que hagan porque nos llegará tarde o temprano. Y acabará por condicionarnos tanto o más que lo que ellos publiquen.
Yo creo que, poco a poco, todo el mundo va comprendiendo lo complejo de la comunicación actual. Para muestra, os dejo con otro de los vídeos donde, sobre la mitad, un policía se acerca para agredir al cámara, que intuyo de aspecto similar a los manifestantes, hasta que duda y uno de sus compañeros se lo lleva de allí como pidiéndole que no les meta en un lío.