Negociar el derecho a decidir

jaume collboni

Hace unos días Jaume Collboni, portavoz del PSC, decía en twitter lo siguiente (en catalán):

«Es erróneo confundir el #derechoadecidir con la opción independentista. Es un princpio democrático compatible/complementario con la reforma federal»

A lo que Eduard Voltes, periodista y editor le contesta:

«pero el Psoe no lo reconocerá «nunca» (Rubalcaba ayer). Y el PP tampoco. Ergo?»

A lo que Jaume contestó:

«Ergo diálog0, acuerdo y democracia. Lo que hace falta para abordar grandes cambios.»

A esto uno puede decir, Jaume tiene toda la razón. Al fin y al cabo, la democracia se basa en eso, ¿no? Democracia y, por tanto, debate. Y, tras él acuerdos. En definitiva: negociación. Mucha negociación.

Pero analicemos de verdad los términos. Tiene razón Eduard en que el PSOE ha escenificado hasta el infinito (por no hablar del PP) que nunca apoyará el derecho a decidir. Esto implica reconocer a Catalunya como sujeto político. Y eso es algo que choca con las emociones de los españoles.

Aún así, sentémonos a negociar. Y hagamoslo sabiendo cómo funciona una negociación. La definición que hace la wikipedia es la siguiente: «La negociación es el proceso por el cual las partes interesadas resuelven conflictos, acuerdan líneas de conducta, buscan ventajas individuales y/o colectivas, procuran obtener resultados que sirvan a sus intereses mutuos. Se contempla generalmente como una forma de resolución alternativa de conflictos o situaciones que impliquen acción multilateral.»

Así, requiere partes, lo que implica que hace falta más de un negociador para que sirva de algo. Y las partes las define como partes interesadas. ¿Están los españoles y sus instituciones «interesadas»? Cuando dicen «nunca», la negociación se vuelve imposible.

Y si la negociación es imposible, pueden pasar 4 cosas. Si las dos partes pueden seguir su propio camino cada una de las partes sigue su camino y tan amigos. Si se trata de algo que una de las dos partes considera interesante y a la otra parte le da igual, el primero simplemente busca otras vías con otros compañeros de viaje u otras alternativas. Y si se trata de una guerra por el motivo que sea, luchan hasta que uno de los dos no resiste más. Pero, ¿qué pasa cuando una de las dos tiene todo el poder sobre la otra parte?

Supongamos que, aún así, tratamos de negociar con Madrid. Como parte débil, ¿a qué podríamos renunciar? ¿Y a cambio de qué? ¿Qué podemos ofrecer nosotros para que los oligopolios madrileños nos digan que lo aceptan?

¿Es Catalunya la parte débil? ¡Por supuesto! ¿Quién pone las leyes? ¿Quién controla los medios de comunicación más poderosos (que, por cierto, hablan de pensamiento único en Catalunya a pesar de que todos ellos publican y dicen lo mismo)? ¿Quién tiene capacidad de construir un frame más potente?

La teoría de juegos, que se dedica a analizar este tipo de situaciones, nos da una respuesta muy clara. Uno negocia intercambiando cosas: tú necesitas esto que yo tengo y yo eso que tú tienes. ¿Qué necesitan las instituciones españolas? Nada que nosotros les podamos ofrecer. Así que no hay nada a negociar.

Personalmente, a mi me seduce la idea de negociar. Pero no me basta con que Pere Navarro o Jaume Collboni me digan que hay que negociar y que eso es democracia. Necesito que me expliquen con qué van a negociar. ¿Qué pretenden ofrecer a cambio?

Y, en todo caso, dos preguntas requieren respuesta ¿Qué pasa si en Madrid no quieren negociar? ¿Qué les haría llegar a la conclusión que están negociando solos? Y, llegados al punt0 que eso sucediera, ¿qué harían?

Lo contrario a no contestar esas preguntas sólo puede significar tres cosas. O que son unos ilusos que hacen brindis al sol. O pretenden engañarnos y el statu quo ya les está bien. O que le están pegando la patada a la lata a sabiendas que se le encontrarán unos metros más allá. Y que, como se dice en catalán, qui dia passa, any empeny. Que nos resuelvan la duda y los ciudadanos podremos elegir.