Alberto Lacasa

Audiovisual, política y más allá

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La comisión de la propiedad intelectual y la realidad

La semana pasada publiqué un post donde criticaba el hecho de que el gobierno haya aprobado una ley que permite la creación de una comisión mixta entre la sociedad de autores y el ministerio de cultura. Y una de las cosas que decía es que no me preocupaba demasiado porque me parecía que iba en contra de la realidad y que eso es suficiente para hacer volver las cosas a su sitio.

En uno de los comentarios Jose Antonio me decía que no estaba teniendo en cuenta la gravedad de la situación. La aprobación de una ley no era algo baladí. Y tiene razón. Es evidente que no expliqué bien lo que quería decir.

Un gobierno nace con el espíritu de ser popular. Más que garantizar la viabilidad del gobierno, más que cualquier otra cosa, a lo que aspira es a perpetuarse en el mando. Y sabiendo lo impopular que es ir en contra de las descargas ilegales, el razonamiento lógico es que han cedido (por motivos que desconozco) a las presiones de los “artistas”.

Ya me parece divertido que la creación de una comisión de este tipo se apruebe en medio de la elaboración de una nueva ley para la reactivación de la economía. Igual es mi ignorancia en legislación y resulta que la gestión de derechos siempre va ligada a las leyes de desarrollo económica, pero parece metido con calzador.

La cosa es que, por ley, creamos una comisión con aires macarthistas. En los años 50 y en plena guerra fría, el senador Joseph McCarthy inició lo que hoy conocemos como caza de brujas. El denunció una conspiración comunista en el seno del departamento de Estado y se inició una persecución contra posibles comunistas.

Ahora parece que corremos el riesgo de vivir algo parecido. Una comisión controlada por los “artistas” tendrá la capacidad de cerrar de forma preventiva una web que, según su criterio, esté haciendo uso de forma fraudulenta de alguna obra sujeta a propiedad intelectual. Y eso los convierte en juez y parte. Un auténtico galimatías.

Se me escapa con qué intención se arranca todo esto. No sé si la voluntad real del gobierno es permitir que esta comisión empiece desde el primer día a señalar con el dedo portales, si pretenden que espere un tiempo o si es sólo para asustar.

Sea como sea, hay un elemento ya muy grave. Imaginemos un portal que está tratando de ser cuidadoso. Aún así le llega un aviso de la comisión de marras conforme está haciendo haciendo uso de algo con propiedad intelectual. Y este portal llega a la conclusión de que la comisión se equivoca y decide no retirarlo.

Lo terrible del asunto es que esta comisión tendrá potestad para decirle, te cerramos el portal hasta que esto se dirima en los tribunales. Esto, en muchos casos, es el cierre efectivo del portal porque matas su fuente de ingresos.

En definitiva, si la comisión te acusa de algo y tú estás en desacuerdo, te ves obligado a eliminarlo para no  poner en riesgo todo lo demás. Claro que siempre podrías denunciarlo, pero el daño ya estará hecho porque el modelo de negocio de un portal se basa en la audiencia y no en ganar sentencias.

Para los “autores”, el problema es que la justicia va demasiado lenta. Pues señores, eso se soluciona haciendo que la justicia vaya más rápida, no haciendo ustedes de jueces. Y es que este sistema es perverso.

Entonces, ¿por qué yo no le doy tanta importancia? Por la misma razón que digo que a la gente no le preocupa que se esté limitando el acceso a la cultura, ni la libertad de expresión. La gente seguirá descargando las cosas que quiera ver. ¿Que los portales/servidores no estarán en España? ¿Y qué? ¿A la gente le preocupa eso?

Las tecnologías digitales, si algo han demostrado, es que cuando las tapas por un lado, acaban saliendo por otro. Da igual si son virus o descarga de ficheros de forma ilegal. Tú tapas un lado y te acaba explotando por otro.

No me cansaré de repetir que el gobierno y la industria han de ser realistas; las descargas sólo se pararan si ofreces algo mejor a los usuarios. Y no lo están haciendo pero, tarde o temprano, se verán obligados. De eso va la realidad.

personal

Acceso ¿libre? a la cultura

En estos días en los que la cuestión del acceso a la cultura en internet está en las páginas (y a veces portadas) de todos los diarios, me parece pertinente tomar posición sobre este tema.

No han sido pocas las veces que me he significado a favor de las descargas. A mi, como concepto, ya me está bien tener tan a mano la posibilidad de ver/leer/escuchar lo que me apetezca just in time. Insisto en ello porque cuando no estás puesto en un extremo es fácil que algunos puedan perderlo de vista.

También he dicho muchas veces que ello requiere un matiz. Lo que, en realidad, me atrae, es que obliga a que todo se mueva mucho más rápido y como estoy convencido de que a la gente le sigue gustando que le cuenten cosas (sea en el soporte que sea), la industria acabará por encontrar modelo de negocio. Incluso me atrevo a decir que los que nos movemos en el ámbito de las nuevas tecnologías, tenemos claro, al menos, por donde debería intentarse.

Pero la industria todavía no lo tiene claro y hace todo lo posible por mantener el control de la situación. Aunque creo que se equivocan, entiendo que les de miedo dar el paso y, desde ese punto de vista, me parece razonable que no quieran que esto se les vaya de las manos.

La asociación de internautas, y la red en general entendida como el conjunto de sus usuarios “relevantes” han defendido que las medidas que se están tomando ponen en grave riesgo a la libertad de expresión o el modelo de negocio de algunos portales entre otros aspectos.

Uno de ellos es el acceso libre a la cultura. Según parece, el no poder descargar un film supone un recorte en la libertad del acceso a la cultura. Pero, ¿es eso verdad?

Analicemos con un mínimo de rigor qué significa acceso libre a la cultura. Este derecho es uno de los más importantes de las sociedades modernas y conlleva un buen puñado de cosas; educación para todos, universidades, no prohibición de publicaciones o películas, impedir la destrucción de ciertas obras arquitectónicas, literarias, escultóricas…

Visto desde este punto de vista es seguro uno de los derechos más importantes del ser humano y sólo después de algunos muy esenciales como el derecho a la vida. Así, el poder disfrutar de películas descargadas de internet no es sino una pequeña (pequeñísima) parte del sentido profundo de uno de nuestros mayores valores.

¿Qué significa libre? Libre significa que nadie por ningún tipo de razón tiene vetada la posibilidad de disfrutar de la obra artística. Implica universalidad. Nadie debería poder pararme en la puerta del museo del Prado por ningún motivo que no sea poner en riesgo las obras de arte que allí se exponen (o lo que es lo mismo, poner en riesgo el mismo derecho que exijo para mi).

Pero, ¿es lo mismo libre que gratis? No. Libre sólo significa lo que significa. Ni más ni menos.

Así pues, si la industria y el gobierno impideran de facto (algo imposible si no ofrecen algo mejor) las descargas ilegales, ¿estarían poniendo en riesgo el libre acceso a la cultura? En absoluto. Esas obras seguirían siendo accesibles libremente por cualquiera que quisiera verlas. Eso sí, previo pago en taquilla.

Para mi hay dos conclusiones importantes;

1º/ No podemos permitirnos el lujo de vanalizar conceptos tan importantes y trascendentes de nuestra sociedad para defender algo también de mucho valor pero que se situa lejos en relación a ello.

2º/ ¿No merecería la pena que defendieramos todo con más seriedad? Yo creo que sería positivo porque nos entenderían mejor. Cuando a mi padre le hablo del riesgo a perder libertad de expresión o de la limitación del acceso libre a la cultura me mira con cara rara. Soy consciente que en muchos ámbitos, cuando se reivindica algo, suele caerse en el lema fácil. Pero yo opino que es un error y aleja al que no está contigo.

La famosa disposición de la ley de economía sostenible es muchas cosas (un grave error irrealista, inaplicable, falaz), pero no pone en riesgo el acceso libre a la cutura. O hablamos con propiedad de las cosas o acabaremos por hacernos trampas al solitario.