Alberto Lacasa

Audiovisual, política y más allá

televisión

Viva el mal, viva el capital

¿Os acordáis de esta frase? Yo creo que todos los que nacimos a finales de los 70’s nos acordamos, con cierta nostalgia, aquel programa de televisión infantil que ahora es parte de nuestra iconografía: la bola de cristal.

El programa lo dirigió la periodista y cineasta Lolo Rico. Basté, en RAC1, le hizo una entrevista que merece la pena escuchar (es casi toda en castellano, por si queréis oirla). Y lo presentaba Alaska. Pero lo que no podemos olvidar los que lo vimos era su psicodélica voluntad de transmitir una serie de valores ahora (para bien y para mal) muy asentados en nuestra sociedad; desde las imágenes de animales con una voz en off que invitaban a leer, hasta los electroduendes. Pero, si hay un personaje inolvidable, es el que chillaba;

“Por un ergio y un terminal,
soy ultraliberal,
viva el mal,
viva el capital.”

Por supuesto, hablamos de la bruja Avería.

Lo que pensaba mientras recuperaba estas imágenes es lo imposible de imaginar un programa de este tipo hoy. Y, ¿nos gustaría? Yo creo que aquel programa tenía aspectos muy positivos y otros que no tanto.

El programa tenía un claro discurso político. Tenemos que situarnos en la época en la que el programa empezó a emitirse, a mediados de los 80’s. España vivía una crisis económica muy profunda y la sociedad empezaba a sentirse liberada de 40 años de opresión de una dictadura lamentable.

Ese fue el caldo de cultivo ideal para que se fraguara un programa profúndamente de izquierdas pensado para niños. Años después, Lolo sigue defiendo los postulados del programa e, incluso, considera que sólo hablaba para quien quisiera escuchar. Pero, el hecho cierto, es que las ideas que el programa sembró están hoy muy arraigadas en nuestra generación. En el ámbito personal, por lo menos, me cuesta encontrar a gente que no vea el capital (entendido como los ricos, los empresarios…) como algo cosustancial al “mal”, a la corrupción, a una cierta explotación o abuso de los trabajadores.

Yo no estoy demasiado de acuerdo con el posicionamiento político tan radical del programa. Pero hubo otros aspectos de los que históricamente ha hecho bandera la izquierda, que también transmitía el programa y que eran profundamente positivos; el espíritu de aprender, de construir un yo propio, de experimentar, de romper barreras establecidas.

Si comparamos la bola de cristal con la televisión actual surge una pregunta inevitable; ¿es esta televisión menos ideológica? No lo sé. Quizás sí. Quizás está menos interesada en presentar unos ideales que le parecen positivos. Pero yo creo que es incluso más ideologizante. Tras un velo de un cierto nihilismo de contenidos, se encierra una forma de ver la vida basada en términos profundamente estéticos. Y todo ello haciendo gala de una supuesta neutralidad, de un supuesto respeto por la ética de cada uno, sin reconocer que la estética no es más que una forma de transmitir ética.

Sé que no es imposible pero cuesta encontrar a un facha con una camiseta de Iron Maiden, alguien rapado con una esvástica con ideas moderadas, o a un hippie con escasa conciencia ecológica. Cuando la televisión nos cuenta la historia de un joven que reconoce cultivar más su cuerpo que su mente, o una famosa con subidas de azucar dice que por su hija mata, también se está poniendo su propia camiseta de Iron Maiden sin reconocer lo que se esconde tras la tela.

Es difícil decir qué prefiero. Y aunque la educación neutra no existe, no comparto el maniqueo mensaje “viva el mal, viva el capital”. Pero, ¿dónde queda el espíritu crítico en High School Musical? ¿Hemos mejorado o salimos de Guatelama para caer en Guatepeor?

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