Alberto Lacasa

Audiovisual, política y más allá

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El Modo de Representación Institucional

Pues sí. Dicen que a la tercera va la vencida. Y en el tercer post sobre la historia del cine llegamos a aquello que, de verdad, consideramos cine.

Después de alrededor de 13 años (desde 1895 y 1908) no había más que un cine de atracciones; un cine orientado a las ferias y sin ninguna vocación de contar historias. Pero esa sensibilidad no tardará en aparecer y algunos creadores caerán en la cuenta de la potencialidad narrativa que tiene el nuevo invento.

Podríamos decir que el proceso llevó en paralelo dos caminos que se retroalimentaban. Conforme el cine iba encontrando su forma, también iba encontrando a sus “clientes”. Sí, ya sé que cliente suena “mal”. Pero la realidad es que el cine costaba (y cuesta) dinero y alguien ha de pagar la fiesta, ¿no te parece?

Lo que llama la atención visto desde el presente es que el público que encontró era, en esencia, lo más bajo del estrato social en aquella época; las mujeres, los inmigrantes y los niños. El hecho de que las cosas que se contaran fueran simples y, sobre todo, el hecho que fuera mudo (o silente) lo hacía comprensible a cualquiera, aunque fuera tonto o desconociera el idioma.

Las salas pronto empezaron a asentarse y se popularizaron las míticas salas Nickelodeon (que venía de nickel, una moneda, y Odeion, que eran unos teatros cubiertos). Pero su camino no sería fácil. Edison, que se equivocaba pero sólo lo justo, montó un trust, que viene a ser un lobbie, y que reunía a la mayoría de los productores que llamaron M.P.P.C. (Motion Pictures Patents Company). Su objetivo era evitar que otros pudieran hacer películas y así monopolizar el mercado.

Eso llevó al cierre de muchas salas y a lo que hoy se conoce como la guerra de patentes. Has de pensar que Edison y sus compañeros controlaban todo; la producción, distribución, exhibición, y hasta las “palomitas”. Conseguir una licencia para poder hacer cine era sangrante. Así, a una serie de inmigrantes emprendedores, que se querían ganar el pan con esto, se les hacía muy difícil.

Aquel grupo de inmigrantes tuvieron que marcharse de Nueva York y decidieron buscar un sitio donde hubiera mucho sol (que acorta las producciones cinematográficas) y sueldos más bajos. Y se fueron a Hollywood. ¡Sí! Ganaron los renovadores. Fueron ellos los que montaron las majors; la Paramount, la Metro Goldwyn Mayer, la 20th Century Fox y la RKO. Aparecieron más, como la minors (United Artist, Universal Studios y Columbia Pictures). Por desgracia, no tengo espacio para extenderme en la historia de la creación de las productoras, pero es apasionante. Te recomiendo que investigues sobre el tema.

Como decíamos antes, a la vez que el cine iba convirtiéndose en un negocio, también iba encontrando la mejor forma de expresarse. La gente tiende a pensar que el cine toma sus referencias en el teatro. Aunque es evidente que hay algo de verdad, no se corresponde del todo con la realidad. La forma de expresarse del cine le debe mucho más a la novela realista decimonónica que propiamente al teatro.

El caso es que, poco a poco, los realizadores descubrieron que merecía la pena que aquello que se rodaba contara “algo”; con un principio, una trama y un desenlace. Pero pese a la importancia de esto que acabamos de decir, la realidad es que hay algo más importante para el cine, que le define del todo: la imagen. Y es precisamente ahí donde se dieron los mayores avances.

En primer lugar, se dieron cuenta que la cámara no tenía por qué estar siempre en el mismo sitio. Se dieron cuenta que, cuanto más se acercaba la cámara a una acción, más fuerza tomaba esta. Así que empezaron a reforzar momentos de enorme dramatismo haciendo primeros planos de las caras.

Y tampoco tardó en aparecer lo que a mi más me parece más revolucionario de todo este asunto; lo que se conoce como diégesis del plano. Trato de explicarlo con claridad: Supón que queremos grabar un duelo en el oeste. Tenemos a dos cowboys, uno frente al otro. Les separan muchos metros. Así que lo intuitivo es apartar mucho la cámara de manera que entren los dos dentro del plano. En ese caso, es evidente que están frente a frente, mirándose a los ojos.

Lo revolucionario es que los cineastas se dieron cuenta que, si rodaban las caras de los personajes en primer plano… ¡también entendemos que están uno frente al otro! Es decir, que si el realizador no enseña todo el espacio físico que envuelve a los personajes, el espectador es capaz de reconstruirlo. Es lo que se conoce como espacio cinematográfico. Sí, sé que es un poco complicado de entender porque es algo que tenemos muy asumido. Pero no necesariamente debería haber sido así…

Imagina las posibilidades narrativas que permite el hecho de que tú le enseñes primero una estancia al espectador y luego ya puedas centrarte en enseñar las caras de los personajes porque el resto del espacio lo “rellena” él. Quizás la más importante, es que permite mostrar las reacciones de los personajes que más le interesan al director aportando dramatismo en los  momentos clave.

Seguro que es injusto hacer recaer todos estos avances en una sola persona, pero la vida es así. Y tiende a señalarse como responsable de todas estas maravillas a uno de los más grandes del cine; David W. Griffith. Y a una de sus películas como la primera en la que todos esos elementos nuevos se juntan; El nacimiento de una nación (1915). Aunque a ojos de hoy es terriblemente racista (los buenos son unos miembros del Ku Klux Klan que sufren las maldades de unos esclavos negros), es vibrante, emotiva. Imprescindible.

La película trajo mucha cola, incluso dirturbios y asesinatos. Para redimirse y justificarse, un año después quiso hacer una película sobre la tolerancia. Humanista y pacifista. Intolerancia (1916). También imprescindible, fracasó por 3 motivos; la gente quería ver divertimentos y no reflexiones complejas, en Europa estaban en medio de la Gran Guerra, por lo que no estaban dispuestos a compartir tesis pacifistas. Pero sobre todo porque Intolerancia era profundamente avanzada a su época. Era imposible que la gente entendiera su estructura.

El cine había encontrado su camino recostado sobre el trabajo de la novela realista del s. XIX. A partir de ese momento las evoluciones serían casi más una cuestión de matiz que de cambios profundos. Sin duda, una de las épocas más emocionantes y atractivas de toda la historia del cine.

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El cine de atracciones

Ayer hablábamos de los antecedentes del cine; daguerrotipos y zootropos varios. Y, sobre todo, el kinetoscopio de Edison (no te olvides de él porque acabará siendo protagonista de una de las páginas más negras y, a la vez, más brillantes de la historia del cine).

Si entendemos el cine como un sitio donde una serie de imágenes grabadas sobre una película fotosensible se proyecta a grupos de personas en una sala oscura, no aparece hasta que los hermanos Lumiere lo desarrollan en Francia. Luego veremos que el cine es algo más que eso, pero no cabe ninguna duda que ese fue el gran avance definitivo desde el punto de vista tecnológico.

Según la wikipedia, empezaron a trabajar en ello en 1892. Lo que es seguro es que en verano de 1894 tenían listo tanto el grabador como el proyector y en otoño grabaron su primera película; la famosa salida de los obreros.

Siempre se dice que la primera proyección fue el día de navidad de 1895. No es del todo así… El 28 de marzo de ese mismo año, los Lumiere hicieron una proyección privada a la Société d’Encouragement à l’Industrie Nacional. E incluso vinieron otras proyecciones más. Pero lo que sí que es cierto es que ese 25 de Diciembre se hizo la primera proyección cobrando entrada y abierta a cualquiera que quisiera verla.

Los hermanos hicieron 10 películas. Se trata de cuadros de menos de 1 minuto y con nulas intenciones narrativas y artísticas. Son planos sin profundidad, sin buscar ángulos que dieran ninguna sensación de tridimensionalidad. Puede parecerte trivial pero no lo es.

De las 10 películas, una de ellas era la llegada de un tren a una estación. Colocaron la cámara en el andén filmando la llegada de la máquina. Eso generó una perspectiva no buscada y, según cuentan, la gente salía corriendo de la sala por miedo a ser atropellada. Dicho con otras palabras; era un concepto de representación tan nuevo y abstracto para ellos que no lo entendían sino como real.

Si lo piensas bien, para nosotros el cine es algo más que eso; el cine también requiere de un relato (incluso en los documentales). Y eso tardó mucho más en aparecer. Por lo que hablar de cine en estos primeros años no pasa de una convención que sólo se ajusta en cierta medida a la realidad.

A esta época se le llama el cine de atracciones porque las ferias de atracciones era su lugar. Bueno, por eso y porque Tom Gunning, un conocido estudioso del cine, le puso ese nombre. La gente entraba atraída por algo que se vendía casi como algo mágico. Creo recordar que en la versión de Drácula de Coppola, el Conde y Mina van a una de estas carpas atraídos por el boca oreja. Imagino aquella época muy parecida a como sale en el film.

Si ayer te burlabas de Edison por no darse cuenta del enorme negocio que había tras el cine y ahora crees que los Lumiere tuvieron más vista, te equivocas. Los hermanos estaban seguros que su invento no tenía ningún futuro económico.

Mientras los Lumiere y otros pensaban en grabar la realidad (y así lo hicieron creando una escuela “realista”), un ilusionista, Méliès intuyó que ese invento podría aprovecharlo en sus espectáculos de magia. Intentó comprarles el aparato, pero estos se negaron y acabó por hacerse el suyo. E inventó el trucaje…

Méliès descubrió que cortando la película en algunos puntos podía, por ejemplo, hacer desaparecer un personaje. O simular que este viajaba a la luna y caía desde el cielo. Méliès ya alargaba su metraje mucho más allá que los hermanos, ya que duraban varios minutos.

No hay que pensar en ese cine ya como un cine narrativo. Entre otras cosas, si miras sus películas descubrirás que la cámara siempre está en plano general y que no se mueve nunca de sitio (lo que se conoce como autarquía del plano). La composición es centrífuga, es decir, no se ponen los elementos importantes en el centro del plano sino que se distribuyen todos los elementos compositivos ocupando todo el plano. Además, las historias que se cuentan no se acaban. No tienen un desenlace tal y como lo entendemos.

Si crees que durante esta época en España estábamos cruzados de brazos viéndolas venir… tienes razón. Más allá de la broma, es verdad que teníamos un par de directores realmente talentosos. Sobre todo, Segundo de Chomón, un director natural de Teruel y afincado en Barcelona, que hizo auténticas joyas como Hotel Eléctrico, un auténtico stop and motion que desconozco si es el primero pero seguro que está entre los primeros. De hecho, en su época se le comparaba a Méliès.

Así serán, más o menos, los primeros 15 años de la nueva tecnología. A partir de la década de los 10, las narrativa empezará a conquistar al artificio hasta significar la práctica totalidad de la producción audiovisual hasta que la televisión aporte otros registros. El cine de atracciones empezará a morir…

Algunas propuestas insuficientes:

De Edison diría que El Beso (1896), que debe ser el primero de la historia en la gran pantalla.

De de Edwin Porter Asalto y Robo de un Tren (1903).

De Melies propondría Viaje a la luna (1902). Y de Segundo de Chomón Hotel eléctrico (1908).

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Antecendentes del cine

Da igual el arte del que hables. Cuando un escrito se refiere a los orígenes de alguna expresión artística, la primera frase siempre es; “Ya los primeros hombres…”. Y puede que siempre tengan razón. El cine no podía ser menos. Y también los primeros hombres expresaban en las paredes de sus cuevas sus ganas de expresar movimiento.

Más allá de lo certero de esas apreciaciones que hacemos de las pinturas murales de la prehistoria, y de la posible raiz antropológica que pueda tener la búsqueda de retratar el movimiento, lo que sí parece cierto es el interés del ser humano por representar cada vez de una forma más fiel la realidad. Y el cine es, sin lugar a dudas, el que más ha sido capaz de aproximarse a esta.

Y lo que también es evidente es que al cine (también como en todo lo demás) no se llega por atajos sino a través de una evolución más o menos lenta a través de una serie de útiles que buscaban efectos parecidos. Sé que hacer un repaso por esas tecnologías precinematográficas da algo de palo a priori. Pero ya verás como la disfrutas porque, vista desde ahora, tienen mucha gracia.

El primero de todos fue la cámara oscura. Seguro que has oído hablar de ella pero puede que no sepas de qué se trata. Imagina que tienes una caja de zapatos con su tapa. Coge algo punzante pero no muy grande para hacer un agujero en una de sus paredes y… ¡Bualá! Ya no tienes una caja de zapatos sino una cámara oscura.

Bueno, ¿y eso para qué sirve? Sencillamente, la luz que entra por ese agujerito es capaz de proyectar sobre la pared opuesta de la caja lo que hay frente al agujero. ¿Qué te parece? Ya sólo tienes que poner algún material fotosensible, es decir, que reaccione a la luz, para tener una cámara de fotos. De hecho, una cámara de fotos no es más que eso. No me negarás su importancia para hacer cine…

Las cámaras oscuras son más viejas que la tos. No tenemos ni idea de quiénes fueron los primeros en utilizarlas. Lo que sí sabemos es que los griegos ya las utilizaban. Así que echa cuentas…

Hubo que esperar al s. XVII para que se diera el siguiente avance significativo desde el punto de vista tecnológico. Fue en esa época cuando un jesuíta alemán inventó… La linterna mágica. Sé que el nombre promete. Y te aseguro que responde a las expectativas. Era un aparato en el que tú metías una imagen y se proyectaba donde quisieras. Algo parecido a las diapositivas de hoy en día. ¿Te parece poco? Voy a contártelo de otra manera a ver si opinas lo mismo.

Las cámaras oscuras siempre se habían utilizado para coger imágenes de “fuera” y meterlas “dentro” de la caja con la intención de estudiar fenómenos. Sobre todo cuando no podías mirar directamente con los ojos, como un eclipse de sol. En lo que cayó nuestro jesuíta es en hacer el camino inverso. Es decir, poner una imagen “dentro” de la cámara oscura y “sacarla” fuera. Si intentas ponerte en la época es un cambio revolucionario. ¡Tiene mucho mérito!

Como decíamos, una vez teníamos la cámara oscura, era sólo cuestión de tiempo que a alguien se le ocurriera meter dentro de la caja algún material fotosensible. La primera cámara fotográfica tal y como hoy la entendemos fue conocida como daguerrotipo. Estamos hablando del s. XIX y los hemos visto en muchas películas que retratan aquella época.

Como sabes, el cine nos muestra 24 fotogramas (o frames) por segundo. Cada uno de esos frames es una imagen estática, como una fotografía. En cambio, nosotros no tenemos la impresión de que sean una sucesión de imágenes estáticas sino un continuo. Eso no sería posible si nuestro ojo no tuviera una propiedad que conocemos como persistencia retiniana.

Durante mucho tiempo se ha pensado que la persistencia retiniana era una propiedad física del ojo. Ahora parece que algunos se plantean que ese efecto se produzca en el cerebro. Sea como fuere, lo que sí es cierto es que a la que nos muestran 16 imágenes por segundo tenemos la sensación de que se trata de un continuo.

Todo esto viene a que esta propiedad también llevó a hacer algunos avances que nos acercaron a lo que hoy conocemos como cine. Uno de los primeros es el zootropo, en el s. XVIII. Todos hemos visto alguno. Se trata de una especie de tambor sin tapa y con unas muescas en la parte superior con un animal dibujado en la parte interior de tal manera que, al hacerla girar, genera la ilusión que el animal se mueve.

Otro ejemplo es el taumatropo. En este caso se trata de una superficie circular como una moneda con un dibujo en cada uno de los dos lados. En uno de ellos dibujas, por ejemplo, un pájaro. En el otro, una jaula para pájaros. A cada lado de la circunferencia hay una cuerda. La enrollas y luego estiras. La “moneda” empieza a girar tan rápido que genera la ilusión que el pájaro está dentro de la jaula.

Con el tiempo aparecieron otros como el praxinoscopio o el fenaquistiscópico. En todo caso, el verdadero nuevo cambio relevante fue el kinetoscopio desarrollado por el equipo de Edison, que juntó los descubrimientos en óptica y la persistencia retiniana con los avances en la fotografía.

Consistía en un aparato capaz de grabar y reproducir una “película”. Cuando digo película no me refiero a una historia sino a una serie de imágenes que generan sensación de movimiento y que están grabadas sobre una película fotosensible.

Edison, que tenía una visión de negocio espectacular demostró que, hasta los mejores se equivocan con los grandes negocios. Él creía que a nadie le interesaría ver esto de forma colectiva; es decir, en algo parecido a lo que hoy llamamos sala de cine. Así que, para ver sus películas había que poner el ojo y mirar a través de visor. Es decir, que era una experiencia individual. Claro, ahora puedes hacerte el chulo y pensar que Edison era un tonto. Pero ya se sabe que todo el mundo es buen general después de la batalla.

No tardaría en llegar el grabador y proyector de los hermanos Lumiere pero eso… ya serán los primeros pasos de la historia del cine…