Alberto Lacasa

Audiovisual, política y más allá

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“Me cago en Godard!” de Pedro Vallín

Una de las lecturas más estimulantes que ha caído a mis manos en tiempo es “Me cago en Godard!”. Lo más brillante del ensayo de Pedro Vallín es la absoluta obviedad de su tesis central que, sin embargo, pasa desapercibida para la mayoría de nosotros. Como en el cuento de Andersen nos señala que vamos desnudos, aunque con menos inocencia que el niño del relato. 

Vallín afirma que, impregnada de soberbia marxista, la crítica europea castiga el cine de Hollywood y premia, desde su atalaya, historias de personajes ensimismados en problemas burgueses del yo. A sus ojos, los films norteamericanos son más emancipadores y anticapitalistas. El texto despliega multitud de ejemplos con los que justifica sus argumentos. 

Acierta y mucho. Retrata con gracia y mala leche al público de arte y ensayo. Les (me) pone delante de un espejo con un reflejo arrogante y altanero. Pero creo que falla en un aspecto importante y, como amante del cine que critica, no puedo sino agarrarme a ello. ¡Qué difícil se me antoja expresar que acepto su argumentario y, sin embargo, hacer este post poniendo el acento en las discrepancias! Este nudo gordiano puede deshacerse inspirándose en el amor por la controversia que destila el autor.

Estoy alejado de posiciones marxistas, pero quizás, como el niño russelliano, y sumergido en el ecosistema europeo, disfruto más con el cine de Auteur que con el blockbuster. No por ello voy a discutir lo indiscutible. El cine europeo tiende a construir personajes con conflictos de identidad que sólo se dan cuando el estómago no ruge. Es cierto que hay un indisimulado sentimiento de superioridad en la sentencia de que el cine de Hollywood es escapista, pero eso no lo hace necesariamente falso. Géneros como el western o el cine de superhéroes quizás son emancipadores, pero invitan al individuo a asumir responsabilidades que hemos convenido otorgar a lo público. 

Sea como fuere, es cierto que no hay razón para sentirse culpable por disfrutar de un blockbuster. Al contrario, celebro con efusión cada vez que me pasa. Y es que el gran problema de Hollywood no son sus valores. Al fin y al cabo, los snobs que nos emocionamos con “El triunfo de la voluntad”, de Riefenstahl, no nos damos de alta en el partido nazi el día después.

El gran problema es la repetición de fórmulas hasta la extenuación. No niego que el libro me ha hecho cambiar mi perspectiva sobre los remakes con su acertado e interesante análisis de la tradición cuenta cuentos de la costa oeste americana. Pero discrepo en que esa sea la razón central por la que hoy la industria abusa de la repetición. Cuando una fórmula que le funciona, la explora hasta desgastarla y convertirla en un tedioso sinfín de convencionalismos. Y, al ritmo de producción que sigue, este desgaste se produce en un poco puñado de años. La última vez que fui al cine hace un par de semanas, de seis trailers, tres eran historias de superhéroes. Exprimir hasta que el tedio lleva a los espectadores a un nuevo género… 

Quizás la autoría es soberbia, voluntad de apartarse del populacho y encarecer la obra. Pero no sólo. Es en el cine de autor donde se explora fuera de los marcos preestablecidos, donde se juega con los límites del relato, donde se experimenta. También hay convencionalismos y conforts para el público que se siente cómodo en lo supuestamente alternativo. Pero deja un espacio para la verdadera exploración. Allí se encuentran los márgenes en los que construyen las fórmulas que, con una década de decalaje, Hollywood explota hasta la saturación. ¿O puede explicarse el New Hollywood sin la Nouvelle Vague? ¿El cine negro sin el expresionismo alemán? ¿El cine contemporáneo sin los Sundance Kids? Hollywood es tan business que no puede permitirse innovar.

La industria piensa en beneficios y hace bien. No les pido que asuman un rol que no es el suyo. Pero, ¿qué sería del cine comercial si no fuera por los Auteurs soberbios que exploran los límites del medio? Así pues, son dos mundos que se quieren y se odian. Que se reprochan y se envidian. En definitiva, que se necesitan.

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Ingrid

Casi sin darnos cuenta, las redes sociales online están afectando de una manera o de otra las creaciones audiovisuales. Y la nueva película de Eduard Cortés es un ejemplo de ello. Basado (imagino que sutilmente) en una relación real del propio director y una chica que conoció por la red, casi todos los creadores (guionista, actores, música) proceden de la red.

De todas maneras, ver la película no requiere para nada conocer ni comprender las redes sociales. Una cosa es que el talento y la inspiración hayan surgido de la red y otra muy distinta que sea un producto freaky sólo para usuarios myspace. Decisión que considero un acierto.

En esencia, cuenta la historia de Àlex, un hombre de mediana edad recién separado que descubre en una joven vecina una chica tan misteriosa como atractiva. Tonteando con el sadomasoquismo y las conductas autodestructivas, Àlex se verá abocado a un mundo perverso y enigmático.

He de reconocer que los primeros minutos me fascinaron. Me entusiasmó la fotografía, el montaje y la propuesta narrativa de la película. Ingrid se convierte justo en aquello que pretende el guion; tan seductora como temible.

Eduard Farelo está magnífico y la amiga de Ingrid (creo que la actriz es Iris Salmerón) también. No siento lo mismo respecto a Elena Serrano, la protagonista. Por un lado, tiene una capacidad enorme de expresar con las facciones y con el cuerpo. Pero el texto lo decía vacío, sin carga dramática. Como un autómata.

Me gustaría poner el acento en lo positivo; es un tipo de cine que nunca (o casi nunca) hemos podido ver en nuestro país. Hay detrás una asunción de riesgos que creo que hay que premiar. La propuesta es muy interesante. Estéticamente los resultados son magníficos.

Los problemas graves, y siento decirlo, están en el guion. Sencillamente no se sostiene en su propio discurrir. Así como los primeros minutos te enganchan en un producto que parece superar de largo la media nacional, acaba en una trama con la que es difícil acabar identificándose.

Así que antes de empezar a soltar spoilers, diría que el film hace una propuesta visual muy interesante pero con un guion paupérrimo. Y hasta aquí si no quieres leer nada del argumento del film.

La presentación de los personajes es muy buena. El primer acto es a cada minuto más cautivador, más interesante. Incluso algunos aspectos del diseño del personaje de Ingrid son muy acertados; esos amigos siempre presentes que utilizan su casa como fuente de inspiración, la carga dramática que adquieren las puertas o el desfile sádico que prepara en su propia casa.

Los problemas empiezan a llegar cuando el primer acto llega a su fin. Cuando, siguiendo a Ingrid sonámbula llega a una casa donde hay 3 hombres muy serios sentados en una silla. Es tan tópico y tan premoniotorio que la película o acababa sin explicación o lo hacía con una justificación absurda, que la tensión cae en picado.

El segundo acto, más allá de conseguir aumentar la tensión, Ingrid va cayendo. Irremisiblemente, la historia se estanca. Bascula en unas idas y venidas que no acaban de tener mucho que ver con el propio interés que nosotros, como espectadores, tenemos. Al fin y al cabo, como espectador, lo que me motiva es la relación entre Àlex e Ingrid. El problema es que Àlex asiste casi exclusivamente como espectador a toda la sordidez incomprensible de Ingrid.

Con este Àlex semidistanciado de la realidad de su atractiva vecina, como espectadores nos vemos obligados a esperar irremediablemente la llegada del tercer acto. Pero cuando este llega, como espectador estaba ya algo cansado. El olfato ya me anunciaba que todo quedaría sin explicación, sin por qués.

Àlex llega un punto en el que ignora tanto a Ingrid que la deja volver sola a la casa de campo. Por lo que, en el clímax, Àlex no está presente. Toda su acción en el desenlace es recibir una llamada. Demasiado pobre para un personaje tan importante.

El hecho es que, poco a poco, el guion nos arrastra a distanciarnos de Ingrid, a dejar de interesarnos por su submundo incomprensible. Es decir, hacemos lo mismo que su protagonista; tomar distancia de algo que nos produce dolor.

Llegado este punto y después de haber insistido en los errores que empobrecen el guion, no me gustaría acabar con un mensaje negativo porque creo que es injusto. Hacer cine no es fácil. Tenemos un serio problema de falta de tradición de ciertos tipos de cine más arriesgados.

Ingrid entra en esta línea. Han asumido el riesgo de hacer algo que quizás costara entender. Incluso he leído que les costó lograr un acuerdo de distribución.

Así, a pesar de lo fallido del guion, creo que Ingrid está en la buena dirección; una buena propuesta con una propuesta escénica muy bella y con una plantilla interpretativa más que solvente.

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El cine indi de papá se acaba

miramax

Hace un par de semanas cerró Miramax, una de las productoras más importantes de las últimas 3 décadas. Su especialidad ha sido producir films de cine independiente en USA. Pero su cierre es mucho más que un cierre. Significa el fin de un cierto cine independiente acomodado. Quizás te preguntes por qué.

Miramax la fundaron en 1979 dos hermanos muy conocidos; Bob y Harvey Weinstein. En sus inicios, lanzaron sus primeras producciones y distribuyeron algunos films europeos en América. Pero, en mi opinión, lo más importante llegó cuando fue comprada por Disney en 1993.

De repente pasó de producir films con cuatro duros, financió películas igualmente de corte “minoritario” pero, eso sí, con todo el dinero que hiciera falta. Es lo que Salvador Llopart en La Vanguardia ha acertado en llamar cine indi de papá. La imagen me ha parecido genial.

El estandarte de Miramax podríamos decir que ha sido Tarantino, que ha crecido a su auspicio. Sus películas, de corte vanguardista pero plagadas de estrellas, responden muy bien a este nuevo estilo que se abrió.

A raiz de este movimiento, muchas de las grandes productoras realizaron movimientos similares; o adquirían una productora independiente o, directamente, creaban la suya. Ejemplos hay muchos.

Warner Bros. creó una división para films de menos de 20 millones de dólares que llamó Warner Independent Pictures, que acabó adquiriendo New Line Cinema. Paramount Vantage fue creada por la Paramount a finales de los 90. La lista de empresas subsidiarias creadas es enorme; Go Fish Pictures, Fox atomic o Hollywood pictures son sólo algunos ejemplos.

Pero ahora casi todas han cerrado (las de la lista anterior todas). De hecho, importante queda Sony Classics y poca cosa más. Así, parece que Miramax inició un modelo productivo y parece que también lo ha cerrado.

Ahora cuesta de creer que en los años 40 la industria del cine fuera quien financiara en gran parte la II Guerra Mundial. Su hegemonía ha ido cayendo. Daría para otro post hablar de cómo las grandes productoras, en realidad, ya no tienen autonomía para decidir su estrategia, ya que dependen de grandes conglomerados mediáticos.

Teniendo en cuenta las dificultades propias ya de la industria, ahora se ha unido la crisis financiera que ha dado la última estocada al sector. De hecho, los hermanos Weinstein, cuando a mediados de esta década pasada abandonaron Miramax, crearon The Weinstein Company. A pesar de tener valores tan reconocidos como Tarantino, Michael Moore o Rob Marshall y de todo el conocimiento que tienen del sector, está al borde de la quiebra.

Por desgracia, tampoco es que haya muchas formas de financiar cine outsider. Cine que no forme parte de la estructura de las grandes productoras. Ese es un grave problema que tiene el cine en general y el norteamericano en concreto. En el fondo, es como acabar con la cantera o, lo que es lo mismo, caminar hacia el estancamiento creativo (si es que no estamos ya en ese punto).

Aún así, uno no deja nunca de ser optimista. Si en su día valores como Wes Anderson, Spike Jonze o Michel Gondry encontraron el camino para darse a conocer, no tengo dudas que los jóvenes talentos acabarán por dar con él también. ¿Será youtube?

Eso sí, el cine como industria deberá plantearse cómo facilitan ellos ese proceso que tanto puede enriquecerlos. O el dolor puede ser aún más intenso.

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Internet, el camino del nuevo cine indi

Se conoce como cine indi al conjunto de películas que quedan fuera del sistema de producción tradicional. Es un concepto algo vago, porque a los autores que acaban por convencer a los espectadores son acogidos por la industria con gran parte de sus valores.hollywood

Si echamos una mirada atrás veremos que, incluso lo que hoy consideramos industria, en su día, tuvo que huir de New York a Los Ángeles por culpa de Thomas A. Edison y la guerra de patentes. Eran los repudiados, pero acabaron por montar un negocio al que todo el mundo quería subirse después.

Eso es lo que casi siempre ha pasado con los nuevos talentos que han surgido en los márgenes de la carretera de lo comercial. El último episodio se centra en los 90’s cuando, un número importante de talentosos directores y pequeñas productoras, se lanzaron al ruedo buscando a un espectador más exigente que el Hollywoodiense. Y encontraron a tantos, que las propias grandes majors acabaron por absorverlas y crear sus propias divisiones de cine indi. Eso, claro, acabó por matar el movimiento y, hoy por hoy, la mayoría de esas divisiones están en quiebra o han cerrado.

A todo ello se junta la enorme crisis económica en la que se ha sumido el cine. A cada año que pasa se pierden espectadores. Es algo inherente a la propia industria porque viene muy de lejos. Internet no ha hecho más que acelerar un proceso ya iniciado. Pero no es la primera vez que esto pasa. Durante los 70’s el cine estaba en un ciclo parecido a este. Y la solución vino de la mano de nuevos creadores como Coppola, Scorsese, Lucas o Spielberg.blank

Así, por tanto, justo lo que nos mantiene en esta crisis, la aversión al riesgo, es la actitud que está provocando en la propia industria. Un pez que se muerde la cola. Y, para colmo, el cine de autor, vía de entrada de nuevo talento, ha quedado huérfano de capital.

Mientras la industria explora la nueva vía de ingresos por el 3D, el cine independiente puede abrirse una vía por internet, haciendo uso de las vías de distribución que esta tecnología ofrece. Pero para eso siempre hace falta que algún descerebrado lo intente. En España ya  hemos tenido un ejemplo como Jaime Rosales y su Tiro en la cabeza. Pero una propuesta aún más atrevida es la de Blank, donde el director ha apostado directamente por el P2P. Y, eso sí, como ya hizo Radiohead, con mucho éxito, es dar la opción de realizar donaciones.

Partiendo de la base de que el coste de hacer una película hoy tiende a cero cuando, históricamente, era un proceso carísimo, me parece que es una gran opción para empezar una carrera profesional. A partir de ahí, el talento y los intereses del público harán el resto. Como siempre, llegará la industria para tomar prestadas todas las ideas y, por qué no, vías de monetización que los nuevos creadores innoven.

Las cosas se han puesto duras para los productores, distribuidores y, sobre todo, exhibidores cinematográficos. No sé quién se quedará en el camino o cuánto pueden llegar a recortarse las nóminas de los actores y actrices. Ni siquiera si lo que saldrá de aquí podrá seguir llamándose cine. Pero la demanda de ficción de calidad seguirá. Y eso deja hueco a los talentosos que, de una forma o de otra, se abrirán camino. Seguro.